Fantastic Four by Jonathan Hickman vol. 5: Forever y FF by Jonathan Hickman v03: All Hope Lies in Doom
(incluye Fantastic Four #600 a 604 y FF #12 a #16, con fecha de tapa entre enero y mayo de 2012)
Con la “extravaganza” de 100 páginas y media docena de artistas en el número 600, Fantastic Four vuelve como revista y retoma el numerado original. Pero FF no desaparece, sino que corre como un título paralelo, dándole más páginas a Jonathan Hickman para desarrollar lo que la contratapa del volumen promete es el “clímax” de su épica etapa frente a la Primera Familia.
Si en la reseña anterior no pude ocultar mi decepción por como el segundo volumen de FF cortó el momentum que venía construyendo Hickman en los últimos libros, queda aquí en claro que lo que jugó en contra fue la matemática del departamento editorial, que pedía guardarse lo mejor para un número con muchos ceros. Pero una vez que hubo luz verde, finalmente, para que empiecen a caer los dominós, tenemos por fin un verdadero desenlace a todas las líneas argumentales y pistas que fue dejando Juanito a lo largo de sus dos años y monedas al frente de la historieta. Una conclusión que es sorprendente, emocionante, por momentos emotiva, a veces también confusa, pero siempre épica en escala y ambición.
Vale aclarar que por la naturaleza de las serializaciones aquí reseñadas, en esta columna no estamos lidiando con un TPB de poco más de un centenar de páginas como hemos hecho mayormente hasta esta parte, sino con aproximadamente el triple de material. En este caso, la lógica interna del relato manda que la mejor manera de leer estos dos volúmenes recopilatorios es emulando el orden de salida, comenzando con Fantastic Four #600 y luego intercalando sucesivamente un número de cada serie (FF #12, Fantastic Four #601, FF #13, etc.). Este es justamente el orden que respetan posteriores ediciones expandidas que incorporar la etapa completa de Hickman.
En cuanto al equipo creativo, si la vez pasada me pareció que había mucha rotación esta vez la nómina estalla, cortesía de los muchos back-ups que incluye el #600 y el lanzamiento de un segundo título paralelo. Pero es difícil enojarse cuando el line-up es de este calibre. Del arco central “Forever” se encargan los dos dibujantes principales, Steve Epting y Barry Kitson, tomando el primero los números 600, 601, 604, y el segundo de 602 y 603. Kitson entintó sus propias páginas y Epting contó con la colaboración habitual de Rick Magyar y Mark Pennington. Los colores son de Paul Mounts.
Por el lado de los invitados del #600, tenemos un verdadero seleccionado de artistas idiosincráticos con pedigrí mayormente indie. Carmine Di Giandomenico y Andy Troy nos cuentan “¿Qué pasó con Johnny Storm?". Ming Doyle y Jordie Bellaire se meten en la menta de la “Reina Negra” Medusa. Leinil Francis Yu, Gerry Alanguilan y Javier Tartaglia nos invitan a visitar “El Arca”. Por último, Farel Dalrymple y José Villarrubia juegan con los “Recuerdos” de Franklin Richards.
Por el lado de FF, tenemos nuevamente un equipo doble. Los números 12, 13 y 14 fueron dibujados por Juan Bobillo y entintado por Marcelo Sosa, dupla argentina recordada mayormente por Anita, La hija del verdugo publicada por Editorial Ivrea (y, si son de cierta edad, por sus clásicos ilustrados que venían con revista Genios). Los números 15 y 16 tiene lápices y tintas de Nick Dragotta, que había debutado con unas páginas sobre el funeral de Johnny, y que se convertiría en un colaborador de Hickman en East of West. Los colores en los trabajos de ambos equipos fueron de Chris Sotomayor. Mientras tanto, cada palabra de todo lo descrito arriba (salvo las páginas de Dalrymple, letradas por el mismo) fue escrita por Clayton Cowles.
Desde el comienzo, el conflicto está estallando en los dos frentes. Por el lado de Fantastic Four, la reunión en el edificio Baxter con los Avengers, pensada como una acción proactiva contra las nuevas ínfulas de los Inhumans rápidamente deviene en la base del esfuerzo de defensa contra la invasión de los Kree. En FF, por otro lado, Valeria y los niños de la Fundación usan la maquinaria oportunamente instalada el número anterior para escapar del foco del ataque, para mudar tres pisos enteros del edificio a las afueras de Latveria. Desde allí, el conflicto se ira desenvolviendo de manera paralela y finamente calibrada, con los eventos de un título teniendo eco en el otro y viceversa, hasta los últimos números, donde podemos ver los mismos acontecimientos retratados por los dos diferentes artistas.
En la división de tareas, la parte de la acción cayó claramente del lado de Fantastic Four¸ que se concentra en la batalla librada sobre los cielos y en las calles de Manhattan. Epting se luce en la gran escala del conflicto, ilustrando el emotivo y heroico retorno de Johnny Storm desde la Zona Negativa, acompañado por una cohorte de aliados y el control de la Annihilation Wave.
No quiero dejar de mencionar tampoco algunos momentos de comedia muy logrados por Hickman (un chiste de Cap me hizo reír con ruido). Si bien el escritor logró su fama siendo cerebral y solemne, no quita que puede sacar una sonrisa cuando se lo propone. Namor es otro personaje que se destaca con su profesión de amor por Sue, quien sabemos jugará un rol muy importante de cara a lo que se viene en el Hickmanverso.
De este frente quizás lo único que haya que lamentar es que, justo en el momento en que la escala de la batalla crece exponencialmente con la introducción de Galactus y los Celestiales locos, le toca el turno a Kitson, a quien no me canso de pegarle. Que su dibujo no es el más idóneo para conferir la inmensidad de lo que está pasando (“Es todo demasiado grande”, dice Reed) queda claro en la decisión de meter sus números en medio y darle las riendas del desenlace finalmente a Epting de nuevo.
En cuanto a los back-ups, algunos ofrecen información instrumental para seguir los eventos de “Forever”, como los dibujados por Di Giandomenico y Yu, mientras que otros son episodios más bien complementarios, como los de Doyle y Dalrymple. Lo que es cierto para todos es ellos es que los equipos creativos fueron elegidos deliberadamente por su sensibilidad, que encaja a la perfección con el guión que ilustran. Por otro lado, volver a ver trabajos anteriores de Lenlil Francis Yu permite apreciar el crecimiento del artista en contraste, por ejemplo, de lo que estuvo haciendo de nuevo junto a Hickman en X-Men estos pasados años.
Mientras tanto, FF se encarga de lidiar con el resto de los personajes que integran la Primera Familia, así como de ir atando los cabos sueltos. Cada hecho que carecía de explicación o parecía salido de la nada comienza a alinearse aquí como parte de un gran plan supervisado por Nathaniel. Ante la inminencia de una serie de eventos catastróficos que en su concatenación traerían el fin de la humanidad, y entendiendo que existen hechos inamovibles incluso para un viajero del tiempo (la desencadenante reunión de Reed con el Consejo es uno de ellos), el abuelo Richards estuvo moviendo las fichas lentamente con el fin de espaciar esos eventos, de forzar entre ellos el aire suficiente para que la raza humana salga airosa.
Valeria, Franklin y el “tío” Doom serán los dos protagonistas de estos esfuerzos, que verá a los niños de la FF abrir el portal interdimensional e intentar retrasar todo lo posible que la ira de los Celestiales locos llegue al 616. En el camino se queda el Reed malvado, que en algún momento de la catástrofe recuerda que tiene corazón y que todo lo hizo por el bien común.
Levanta mucho la serie que se haya elegido dos equipos creativos tan idiosincráticos para hacerse cargo de FF. Bobillo muestra acá un estilo más angular y tosco, más cerca del John Romita Jr. de Kick-Ass que de su Anita, por momentos. En algunos casos puntuales, como Dragon Man, el diseño es casi irreconocible en comparación con lo que venía viéndose hasta el momento. Por otro lado, Dragotta la rompe mal, aportando su plasticidad en la perspectiva y el dominio del lenguaje de la historieta en el diseño de viñetas y onomatopeyas, que viene muy a mano para retratar la escala descomunal y cósmica de lo que está pasando en sus números. La ilustración del Franklin futuro que le habla en su cabeza al Franklin niño como una silueta vacía me parece una genialidad.
Como delata este último punto, el remate del intrincado plan del abuelo Nathaniel incluye alimentar el Yunque de Sol construido por los Reeds y potenciado por las 4 Ciudades, y luego la irrupción de Valeria y Franklin adultos, devenido este último en un ser tan poderoso que tiene al mismísimo Galactus como su heraldo. El origen de ese poder, bastante nebuloso, se atribuye todavía a su condición mutante supra-omega. Si Franklin es o no mutante es uno de los hechos que más ha ido cambiado a lo largo de los últimos años de continuidad en Marvel, por lo que es difícil seguirle el hilo, casi tanto como saber quién se supone que es el padre de Wanda en cada momento dado.
Terminada la epopeya, o por lo menos en conflicto central, llega entonces el momento de los veredictos ¿Funciona la etapa de Hickman en el global?
Como siempre es el caso con los trabajos del escritor, su ambición y escala son a la vez su punto fuerte y su punto débil. Ver cómo cada pieza puesta con cuidado a lo largo de los años va confluyendo en la resolución de una lucha de escala demencial es emocionante y sorprendente. Que el clímax sea producto de una construcción deliberada hace que se sienta como algo ganado, casi como ver la final de un mundial. Además, toma y potencia los aspectos que la tradición de los superhéroes a elegido destacar del medio historieta, como su carácter serial y expansivo. Incluso releyendo de manera regular la serie para estas reseñas tuve que hacer fuerza y releer para recuperar precisamente que había pasado con Valeria y Franklin adultos, hace ya tantos meses.
Por otro lado, se corre el riesgo que lectores adictos a buscarle el pelo al huevo (a quienes no podemos por otro lado culpar de ser como son porque es el tipo de lector que incentivan Marvel y DC) se bajen del tren de la emoción porque un detalle fuera de lugar o una decisión que no les parece lógica los sacó de la historia. Este siempre es un riesgo que se corre cuando se juega con la narrativa como lo hace Juanito, y es, sospecho, la razón por la cual cosecha tanto fans como detractores. Claramente yo me ubico entre los primeros, pero entiendo que es porque privilegio que las historias, incluso las historietas de ciencia ficción sesuda, cierren emotivamente y en las motivaciones de los personajes, a que la serie de misterios se resuelva con precisión milimétrica.
En este sentido, y como he venido remarcando desde que comencé a reseñar Fantastic Four, una de las cualidades redentorias de este trabajo con la Primera Familia es que le permite poner en el centro de la ambición sci-fi un corazón que late en las relaciones que atan a este equipo. Si habría que resumir el run en una frase, esta seria “la familia te salva” (siento mucha urgencia de hacer un chiste con Toretto, pero lo dejo en solo nombrarlo). Son ulteriormente esos lazos que separan a nuestro Reed de los otros miembros del Consejo, lo que es martillado con muy poca sutileza con la salvada final del Franklin recontra poderoso.
Podríamos ponernos a discutir los méritos sociohistóricos e ideológicos de poner un elogio de la familia monogámica heterosexual (y encima todos rubios) como tesis central de una obra. Pero sostengo que aquí funciona por dos razones. Primero, porque ata la locura cósmica a conflictos humanos que lo hacen más cercano a nosotros y lo dota de mayor volumen dramático. Por esta razón el Reed de Hickman es más atractivo como personaje que su Nick Fury. De hecho, hacer del conflicto interno de Mr. Fantastic entre ser un robot maquinador desquiciado y un hombre de familia casi cuenta como meta-comentario sobre el lugar de Hickman como guionista.
Segundo, porque al final del día que los Cuatro Fantásticos, antes de un equipo, son una familia, es uno de los hechos que los distingue de otros combinados superheróicos. Es una de las piezas fundamentales que los hacen ellos, y acá Juanito lo explota para hacer una etapa que quedó en los anales de la serie.
Finalmente, como no puede ser de otra manera, quedan algunos cabos sueltos, especialmente por el lado de Valeria, cuyas buenas intenciones son puestas en tela de juicio y, sobre todo, Doom.
En la próxima entrega, una suerte de vuelta olímpica y la última dedicada exclusivamente a los Cuatro Fantásticos, veremos que hace Hickman con estos cabos sueltos en sus dos últimos volúmenes de Fantastic Four y FF, antes de ser ascendido y que le den la llave de la Mansión de los Avengers. Nos leemos entonces.
Para seguir el orden de lectura: Guía de lectura del Universo Marvel de Jonathan Hickman
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