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“Arrugas” y “Las calles de arena” de Paco Roca

Dos imprescindibles del catálogo de Utopía

“Arrugas” y “Las calles de arena” de Paco Roca

En junio del 2022, en oportunidad de reseñar La Casa de Paco Roca publicada por Hotel de las Ideas, expresé mi deseo de que más obras del autor tuvieran una edición local. Pues resulta que esta vez, mis deseos se hicieron realidad porque, dentro del gran boom que está viviendo la edición de historieta europea en Argentina, antes de terminar el año, Utopía publicó, no una, sino dos obras más del genio valenciano.
Así que, aunque son obras bastante antiguas, vamos a reseñarlas sin spoilers en atención de los nuevos lectores argentinos.

Viejos son los trapos

Los inicios de la carrera profesional de Paco Roca se remontan al año 1994, produciendo historieta erótica para Kiss Comix. De ahí pasó a El Vívora y, de a poco, se fue haciendo un lugar en el mercado del libro con El juego lúgubre, Hijos de la Alahambra y El faro.
Pero no fue sino hasta 2007 que alcanzó su consagración definitiva y estalló la enorme popularidad de la que hoy goza. El responsable del meteórico suceso es un libro que la francesa Delcourt publicó con el título de Rides y que en el mercado hispano conocimos como Arrugas
Arrugas ganó mejor guion y mejor obra en el Salón del Cómic de Barcelona, recibió el Premio Nacional del Cómic de ese año y también fue premiada en Lucca como mejor historia larga. En 2011, cuando se estrenó su adaptación animada, volvió a ganar en la categoría de mejor guion pero, esta vez, el Premio Goya. Para entonces, ya tenía más de 30.000 ejemplares vendidos solo en España y contaba con ediciones en Alemania, Holanda, Finlandia y Japón. 
Hoy, el libro publicado en argentina se suma a una lista demasiado larga de enumerar de ediciones alrededor del mundo.

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Boceto de una tira de la página 7

Para escribir esta novela gráfica, Paco Roca se basó en las anécdotas de sus propios padres y de los padres de sus amigos; estudió libros médicos y consultó especialistas que lo asesoraron sobre las enfermedades propias de las personas mayores; incluso visitó residencias geriátricas en las que estuvo conversando con enfermeros y residentes para documentarse mejor.

Con todo ese sustrato, construyó una historia profunda y conmovedora, con una estructura narrativa que se articula a partir de una sumatoria de pequeñas situaciones más o menos cotidianas, a veces más emotivas y a veces más graciosas. La trama evidencia cierta laxitud propia del realismo porque, igual que en la vida, en Arrugas lo que hace avanzar el relato no es la voluntad de un héroe con una misión sino el paso inexorable del tiempo; y lo que le pone punto final no es la culminación del objetivo sino esa forma tan atroz de la muerte que llamamos olvido.

Y aún todo esto no alcanzaría para explicar el éxito de la obra si no tenemos en cuenta el magnífico trabajo de narrativa secuencial que caracteriza cada página de Roca. Gran diseño de personajes, una simplificación del estilo que se pone al servicio del relato, maestría en la expresión, la composición y el movimiento (el movimiento de la gente real... no piruetas ridículas de Spiderman), y la construcción de un clima tan sólido que le aporta verosimilitud aún a las anécdotas más disparatadas. 

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La tira siguiente terminada y coloreada

Eso puedo decirles desde cierta mínima objetividad. Desde la subjetividad: no sé si leí la obra cinco veces o más, pero nunca terminé de leerla sin llorar. Se la presté a mi mamá y también lloró. Para mí, lo más importante es eso: la capacidad que tiene este libro de emocionarme y conmover a otros lectores.

Perderse para encontrarse

Como vimos, de pronto, Paco Roca se convirtió en una especie de estrella de rock con giras de presentaciones por distintos países, entrevistas en todos los medios locales y extranjeros, fans que llenaban cualquier convención en la que aparecía etc. Eso duró más o menos dos años en los que produjo sus siguientes obras: Emotional World Tour (producida a medias con Miguel Gallardo) es un anecdotario de las situaciones que les tocó vivir, justamente, durantes sus recorridas por eventos comiqueros, y Las calles de arena.

Uno tendería a pensar que, tras alcanzar un suceso tan grande, el autor buscaría repetir la fórmula. Pero no. Nada más alejado de la realidad.

A los lectores argentinos, la premisa básica de Las calles de arena seguramente les recuerde a clásicos de nuestra historieta como Parque Chas de Ricardo Barreiro y Eduardo Risso o, más aún, a Ciudad también del Loco y Juan Giménez.
Acá también, el protagonista agobiado por una realidad de la que busca evadirse se pierde en un barrio poco conocido de su ciudad, va a parar a otro lugar donde no se aplican las leyes de nuestro mundo y, fundamentalmente, del que no puede salir. Y las coincidencias no terminan ahí porque se especula con que ese espacio pueda ser infinito y con que puedan cruzarse en él personajes provenientes de otras obras de ficción.
De hecho, la conjunción de infinito y ficción remite a Borges de manera ineludible así que los habitantes del barrio de Roca lo llaman “Calles de Arena” en clara alusión a “El libro de arena” mientras el protagonista de Ciudad, llega a la susodicha atravesando la “Rue Le Aleph”.

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Doble portada del libro. ¡Ey! ¡Un Ouroboros!

Pero también hay diferencias sustanciales. Mientras Barreiro recurre a todo un pastiche de manifestaciones culturales que van desde los cuentos infantiles hasta el cine clase B, pasando por El Eternauta; Paco Roca se circunscribe mucho más al ámbito de lo literario. Desde la cita inicial de Alicia en el País de las Maravillas a la torre de Babel de La Biblia y desde Drácula hasta el náufrago en un ataúd de Moby Dick
Aunque la diferencia fundamental radica en que los capítulos de Ciudad oscilan entre la ciencia ficción y el fantástico, en tanto que Las calles de arena apuntan directamente al realismo mágico. 
En el realismo mágico no solo cabe lo sobrenatural, también la exageración y el humor absurdo. Por eso, esta novela gráfica puede ir desde la opresión asfixiante de una rutina kafkiana, hasta la ruptura lúdica de la realidad que pueden proponer un García Márquez o el último Julio Cortázar.
En conclusión, Las calles... resulta una obra mucho más cerebral (con problemas y paradojas lógicas como el hotel de habitaciones infinitas de David Hilbert o el mapa en escala 1:1, otra vez, de Borges) y hasta psicológica (con casos bastante claros de procrastinación, síndrome de Diógenes, fobias y obsesiones varias).

Tal vez por eso, Barreiro y Giménez no renuncian nunca a la aventura como motor de la historia mientras que el artista valenciano se aleja casi totalmente de ese registro. Esto está simbolizado en el propio libro porque la aventura aparece encarnada en un objeto que la representa de manera indiscutible para cualquier comiquero: una estatua de Corto Maltés. A la estatua del Corto la envuelve un vendedor en la página dos y nunca más volverá a desenvolverse. Es más, al protagonista se la robará su Döppelganger, alguien mucho más arriesgado y aventurero que él pero al que apenas vemos unas pocas páginas.
Y creo que eso es todo lo que puedo decir sin anticipar aspectos más relevantes de la trama.

¿Qué hacen ahí todavía?

¡Vayan a leerlas!

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Escrito por:
Facundo Vazquez
Guía su vida por el bushido y la frase de Benjamin "Ustedes nunca vieron morir a un burro".
Facundo Vazquez
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