Secret Warriors v06 – Wheels within wheels
(números #24 a #28, con fecha de tapa entre marzo y septiembre de 2011)
Y llegamos al final de Secret Warriors. Se siente como un momento importante para la sección, no sólo porque significa un paso más hacia completar esta titánica tarea que es reseñar todo lo que hizo Jonathan Hickman en sus prolíficos primeros 7 años en Marvel, sino porque es la conclusión de la serie con la que abrimos este recorrido.
El arte de este último libro quedó en manos del equipo más constante (y consistente) a lo largo de la serie: Alessandro Vitti en lápices (con una ayudita del futuro superestrella David Marquez en el primer número), colores de Imaginary Friends Studios (ahora IFS) y las letras de Dave Lanphear.
Hace dos meses habíamos dejado a los guerreros secretos en un momento de impasse. Triunfantes, porque le habían asestado un golpe mortal a Hydra (e Hydra había hecho lo suyo con Leviathan). Pero derrotados, porque el costo de la victoria fue terrible: traicionados, desmoralizados, con un miembro en coma y dos muertos.
Este libro, así como el arco final, se llama Wheels within wheels y que mejor nombre que este (“ruedas dentro de ruedas”) para describir lo que venía haciendo Juancito hasta el momento, y lo que todavía solo era un plan a mediano y largo plazo. Al mismo comienzo tenemos un flashback, ominosamente precedido por una página de Nick Fury en un cementerio, donde el maestro de los espías recluta a su hijo un año antes de que la historia que hemos estado leyendo se desencadenara y deja entender que este enfrentamiento tripartito venía gestándose hacia décadas. Estos eran cabos sueltos desde hacía rato, y había llegado la hora de atarlos.
Lo que sigue es un entretenido interludio donde vemos a Mikel Fury reclutar su equipo gris, que incluye el primero de muchos guiños a la serie hermana S.H.I.E.L.D. Este equipo es más atractivo que los guerreros secretos, quienes recordemos, no fueron creados por Hickman, sino que fueron “heredados” de la etapa de Bendis en The Mighty Avengers. El delire del equipo gris, que incluye una guerrera salida de un libro de Mignola que blande un inmenso maso obtenido por un rey hiperborio de las manos de un demonio en tiempos inmemoriales, es tanto prueba de la desmesura de la imaginación de Juanito, como de su vocación por trollear al público, ya que desaparecen sin nunca verlos en acción. Su sacrificio redunda en la destrucción de la última base de Hydra, pero le cuesta al protagonista la vida de su hijo.
De allí retrocedemos aún más en el tiempo, a los sesenta, para finalmente descubrir el origen del juego a tres puntas disputado entre Fury, Hydra y Leviathan. Sentados en la mesa principal en la ciudad subterránea de Pieta por invitación de Leonardo Da Vinci, el mismo que conocimos en los años cincuenta en el primer volumen de S.H.I.E.L.D., los miembros del Zodiaco acuerdan a dejar de lado la desconfianza de la guerra fría a cambio de un botín tecnológico que prometía destrabar el conflicto global.
Si bien el costado de la historia que involucra a Leonardo y sus motivaciones ulteriores queda medio en el aire (a espera del siguiente volumen de S.H.I.E.L.D., tal vez), en efecto este despliegue termina por resolver pistas ofrecidas al lector en los primeros volúmenes de la serie en la forma de gráficos y organigramas. Todo el conflicto hunde sus raíces en un pasado lejano, que además tiene relación con la (nueva) antigua historia de la organización norteamericana que Hickman labró en sus títulos.
Este paseo por el pasado también desencadena la resolución de la historia, revelando las últimas fichas que quedaban ocultas y empujando el primer dominó que genera la reacción en cadena. Como descubre pasmado el pobre Barón Strucker, todos estuvieron trabando para Nick Fury desde un principio. Esto incluye al Kraken, quien nos es revelado no es el nazi Whithall sino Jake Fury, hermano de Nick. Personaje solo conocido para los más adeptos, creado por Stan Lee y Jim Steranko en los sesenta, Jake fue un criminal de poca monta conocido como Scorpio, apodo que Hickman usa como guiño para sentarlo en la mesa de Zodiaco.
Lo que queda es todo cuesta abajo, una demostración práctica de la omnipotencia de Nick Fury, quien no solo lo baila sabroso a Strucker, sino que aparece jugando un juego tan largo que el resto de los jugadores se olvidaron que estaban participando en él. LMDs, que descubrimos tienen base en perdida tecnología renacentista, manipulación de los gobiernos globales, ninguna acción está por fuera del repertorio del espía más grande del mundo.
Si la resolución aparece como anticlimática, esto es deliberado. Más que un desenlace, las clásicas peleas a puño cerrado que caracterizan a los clímax de las historietas de superhéroes, el final parece un epílogo. Es que sólo queda ver como caen las fichas, cuyo movimiento fue pautado mucho antes, décadas incluso. Fury no gana con superfuerza o una tecnología increíble, sino con una serie de revelaciones, apretones de manos y operaciones políticas.
Para dejarlo en claro, Fury ya había ganado desde el primer panel, solo que nosotros no lo sabíamos. En este sentido, es un gran cómic de espías. Es, además, un gran género para mostrar y desarrollar las dotes de guionista de Hickman, quien siempre escribe como un conspiranoico controlador que goza de atar cabos y largos juegos que son resueltos muchos números después. No es claramente lo mejor que hizo el escritor en Marvel, pero es un gran ejercicio de confianza teniendo en cuenta que fue su primera serie.
Quizás lo más criticable de este gran primer ensayo de Hickman sea el trabajo con los personajes. Salvo algunas honrosas excepciones como Phobos, no encontramos grandes arcos o desarrollos satisfactorios para los protagonistas de esta historia. Fury es, como señalamos en nuestra primera reseña, un vehículo perfecto para el juego de “ruedas dentro de ruedas” que el guionista gusta armar con sus comics. Pero quizás por eso mismo aparece más como un plot device, un mecanismo de la trama, que como un personaje totalmente realizado, como si lo eran contemporáneamente Reed Richards y Dr. Doom.
En cuanto a los lápices, David Marquez hace un gran trabajo, y hace desear que hubiese sido más de la partida. Vitti no se queda tan atrás y hace laburo a la altura de lo mejor que hizo en la serie. Aunque también podría decirse que un punto flaco sea el dibujo que, si bien correcto, dista de las alturas que futuros colaboradores de Juanito sabrán alcanzar.
Finalmente, la historia cierra con una cumbre entre Fury y Steve Rogers en la tumba del segundo, el mismo lugar donde la historia había comenzado. Allí aprendemos que el espía se “retira”, pasando la antorcha de S.H.I.E.L.D. a Daisy y los sobrevivientes entre los Secret Warriors. Efectivamente, Fury sería regalado con un buen descanso por parte de la editorial, desapareciendo de las páginas de los comics de Marvel por alrededor de 3 años, cuando se vería en el centro del poco querido evento comandado por Jason Aaron, Original Sin.
Con la historia de los guerreros secretos terminada, el mes que viene nos dedicaremos a reseñar otro final. Esta vez le toca a S.H.I.E.L.D., la malograda miniserie que tardó más de un lustro en terminar. Nos leemos entonces.
También podés leer:
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 1: Secret Warriors: Declaration
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 2: Secret Warriors Vol. 1
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 3: Dark Reign: Fantastic Four
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 4: Secret Warriors Vol. 2
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 5: Secret Warriors Vol. 3
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 6: Fantastic Four vol. 1
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 7: Fantastic Four Vol. 2
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 8: S.H.I.E.L.D. Vol. 1
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 9: Fantastic Four Vol. 3
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 10: Secret Warriors Vol. 4
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 11: Secret Warriors Vol. 5
- El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 12: Fantastic Four Vol. 4