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Despidiendo a Alan Grant

Lecturas para recordar a un grande

Despidiendo a Alan Grant

En un año particularmente triste para los seguidores del cómic de superhéroes, signado por una cantidad inusual de decesos que involucran a grandes apellidos de la industria, el pasado 21 de Julio nos anoticiamos, con estupor, del fallecimiento del guionista Alan Grant (Bristol, 1949). Justo después del día del amigo, a sus 73 años, nos dejaba el escocés que jugaba de local en Argentina, merced a una curiosa coincidencia de factores que sobre la segunda mitad de la década del noventa propiciaron varias visitas a nuestro país, en el marco de los recordados Fantabaires, siempre en compañía de su señora, la amable e incondicional Sue

Inició su carrera con apenas 18 años en el sello escocés D.C. Thomson & Co. Ltd., donde se desempeñó como coordinador. El inicio de la década del setenta lo encontró en el Reino Unido, trabajando en revistas de corte romántico para la editorial IPC desde Londres. Hacia mitad de aquella década se encontraba alejado del medio, hasta que su colega y amigo John Wagner le propone colaborar en la escritura de los títulos de Tarzán. Juntos fueron responsables de darle impulso a la clásica antología de ciencia ficción 2000 A.D. proyecto de John para IPC. A partir de 1977, el debut de Judge Dredd cambiaría todo, al punto de que durante gran parte de la década venidera ambos se abocarían de lleno a consolidar al agente de Megacity One.

Como parte de la avanzada creativa inglesa sobre el mercado USA, la dupla desembarca en DC Comics hacia 1988, para lo que iba a ser una breve estadía en los pagos de Gotham City, junto al dibujante Norm Breyfogle, que terminó extendiéndose por más de una década en el caso de ‘La Bruja’ gracias al olfato editorial del gran Denny O’ Neil. A partir de entonces, llegarían colaboraciones para otros personajes de la casa, destacándose el impulso dado a Lobo durante los noventa, junto a Keith Giffen y Simon Bisley. Además, sumaría sendos aportes a The Demon, Anarky y L.E.G.I.O.N., principalmente. Su trabajo en EE.UU. comprendió también Marvel y Dark Horse Cómics.

A partir de 2000 sus textos contemplaron la literatura, animación y video games, lo que se tradujo en menos producción comiquera, circunstancia que no le impidió probar suerte alternativamente con Grant’s Bad Press y Berserker Cómics, sus propios proyectos editoriales, donde  escribió para artistas consagrados como Simon Bisley, Frank Quitely, Mark Stafford y Shane Oakley, además de los noveles Colin Barr, Alan Kerr y Curt Sibling, entre otros.

Dueño de un personalísimo y atractivo estilo de escritura, dónde predominó cierto tono social contestatario (nada solemne) contra cualquier poder establecido, sea este político, económico o eclesiástico, en casi todos los géneros posibles, no dudó en filtrar inquietudes filosóficas personales a través de sus creaciones, como lo evidencian tanto Anarky como Makabre, su celebrada colaboración con nuestro Quique Alcatena para Apocalypse, primero y Comiqueando Press, después. Alan Grant se fue de este mundo hace unos días, dejando un gran recuerdo en quienes lo conocieron, como corresponde a un buen tipo, tan talentoso como humilde. A modo de despedida, nuestro staff se reúne para repasar parte de su enorme legado comiquero, aquí abajo.

Batman: Fever, con John Wagner y Norm Breyfogle (Detective Comics N°583-584. 1988)

Escribe Mariano Sicart

Batman Fever
Batman Fever

El debut del tándem Wagner-Grant en la franquicia del hombre murciélago tuvo lugar después del testeo de Outcast, serie limitada de ciencia ficción con arte de Cam Kennedy publicada por DC a partir de 1987. Apenas dos números, con logradas portadas a cargo de Mike Mignola y Jim Aparo, le valieron tanto a la dupla autoral como al por entonces joven dibujante Norm Breyfogle la titularidad de la tradicional cabecera, propiciando la presentación de El Ventrílocuo, genial villano que en décadas posteriores cosecharía una chapa infinita, con aportes creativos a cargo de escribas de la talla de Brian Azzarello, Paul Dini y Gail Simone, cambios de continuidad mediante en el DC Universe. Fuera de los cómics, el gran público conocería al personaje en los shows Batman: The Animated Series y The Batman.

La historia inicia con un patrullaje nocturno del Caballero Oscuro por los barrios de Gotham, donde se cruza con un grupo de pibes (de diez, doce años promedio) en situación de calle que bajo los efectos de una nueva y letal droga de diseño llamada Fiebre, queman vivo a un viejo guardia de seguridad. Decidido a sacarla de circulación, Batman investiga la cadena de distribución siguiendo los pasos de un dealer, que lo conduce a The Ventriloquist Club, base de operaciones de Arnold Weskler y Scarface. O viceversa. La disociación de personalidad del primero se expresa mediante el segundo, un muñeco tallado en madera pintada, ataviado como un viejo gánster de la década del veinte, que en la práctica es el jefe de la banda. Sus crueles métodos terminarán forzando  los límites físicos y psíquicos del justiciero a la hora de detenerlo.        

Leído hoy día, sorprende la crudeza del argumento a la hora de retratar el entorno en que se mueve el héroe, con esos chicos sin futuro aparente a un paso de devenir en ‘soldaditos’ de las bandas narco criminales proliferantes (que eventualmente serían una preocupación de la Fundación Wayne); caldo de cultivo para próximos e interesantes desarrollos. Aunque todavía faltaría mucho trecho para terminar de delinear el trasfondo del excéntrico enemigo, porque entonces los tiempos del relato superheroico eran otros. Por el lado del dibujo, resulta obvio que el potencial de Breyfogle estaba ahí, aún latente. Camino a una definición de estilo, destacan la elasticidad de su trazo en las secuencias de acción y sus ‘terminaciones angulosas’ en materia de fondos. Anuncios de que lo suyo iba en serio; solo era cuestión de tiempo.

Batman: Tulpa, con Norm Breyfogle (Detective Comics 601 a 603. Año 1989)

Escribe Facundo Vázquez

Batman: Tulpa
Batman: Tulpa

Cuando me enteré que La Bruja había fallecido y que escribiríamos esta nota grupal, volví a desempolvar mi vieja colección de Batman de editorial Perfil. “Desempolvar” tal vez sea en este caso más literal de lo podría pensarse, porque hacía años que no releía ninguno de sus números y probablemente no lo hubiera hecho de no ser por la triste noticia.

Me senté a escribir apenas terminada la relectura de esta breve miniserie de tres partes y todavía estoy mareado por la trompada de nostalgia: Entrevistas a Juan Zanotto y a Pergollini (cuando todavía era jóven y rebelde), Rafa de la Iglesia explicándole a los lectores argentinos quién era John Constantine, Muñones que escribía hasta que se terminaba el globito y dejaba las oraciones cortadas para la viñeta siguiente, Andrés Accorsi traduciendo “palmarla”, “sos boleta”, “cana” y “chupi”...

No sé si éramos más felices pero, indudablemente, éramos más jóvenes y disfrutábamos de las cosas de una manera más espontánea.

Con esto no quiero decir que el único valor de la obra sea el nostálgico. Muy por el contrario, me sorprendí gratamente de lo disfrutable que sigue siendo y lo bien construido que está el argumento general. Hay detalles que hacen ruido, convenciones de un género al que yo ya estoy un poco desacostumbrado. Empiezo a preguntarme cosas que tal vez no debería como: ¿Qué hacía Batman paseando en Batimóvil al comienzo de la historia? ¿Por qué de esos tres rateritos solo uno tiene una pequeña navaja? Y sobre todo: ¿Cómo se les ocurrió enfrentarse a Batman con esa indigencia de recursos?

Pero (y este es uno de los mayores elogios que le puedo otorgar a un cómic de superhéroes) cuando la trama avanza, dejamos de prestar atención a esos detalles, suspendemos la incredulidad y la historia nos atrapa. Tal vez, justamente, porque logra ir un paso más allá de las convenciones del género.

Acá tenemos a un antagonista que no es un villano sino, y antes que nada, una víctima. Un hombre desesperado que tiene que recurrir, como última alternativa y muy a su pesar, a un poder que no querría invocar. Y ese poder es nada menos que la magia, con lo que sacamos a nuestro héroe de su zona de confort.

Eso desemboca en otro punto fuerte de esta saguita que es la aparición de Jason Blood/Etrigan, un personaje que me encanta y que, por aquella época, había tenido un par de intervenciones editoriales relevantes como la miniserie Demon de Matt Wagner y su rol fundamental en Odisea Cósmica.

Obviamente, cuando aparece Etrigan, el conflicto se resuelve en tres sopapos porque no había en la historia oponentes dentro de su nivel de poder pero esto, que podría resultar anticlimático y apresurado, también se aborda desde una perspectiva fresca que le aporta algo nuevo tanto a la mitología de Batman como a la del simpático demonio rimador.

Sin dudas, Alan Grant ha hecho aportes más importantes en su paso por las publicaciones del encapuchado. Otros hablarán del Ventrílocuo, de Anarky y hasta de la Banda de Barro. Seguramente, este no es uno de esos relatos imprescindibles que marcan un antes y un después en la historia del personaje pero es sólido, atrapante y cualquier lector actual puede disfrutarlo sin problemas ni objeciones.

Y si en lugar de un lector actual sos un viejo generación Perfil como yo, te advierto que la nostalgia multiplica el placer... pero también la pena por la pérdida de La Bruja.

Batman - Judge Dredd: Judgment on Gotham, con Wagner, Bisley y Klein (año 1991)

Escribe Anibal Berrey 

Judgment on Gotham.
Batman / Judge Dredd: Judgment on Gotham

Batman es uno de los personajes más flexibles y versátiles que dio el medio. Ha sido representado muy del lado de la ley, como en Hiketeia o esa tapa con Anarky del lado de la gente, y el superhéroe del lado de la policía. Pero eso se pone a prueba en el momento que se tiene enfrente a Judge Dredd. El juez de Mega City-One ES la policía, la ley y la justicia, y no le agradan los vigilantes. 

Dado su curriculum hasta la fecha, no había nadie más ideal que Alan Grant para escribir este crossover (y DC no prestaría su personaje si no supiera que está en buenas manos).
Por alguna razón (que no es más que una excusa) Judge Death y Mean Machine aparecen en Gotham, intercambiando lugares con Batman, que termina en Mega city-One. Tras el primer encontronazo, Dredd interroga a Batman con la ayuda de la jueza Anderson (que debe ser el personaje que Grant más se apropió y desarrolló en la 2000 AD), mientras Death y Mean Machine se alían con Scarecrow para cometer un asesinato masivo.¿Podrá Grant, junto con Wagner, construir una historia donde los icónicos personajes limen sus diferencias sobre la justicia y la ley? Si, pero un poco a las piñas, que no faltan en las 60 páginas que dura este primer round. La verdad es que el fuerte no es el argumento, sino la interacción y las chispas que salen del choque entre el juez y el vigilante. Sí hay por supuesto una gran caracterización de ambos, con momentos y escenas que se te quedan grabadas en la memoria. Tampoco falta el humor, a veces negro y otras tan absurdo como grotesco.
Debo como mínimo comentar el trabajo bestial de Simon Bisley, exagerado y pesadillesco, y con aplicación de color directo. Indispensable para entender que, aunque el comic no se tome tan en serio, su parte sí es cosa seria. Y para completar el dream team, Todd Klein en globos y letreado, con un trabajo ultra preciso, logrando que Death, al leerlo, suene en tu cabeza como corresponde.
En resumen, Judgment on Gotham puede ser para alguien el primer comic tanto de Batman como de Judge Dredd, ya que les sienta bien a los dos, y de ahí a rastrear lo que ha hecho con ambos personajes Grant, que es bueno y no es poco.

Batman: The Last Arkham, con Norm Breyfogle (Shadow Of The Bat N° 1-4. 1992)

Escribe Mariano Sicart

Batman y Victor Zsasz
The Last Arkham

Acompañando el estreno mundial de Batman Returns en cines, el entonces cauto editor Denny O’ Neil da verde a la cuarta serie mensual de la línea, Shadow Of The Bat, que tendría al escocés como escriba titular y se enrolaría en la continuidad del personaje, a diferencia de Legends Of The Dark Knight. El primer arco argumental recayó en el ya consolidado (y siempre rendidor) team Grant-Breyfogle-Mitchell, quienes se despachan en El último Arkham con una interesantísima historia de cuatro partes cuya relevancia futura sería decisiva, por muchos y muy diversos motivos. Años después, la edición en español de esta saga significaría el arribo de Grupo Editorial Vid al país, puesto que los mexicanos habían rosqueado con DC los derechos para ubicar sus saldos en el cono sur allá por 1995, tras perder su licencia nuestra Editorial Perfil.  

La trama inicia con la reconstrucción del viejo asilo para criminales dementes de la ciudad, con una estructura de tipo panóptico ideada por su nuevo director, el psiquiatra conductista Jeremiah Arkham, sobrino del viejo Amadeus, enajenado personaje creado por el compatriota Grant Morrison junto a Dave McKean. Puertas afuera tiene lugar una ola de asesinatos sospechosamente realizados con el modus operandi de un interno, el sádico Mr. Zsasz, que preocupa tanto a la Policía de Gotham, quienes creen que se trata de un imitador, como al propio Batman, incapaz de identificarlo. El vigilante incurre en un comportamiento cada vez más errático, hasta agredir violentamente a un efectivo, por lo que es apresado en el nuevo Arkham Asylum, al tiempo que un desconcertado Nightwing pretende ayudar con el caso.

El nivel artístico de esta saga es, por mucho, muy superior a la media de calidad que uno puede encontrar en un título mainstream, tanto en el momento de su publicación (hace exactamente tres décadas), como actualmente. Un guión muy bien pensado, que se descuelga con potentes cliffhangers, inesperados giros narrativos y la presentación de, no uno, sino dos villanos: Jeremiah y Mr. Zsasz. Una pena que debido a la elevada violencia de su accionar, el segundo haya sido muy poco aprovechad con posterioridad a La Bruja, al margen de sus apariciones en el medio audiovisual. La faz gráfica encuentra al mejor Breyfogle, quien sorprende desde el dinamismo de su puesta en página, gran expresividad en los personajes, enfoques jugados y una notable espectacularidad al momento de la machaca. Las portadas de Brian Stelfreeze son la frutilla del postre.

Makabre, con Quique Alcatena (1991. ¿O 1998?)

Escribe Maximiliano Britos

Makabre
Makabre, con ilustraciones de Quique Alcatena

Makabre. Por Alan Grant y Quique Alcatena. Me parece imposible que esa dupla no generara expectativa entre los comiqueros fanatizados con el queridísimo guionista del legendario Batman  editado por Perfil, y con nuestro tesoro nacional en el dibujo.

Yo sin estar muy enterado de nada, paseando por Fantabaires a una muy corta edad con mi papá (10 años, quizás 11), tengo el recuerdo de un tal Andrés Accorsi asaltándome en medio del evento, diciéndome que si me gustaba Spawn y Batman, tenía que leer esta gema, que era dibujada por Alcatena (¿quién?), que de este comic afanaron banda para crear al engendro favorito de McFarlane. Cuestión que entendí poco y nada, pero es el primer comic que me compré en un evento, con mis pocas chirolitas guardadas, y le tengo un especial afecto.

La historia detrás de la edición nacional (Comiqueando Press) no es extensa ni una gran complicación, pero en resumidas cuentas, la historieta original fue publicada en el 91, se recopiló, la editorial fundió, y Quique se redibujó todas las páginas para sacarlo nuevamente, acá. ¿Hacemos copypaste con una explicación digna?

Esta historia que ustedes están por leer es un estreno absoluto, pero de 1991. ¿Cómo es esto? Trataremos de explicarlo de un modo sencillo.

Makabre, la impactante creación de Alan Grant y Quique Alcatena, debutó en 1991 en la revista inglesa Toxic, con una historia de 50 páginas serializada en varios episodios de entre 7 y 10 páginas cada uno. La historieta se publicó a color, para lo cual Alcatena pintó uno por uno los 50 originales a mano. Es decir, no existió una versión en blanco y negro de la obra. Los originales viajaron a Inglaterra y quedaron en manos de la editorial Apocalypse que, tras reeditar todo Makabre en un solo volumen, quebró y desapareció. Se perdía así -luego de apenas dos publicaciones en un solo país- una obra potencialmente seminal para el comic de los 90s, sobre todo porque anticipaba muchos de los tópicos que, apenas un par de años después, se alzarían como paradigma del superhéroe de fin de siglo.

En una de esas tantas (y tan placenteras) charlas que tuvimos con Quique y Alan durante las visitas de este último a las distintas ediciones de Fantabaires, surgió la idea de rescatar a Makabre del olvido. Pero los originales no estaban y -en caso de aparecer- estarían a color, un escollo imposible de sortear para una editorial tan pequeña como esta. Quique enseguida encontró la solución: se disponía a redibujar las 50 planchas de Makabre en blanco y negro! El dibujante quería a toda costa cambiar el diseño del personaje que -si bien apareció un año antes- se parecía bastante al del hoy mega-popular Spawn, seguramente para evitar odiosas comparaciones. Y puestos a introducir cambios, surgió la idea de darle a la historia un formato de 48 páginas, mucho más fácil de comercializar en todo el mundo (en Inglaterra se trabaja con el formato de 50 páginas porque es habitual imprimir planchas de historieta en las contraportadas).

Absolutamente fiel al guion de Alan Grant del 91, este es el Makabre modelo '98, remixado y corregido por Quique Alcatena y publicado por primera vez en castellano y en blanco y negro. Es un verdadero honor y un enorme placer para Comiqueando Press poder presentarle al público de habla hispana esta historieta (tremenda en su contenido, hermosa en su realización) que casi muere con una editorial inglesa y que representa, sin dudas, la más fructífera colaboración entre esos dos ídolos indiscutidos que son Alan y Quique.

Y atenti, que hay una secuela! Grant escribió una segunda saga, de la cual Alcatena llegó a dibujar un solo episodio, hasta que la noticia del cierre de Toxic dejó a Makabre sin hogar. Si el lector que hoy lo descubre nos lo pide, Makabre volverá. Cuídense, pecadores! - Andrés Accorsi

Makabre por ende, tanto en mí como en varios lectores, tiene un lugar especial (y seguro en los que me llevan un par de años, el lugar es más grande). La historieta sinceramente no puedo recomendarla como uno de los guiones más innovadores que haya leído, y la teatralidad de Makabre al expresarse varias veces parece más una parodia cómica que algo serio. Un justiciero oscuro, violencia urbana, mundo distópico, implicancias religiosas. Los 90 condensados en un comic, sin más.

Pero es un comic para leer. No van a perder la cordura, pero se van a entretener. Para conocer al Grant con el poder de moldear un ambiente dark and gritty de los 90, como para disfrutar de forma obligada al siempre enorme Quique Alcatena.

Batman: Saturday Night at the Movies, con Norm Breyfogle (Batman #459. 1991)

Escribe Maximiliano Britos

Jim Gordon, Batman #459
Batman #459

Este número puntual de Batman, tiene una magia particular. No hay ningún villano importante de la galería del murciélago debutando o destrozando todo en sus páginas. Es un comic introspectivo, con corazón. Y como no podía ser de otra forma, ese corazón es encarnado por Jim Gordon, en una historia que no exige al lector conocimientos de continuidad excesivos ni seguir más números para poder concluir un arco. No, es una trama autocontenida.

La noche de películas tiene a "The mark of the Zorro" como protagonista. Ya nos vemos venir para donde puede ir la cosa. Breyfogle tiene tiempo de lucirse en escenas de acción, y la trama cae en un paralelismo entre un chico que quiere ir a ver una película de cucarachas (que en lo personal, también me parecía lo más interesante de la cartelera) y nuestro querido Bruce. ¿Cómo? Y... habrá que leer.

La adicción de Jim por la nicotina tiene su punto de quiebre en este número, en el que hay confesiones, retrospectiva y superación de temores. 

No hay mucho más por comentar al respecto. ¿Es un número indispensable? En lo absoluto. Pero viendo tantas facetas de Grant, me pareció oportuno destacar una obra donde la humanidad es clave y las aventuras están en un segundo y alejado plano.

Anarky #1-4 , con Norm Breyfogle (1997)

Escribe Matías Espantoso 

Anarky
Anarky

Anarky es un personaje creado por Norm Breyfogle y Alan Grant en Detective comics #608 en 1989. Inicia sus andanzas como un vigilante enmascarado que comulga con el anarquismo, pensamiento político con el que se identificó el guionista. Definido gráficamente por sus creadores como un mash-up entre V (de V for Vendetta) y “spy vs spy”. En Detective comics #609 se revela que la persona que está bajo la máscara es un adolescente brillante a nivel académico, que cree que hay que derribar al sistema. Según las palabras de Grant su intención era dejar un personaje que pueda ocupar el manto de Robin (hacía poco que había muerto Jason Todd), pero la idea no caló en el editor. Años después el personaje muere y no se encuentra su cuerpo. 

La miniserie fue publicada en 1997 y consta de 4 números. Al comienzo de la miniserie se revela que Lonnie Machin (el púber bajo la máscara) no murió, sino que aprovechó su supuesta muerte para mejorar físicamente e incrementar la actividad cerebral de ambos lados de su cerebro (Limitless muérete de envidia) usando una máquina y con la certeza de que tiene que de alguna forma revertir la idea de que el orden natural de la humanidad es estar al mando de líderes y que cada uno tendría que ser su propio líder. En el primer número se encuentra con Etrigan, y lo indaga sobre la naturaleza del mal, con pelea con demonio de por medio, y con un final bastante interesante. En el segundo número el conflicto es con Darkseid, y lo interesante de este número es ese choque de personajes, el vigilante urbano sin dios ni amo, enfrentado al dios oscuro y amo de Apokolips, con algunas páginas a modo “Educando al soberano” con frases filosóficas de autores clásicos, a mi gusto el mejor número de la miniserie. Los últimos dos números son con Batman de invitado y son un poco más predecibles, sin embargo sigue quedando un buen sabor de boca. El hecho de usar a personajes de Jack Kirby para la historia y encontrar al guerrero urbano junto a demonios o mundos mitológicos le da un contraste genial que me termina de cerrar con el monólogo filosófico del protagonista. 

Luego de esta miniserie hay una serie regular de 8 números bastante irregular por los problemas que tuvieron los autores con Dennis O’Neil, el editor de Batman en esa época que terminó con Alan Grant alejándose de DC.

Una interesante miniserie de un personaje no tan usado en el universo de Batman (los creadores le ofrecieron a DC comprar el personaje para usarlo sin restricciones, obviamente se negaron), ni tampoco por los críticos yankis (recuerdo leer una Wizard con el puesto número 1 al peor personaje).

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Escrito por:
Staff de Ouroboros
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