El gato del rabino es una de mis series favoritas de la historieta europea de este siglo y, en Argentina, tenemos la suerte de que la esté publicando Hotel de las Ideas en tres volúmenes integrales de gran calidad y a un precio muy accesible. En esta nota, nos ocuparemos particularmente del segundo de esos tres tomos que reúne el cuarto y el quinto álbum francés.
En estos álbumes, Joann Sfar (mundialmente aclamado por ser el co-creador de La Mazmorra con Lewis Trondheim) aprovecha su ascendencia judía europea por línea materna y sefardí por línea paterna para meternos en esa cultura maravillosa y muy poco conocida tanto para los lectores europeos como para los americanos.
¿En serio creían que se iban a salvar del contexto histórico?
Como sabrá cualquiera que haya tenido que leer el Cantar de Mío Cid en el secundario, el sudeste de la Península Ibérica fue invadida por los árabes del norte de África y recuperada por los reinos cristianos en las llamadas “Guerras de la Reconquista”. Este fue un proceso de siglos que se inscribe dentro de las cruentas guerras religiosas de la edad media pero que no se limitó al plano bélico ya que la influencia árabe en el sur de España dejó profundas huellas en su cultura, su arte y su (nuestro) idioma. Cualquier palabra que empiece con “al” probablemente sea un aporte del árabe al castellano: almohada, almena, alfajor... sí, lamento arruinarles la ilusión pero el alfajor no es un invento argentino.
El caso es que el triunfo definitivo de los reinos cristianos sobre los islámicos se produce con la toma de Granada (último reino que permanecía en poder de los moros) y el consiguiente decreto que ordenaba la expulsión de todos los no cristianos de los territorios dependientes de los Reyes Católicos en 1492.
Ocurre que “todos los no cristianos”, incluían a un tercer grupo religioso que había convivido más o menos pacíficamente con los otros dos: los judíos.
Muchos de estos judíos hispánicos se convirtieron al cristianismo para poder quedarse en el país en el que vivían desde hacía generaciones. Otros, para mantener sus creencias religiosas emigraron a los reinos vecinos de Portugal y Navarra de donde también fueron expulsados pocos años después. Finalmente, terminaron asentándose (junto con los árabes que sufrían el mismo proceso de migración forzada) en el Magreb. Esos son los judíos sefardíes.
Una serie imperdible
De esta enorme riqueza cultural surge una de las principales virtudes de la serie que es un verdadero crisol de personajes que no paran de deleitarnos con sus interacciones y su diversidad: jóvenes, adultos y ancianos; árabes, bereberes y europeos; judíos y musulmanes; padres e hijos; maestros y discípulos; ortodoxos y moderados... todo visto desde la perspectiva de un gato atorrante que de a ratos obtiene el don del habla y de a ratos vuelve a perderlo.
El recurso de focalizar la narración en un animal e incluso hacerlo hablar tal vez no sea el más novedoso (ya lo habían usado Saki y hasta Tolstoi) pero alcanza un resultado genial porque el gato, a veces, aporta una mirada adánica que desnaturaliza las conductas humanas generando el extrañamiento del lector. Pero otras veces acepta lo fantástico y lo extraordinario con la naturalidad de lo evidente.
Otro aspecto destacable de la serie viene dado por otra característica del autor que es su formación en filosofía. Más allá de las aventuras, los viajes, las fábulas contadas por su abuela y las situaciones cómicas que llenan cada volumen de tapa a contratapa, siempre subyacen temas de carácter, político, moral, religioso y, en el fondo, filosófico. Esto le aporta a cada álbum y a cada pequeño conflicto una profundidad que permite ir siempre un paso más allá de la lectura superficial del relato.
Y ahora me preguntarán: “Pero, profe, si te gustaba tanto la serie ¿por qué esperaste al segundo tomo para reseñarla?”
La respuesta es que este segundo volumen recopila mis dos álbumes favoritos.
El paraíso terrenal (2005)
Tras su primera aparición en el álbum homónimo, este tomo es protagonizado por el mejor secundario de la serie: el Malka de los Leones. ¿Qué sabemos de él? Este personaje extraordinario de piel oscura y ojos azules es primo de nuestro rabino Sfar. Es un artista de la narración y el canto que puede interpretar en arameo, hebreo, ladino, español y árabe. Lleva un fusil, cuchillo, espadas y atraviesa el desierto descalzo en compañía de su león. La palabra “Malka” en hebreo quiere decir “Reina” y habitualmente es usada como nombre de mujer, mientras que, el artículo delante del nombre propio y el epíteto que lo acompaña son señales del enorme prestigio del personaje. Y es que El Malka de los Leones es un héroe y una leyenda entre las juderías del Magreb.
Cierto que parte de ese enorme prestigio proviene del viejo truco de aterrorizar a los sencillos habitantes de los pueblitos con el león para, acto seguido, hacer una providencial aparición que pone al “feroz” animal en retirada. Pero esta estratagema no implica que el Malka sea un fraude ya que en numerosas situaciones de peligro real ha dado sobradas pruebas de valor.
El único problema es que su león se está volviendo viejo y ya no asusta como antes... y para ser sinceros, el Malka tampoco se está volviendo más joven.
¿Qué pasa con los héroes cuando envejecen? ¿Pueden conservar su valoración social fundada solo en las hazañas del pasado? ¿O acaso será mejor que desaparezcan para que siga viviendo su leyenda?
Este es el dilema alrededor del cual gira todo este hermoso álbum y la resolución (de la que obviamente no voy a hablar) es perfecta tanto desde lo técnico como desde lo emotivo.
Jerusalén de África (2006)
Y cuando la cosa parecía que no podía mejorar, Joann Sfar se saca de la galera esta joya y esta caricia a todos los amantes de la historieta de aventura y, particularmente, de la obra de Hugo Pratt.
Un judío ruso, llega a Argelia escondido en una caja de libros sagrados. Como no le entienden, lo llevan con el único otro ruso del pueblo, un militar zarista que se escapó de la revolución. Resulta que la caja y el hombre escondido en ella extraviaron el camino. En realidad, él debía llegar a Adis Abeba, donde pensaba hallar una ciudad perdida habitada por... ¡judíos negros!
Así que el judío que se pasó la vida escapando de los pogromos; el oficial zarista (que seguramente habrá participado de varios); el rabino Abraham Sfar; su primo musulmán, el jeque Mohammed; el gato de uno y el burro del otro se suben a un Citroën con orugas al que le pintaron la bandera imperial rusa y una estrella de David y parten rumbo a Etiopía en un homenaje a Los Escorpiones del Desierto más digno de la obra de Pratt que ninguna de las franquicias que continuaron oficialmente los títulos del veneciano después de su muerte.
Todos los grandes temas del tano son revisitados en este álbum: la aventura como motor central de la acción pero también el absurdo del fanatismo y la violencia que acarrea; la posibilidad de recurrir al humor gambeteando el cinismo; la amistad y el amor como valores humanos universales capaces de trascender los conflictos políticos y religiosos.
En algunas viñetas, hasta homenajea las pinceladas de Pratt.
Mención aparte merece la aparición de Tintín cuando pasan por el Congo Belga, aunque el intrépido reportero del jopo engominado y su colonialismo más que homenajes reciben puros palos.
En conclusión: El dibujo aunque efectivo, por momentos, puede resultar decididamente feo, la estructura narrativa, a veces parece demasiado dispersa y las bajadas de línea pequeño-burguesas sobre la revolución bolchevique se podrían haber evitado. No obstante, estamos ante el mejor tomo de una serie totalmente indispensable de la historieta europea y mundial de este siglo porque te cuenta esas historias que nadie más te cuenta desde una perspectiva única, personal y siempre honesta.
A disfrutarlo y a esperar el último.