Kieron Gillen nació en Stafford, Inglaterra, en 1975, y comenzó su carrera de escritor como periodista en ámbitos que abundan en sus obras: la música y los videojuegos. Su primer trabajo profesional como guionista de cómic fue la tira Save Point para la Playstation Magazine, junto a Jamie McKelvie, la cual marca el inicio de una dupla aplanadora (que casualmente es la mayor parte de esta primera entrega).
Gillen reconoce la influencia de los autores de la invasión británica, como Grant Morrison, Neil Gaiman o Warren Ellis, pero sobre todo de Alan Moore, de quien toma evidentes notas sobre experimentación y formalismo. Sobre ésto último, Gillen se propuso el desafío de representar la música en un medio por naturaleza sin sonido, algo en lo que reincide en varias de sus obras. Por otro lado, los videojuegos y juegos de rol están muy presentes en su trabajo, como en los casos obvios de Die o Warhammer 40000. Pero probablemente de la idea de “respawn” o “vidas” que tiene un personaje de videojuego, se desprende otra cosa que se repite y es el concepto o leitmotiv de muerte+resurrección, visible en, por ejemplo, The Wicked + The Divine o Eternals.
Actualmente se encuentra escribiendo Once & Future en Boom! Studios y para Marvel comics continúa con Eternals y recientemente una nueva serie titulada Immortal X-Men.
PHONOGRAM (2006-2016, IMAGE)
Por Diego Labra
Leer las tres partes de Phonogram es un poco como hacer un viaje a través del desarrollo artístico de Kieron Gillen, y también de su partenaire en arte, Jamie McKelvie, con quien trabaja desde sus tiempos como redactor en revistas de videojuegos. Su primer laburo en una editorial grande tras un lustro de autoedición y webcomics, los seis números que componen Rue Britannia (2006-2007), son una gran carta de presentación. De alguna manera, ya está ahí todo lo que distingue a Gillen como guionista: la obsesión nerda (en este caso, melómana), el humor irónico, la propensión por los conceptos de alto vuelo. Pero también se siente un poco como una obra que contiene más ambición que capacidad para llevarla a buen puerto.
La secuela, The Singles Club (2008-2010), cumple todas estas promesas y más. Adoptando el mecanismo narrativo de volver en cada uno de los siete números a la misma noche bolichera, pero a través de los ojos de un personaje diferente, Gillen y McKelvie se consolidan como una dupla que sabe narrar con cada recurso en la bolsa de trucos del historietista. En este sentido, si bien se nota en los diálogos y las cajas de texto que Gillen podría escribir una novela si quisiese, su relación artística con McKelvie es fructífera porque se inclina al juego con la viñeta, los colores y todo lo que hace única a la diégesis del medio. Este segundo tpb es lo mejor de la serie, y si me apurás, te digo que es lo mejor que hizo Gillen hasta ahora.
Finalmente, los muy retrasados seis números de The Immaterial Girl (2015–2016), que había sido anunciada en 2012, funcionan un poco como una vuelta olímpica de los por entonces ya consagrados Gillen y McKelvie. Tras dejar su marca conjunta en el mainstream con Young Avengers el año anterior, los británicos volvieron a su primer mundo para contar una última historia sobre Emily Aster. Hasta se dan el lujo de ambientar un issue dentro del video de “Take on Me” de A-Ha.
En resumen, si te gusta la música y las historietas que cuentan una historia de una manera que solo este medio puede hacerlo, no podés no leer Phonogram
ÜBER (2013, AVATAR PRESS)
Por Anibal Berrey
Es 1945 y la segunda guerra mundial llega a su fin. Hitler está a punto de suicidarse cuando es interrumpido con una noticia que cambiará el resultado de la guerra y por consiguiente, el curso de la historia: el desarrollo del verdadero übermensch.
Über no es una premisa innovadora, ya que hombres con habilidades sobrehumanas en la guerra es algo que hemos visto bastante, pero en este caso hay al menos dos cosas que pueden hacerla interesante. Por un lado la perspectiva: el protagonismo lo toman los nazis, que hacen todo lo posible por recuperar de manera inmediata el poder, explotando este nuevo recurso. Así es como Gillen se dedica más a mostrar los monstruos (los que aparecen en esos periodos bélicos) y la violencia extrema que abunda en la guerra. El otro punto destacable es la documentación y uso de ciertos momentos históricos específicos para resaltar la ucronía. Al finalizar cada capítulo, Gillen se toma unas páginas para compartir anotaciones y comentar sobre el criterio al plasmar o representar dichos eventos.
Lo negativo en Über viene más por parte del dibujo y color. Podemos estar de acuerdo con que Caanan White es un poco estático y hay algunas viñetas por número que necesitan más trabajo, pero viendo su arte en blanco y negro se aprecia más cual es el factor que lo tira un poco abajo (Avatar y su troupe de coloristas mhh…).
En su punto más alto, Über es una historia bélica, con tintes políticos y de espionaje, y con una brutalidad (a veces contraproducente) característica del sello Avatar. Pero lo más importante es ver al guionista adaptándose desde la propuesta a un lector diferente sin que resulte en una falta de compromiso con el trabajo.
YOUNG AVENGERS (2013-2014)
Por Anibal Berrey
El primer volúmen de Young Avengers (2005) estuvo a cargo de Allan Heinberg y Jim Cheung, y contaba la historia de un grupo de adolescentes que, en mayor o menor medida, eran derivativos de héroes mayores y conocidos. Bah, al menos en lo visual, en muchos casos no era tan así. El grupo sufrirá severos cambios en la formación y atravesará eventos varios (desde Civil War hasta Siege) para finalmente llegar a las manos de Kieron Gillen y Jamie McKelvie, en 2013. Ésta nueva etapa es bastante autónoma y disfrutable sin necesidad de lecturas complementarias, aún así es recomendable repasar el volúmen original y Children's Crusade si se desea una comprensión más completa de los personajes. Hecho el preámbulo “necesario”, pasemos al volúmen que nos compete.
Para empezar, esta nueva encarnación forma con Wiccan, Hulking, Hawkeye (Kate Bishop), Marvel boy (Noh Varr), Loki y América Chávez, que ha sido adaptada a la pantalla grande recientemente, pero con una actitud más "te voy a mandar a otro universo de una patada en el culo". A diferencia de la etapa de Heinberg\Cheung, donde los personajes eran más aniñados y con facciones un tanto redondeadas, acá nos encontramos con un grupo ligeramente crecido, de edades entre los 17 y 20 años (con excepción de Loki niño que andará por los mil y monedas). Con esta diferencia Gillen se permite una mayor comodidad para bucear en temas que le interesan como autor: la autonomía, la identidad sexual, y tener una excusa para los pequeños ejercicios formales.
El título del primer arco, Style>Substance, no sólo carga con un poco de ironía, también sirve para pedir la atención al lector y se pregunte si es tan así (¿y por qué plantearlo de una manera un tanto dicotómica?). Lo que seguro se puede decir es que Gillen no empieza con las mayores sutilezas: Wiccan intenta traer a la madre difunta de Hulking pero en su lugar le da paso a un parásito interdimensional que toma control de otros padres, incluso fallecidos, y asumen una posición ultra protectora y castrante en la mayor parte. Por alguna razón en el hechizo de Wiccan (que creo que no se explica, pero lo importante es el subtexto) los poderes del parásito sólo funcionan cuando los Young Avengers están cerca, por lo tanto huyen hasta planificar cómo revertir la situación.
El recurso de las dimensiones es lo que habilita a jugar un poco con la cuarta pared, con el medio visual y conceptos que le dan una capa más de lectura, como el parásito comiendo las cajas de narración, o un personaje vagando entre viñetas que aún se encuentran vacías. Nada de esto sería posible de no contar en el dibujo con Jamie McKelvie que, sin ser para mí un artista interesante a primera vista, sus layouts son un aire fresco en el cómic “convencional”, encontrando siempre una manera original de contar momentos específicos.
Un último detalle es el uso de paratextos muy creativos, que usualmente serían la página de créditos o la del "previously", acá son aprovechados narrativamente. Podemos encontrarnos un pseudo Tumblr, un menú, o los créditos de una película. Sumarán mucho o no tanto, pero sabe aprovechar cada espacio que le brinde el papel.
Por el lado de los autores, Y.A. es un pequeño ensayo de lo que harían más adelante. Por el lado del cómic mainstream es un gran título, con el que uno puede conectar o no, pero sería lamentable dejarlo pasar.
THE WICKED + THE DIVINE
Por Matías Mir
Entre 2014 y 2019, Gillen se embarcó en la epopeya de producir una serie regular para Image (que, en cuanto los números de ventas de los primeros issues y tpbs dieron buen saldo, le otorgaron la soltura de estirarla todo lo que le hiciera falta) con toda la libertad creativa posible. Un proyecto con años de maduración, del que se rastrean precedentes temáticos y estéticos en todas sus obras anteriores, y que, para mí, lo coronó como uno de los guionistas más interesantes y creativos de la escena yankee.
Su pitch “a lo Image” para vender TPBs es: en el mundo, cada noventa años, doce dioses reencarnan en una serie de personas de la misma zona geográfica. Todos tienen poderes basados en el dios que encarnan y el poder de apelar mágicamente a las masas con su influencia, son guiados por una vieja inmortal llamada Ananke y, lo más importante, dos años después de aparecer, se mueren y el ciclo vuelve a empezar. La vuelta es que, en la “recurrencia” del siglo XXI, el panteón es básicamente un montón de influencers, en una fusión interesantísima de mitología con dinámicas sociales contemporáneas.
La serie arranca con un nivel de caos impresionante, porque hay doce personajes que conocer (sin contar a la vieja Ananke o a la protagonista, Laura) y van directo a las piñas desde el primer issue. Era la clase de serie que, al leerla al día, invitaba mucho a la relectura, a reanalizar lo que se había leído, porque avanzaba sin respiro página a página con diálogos en ocasiones muy crípticos.
Excepto contadas ocasiones, WicDiv (como la terminó llamando su fandom) está dibujada por su cocreador y dupla ideal Jamie McKelvie, quien arranca con composiciones interesantes (aunque con dibujo un poco tosco) y se toma un arco sabático para recargar las pilas y volver con mucha más calidad para lo que sería el cuarto TPB.
Lo más original de WicDiv (además del planteo en sí) es que, a pesar de ser una historieta, está planteada como si fuera una producción musical. Una concepción muy sinestésica en la que los issues son como canciones y los TPBs son los álbumes (y las ediciones especiales hardcover, los vinilos), y donde toda la narrativa y la puesta en página (al menos en las páginas de McKelvie) está pensada con un ritmo. Lo mismo en los diálogos: esa forma “extraña” que tienen los personajes de hablar, que a veces se siente poco orgánica, en realidad está siendo funcional a la rítmica. Leer WicDiv (al menos, en su idioma original) es entrar en una narrativa sincopada que requiere de una lectura de corrido en cada entrega. Por supuesto, hubo varias playlist que acompañaban al proyecto durante su publicación, además de varias inspiraciones estéticas en cantantes reales (sobre todo en Bowie, que inspira muy obviamente a personajes como Inanna o Lucifer).
Por ejemplo, en el famoso #8 en el que van a una rave, todo el capítulo funciona con un ritmo de 1-2-3-4 que se repite a lo largo de toda la serie y adquiere distintos significados con cada bis. También sigue esa línea el #14, capítulo pensado como un remix en el que literalmente forman todas las páginas con pedazos de viñetas de capítulos anteriores.
Y si hablamos de capítulos flasheros, es inevitable hablar del #23, donde (después de un largo hiatus) la serie regresa con un capítulo planteado enteramente como una revista onda Gente completamente llena de artículos in-universe, entrevistas a los personajes, sesiones de fotos dibujadas y hasta publicidades falsas (¡y hasta una tira cómica homenaje a Save Point!).
Gillen está completamente desbocado, laburando por cinco años obsesivamente no solo en la serie en sí sino en el universo que plantea, en la lógica de su mitología, en tratar de revelar todo lo que sabía desde el principio de forma tal que engañe y sorprenda a los lectores. Cerca del final sale un anual con “escenas rechazadas” que no pudieron entrar en la serialización por lo intrincado que se había vuelto todo. También, entre la salida regular de la serie, Image le dejó lugar para sacar one-shots ubicados en otros momentos de la historia, otros panteones, que tienen tanto potencial narrativo para ser sus propios libros como la serie principal (de hecho, uno de ellos es tan grande que lo tienen que volver un híbrido entre historieta y novela, y Gillen admite que tenía material para cinco issues ahí).
En fin, un laburo de creatividad desencadenada al servicio de la historia, un producto que juega muchísimo con las herramientas que le permite ser una historieta a pesar de que todo el tiempo esté jugando a ser otros medios, como la música, las novelas o las revistas. Hay influencias, admitidas y no, muy marcadas de Jonathan Hickman (en el manejo casi arquitectónico de la historia, pensando a los personajes como engranajes de un sistema y en la relevancia de la iconografía), Chris Claremont (en la dinámica de adolescentes con poderes teniendo dramas interpersonales que se comen a la historia de salvar al mundo) y Grant Morrison (en un montón de flasheadas supermorrisoneanas que cuando las leés las identificás al toque), pero con una lectura integral de la obra (y quizás alguna relectura parcial encima, como fue mi caso) sale a la luz la verdadera guía de todo esto: WicDiv es casi una respuesta (inconsciente o no) a los Eternos de Sandman. Los dioses de Gillen son todo menos eternos, pero funcionan en mitología y terminan siendo nada menos que historias encarnadas en personas. Hay toda una postura ideológica en la serie respecto al valor de las historias y su potencial para formar al mundo y a uno mismo. Una reinterpretación de las religiones y los dioses como la forma que toman las historias cuando pasan de boca en boca, de iconografía en iconografía, y del lugar que tiene la historieta para transmitirlas, tanto en lo retorcido como en lo divino.
Finalizamos así ésta primera parte, marcada casi exclusivamente por su colaboración con McKelvie, donde se hace evidente su identidad como autor. Para la próxima parte, tocaremos trabajos con otros artistas y veremos hasta qué punto logra explotar sus conceptos.