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El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 2: Secret Warriors Vol. 1

Todo lo hecho fue en nombre de una mentira

El Universo Marvel de Jonathan Hickman, parte 2: Secret Warriors Vol. 1

En la segunda entrega de lo que esperamos sea una larga serie, continuamos encarando la masiva historia que el maestro Jonathan Hickman creó entre 2009 y 2015, con todo el Universo Marvel como su lienzo.

Secret Warriors vol. 1: Nick Fury, Agent of Nothing

(Incluye los issues #1 a #6 de Secret Warriors Vol. 1, con fecha de tapa entre abril y septiembre de 2009)

Llegamos a lo que es la primera serie ongoing de Jonathan Hickman para Marvel. Bueno, casi. Estos ejemplares, y la serie entera, dan crédito por la historia a Brian Micheal Bendis junto a Hickman, mientras que solo el segundo es citado como autor de los guiones. Recordemos que Bendis, hoy en DC y protagonista del pase de la década, por ese entonces era uno de los principales arquitectos del Universo 616.

Tras comandar la exitosísima iniciativa del Universo Ultimate a principios del siglo XXI, fue promovido a la continuidad principal con una reinvención de los Avengers, equipo que escribió entre 2004 y 2010. En el marco de ese largo run es que idea el evento Secret Invasion, publicado en 2008, el cual ve a los Skrulls infiltrarse entre los superhéroes y otras instituciones terrestres. Dark Reign, banner bajo el cual fue publicado el volumen que nos ocupa aquí, es un status quo en el cual se lidia con las consecuencias de Secret Invasion y que eventualmente llevaría a dos eventos/status quo nuevos: Siege y Heroic Age

La acción es dinámica, pero me sigue sin convercer el coloreado noventoso
La acción es dinámica, pero sigue sin convercer el coloreado noventoso

Quizás porque lo relatado en la serie se encuentra tan imbricado con este nuevo estado de cosas establecido por Secret Invasion, o porque Hickman era nuevo en la empresa, Bendis es designado como una suerte de supervisor y guardián de la continuidad. En arte, repite el equipo introducido en el one-shot Secret Warriors: Declaration: Stefano Caselli en lápices, Daniele Rudoni como colorista, y lo que sí es un cambio, David Lanphear en el letreado.

Nick Fury, Agente de la Nada

El punto de partida, que ya habíamos explorado la entrega pasada es uno de los grandes saldos de la invasión Skrull y su derrota a manos de Norman Obsborn. Con S.H.I.E.L.D. disuelto y H.A.M.M.E.R. instituido como su reemplazo bajo el mando del otrora villano y ahora héroe nacional, Nick Fury, su histórico director, se encuentra sin laburo. Pero Fury no sería el mayor espía del mundo si no estuviese un par de casilleros adelantado a los hechos. Con un par de bases tan clandestinas y dinero que salió de Dios sabe dónde, arma un equipo de agentes con superpoderes bajo el mando de Daisy “Quake” Johnson, los titulares Secret Warriors.

La motivación detrás de esta nueva misión (y de la serie entera), es que el hombre del parche ha desenterrado una verdad escalofriante que lo cambia todo: S.H.I.E.L.D. siempre fue parte de Hydra. Este retcon sonará familiar a los espectadores del MCU, siendo el conflicto central en Captain America: The Winter Soldier y sentido a lo largo de toda la continuidad cinematográfica.

Este hecho señala a un dato que por mencionarse poco no lo hace menos cierto: el MCU ha tomado bastante del trabajo que Hickman hizo para la Casa de las Ideas. Quizás solo la obra de Mark Millar (Ultimates, Civil War) puede disputarle el título del autor más influyente en lo que respecta a las películas. En lo que resulta un anticipo de esta serie de reseñas, se puede señalar que la incursión de Thanos en la Tierra narrada en Infinity War/Endgame tiene más que ver con el evento comandado por Hickman Infinity que con la clásica Infinity Gauntlet de Jim Starlin, George Pérez y Ron Lim.

La presente serie Secret Warriors informó especialmente la historia desarrollada en el spin-off televisivo Agents of S.H.I.E.L.D. El drama del canal ABC no solo toma prestados algunos de los personajes del cómic como protagonistas, sino que sus primeras tres temporadas siguen de cerca la mitología y los conflictos narrados en la ongoing de Bendis y Hickman. Con los ajustes presupuestarios necesarios, por supuesto, porque estamos hablando de una serie de televisión de aire. Quién que se sienta tentado de ver la adaptación, sepa que no debe esperar ninguna batalla del calibre de Game of Thrones. No acepto pedidos de reembolso.

Por lo demás, este volumen de Secret Warriors, primero de los seis que componen la serie, cubre el armado de los equipos, en ambos bandos, y su primer choque grande. El primer número nos presenta a los guerreros secretos: J.T “Hellfire” Slade, Yo Yo “Slingshot” Rodriguez, Sebastian Druid, Jerry “Stonewall” Sledge, el hijo de Ares Phobos/Alex, y, como dijimos antes, Quake como la líder. Más tarde se suma el mutante Eden “Manifold” Fesi creado expresamente para esta serie.

Siempre infografía, nunca in-infografía
Siempre infografía, nunca in-infografía.

Si bien todos los personajes son cuanto menos esbozados en sus personalidades, Quake, Hellfire y Phobos reciben más atención que los demás. Los últimos dos son también una de las pocas fuentes de bienvenida liviandad dentro de una historieta que nunca deja de fruncir el ceño. Los tres, además, ven desarrollada su relación con Fury, que por lo menos en este primer volumen, es el claro protagonista.

En el pasillo de enfrente se nos muestra como Von Strucker invoca a la mesa chica de Hydra: Viper, una misteriosa nueva Madame Hydra, el Kraken, The Hive y Gorgon, quien es revivido con ayuda involuntaria de la magia de The Hand. Los villanos cumplen, con un Struker y Madam Hydra como hacedores de planes diabólicos y un Gorgon que realmente mete miedo. Él protagoniza la secuencia de lucha más interesante del volumen en el tercer número, que no solo demuestra la ferocidad del mutante samurai, sino que establece el nivel de riesgo que corren los héroes al cortar ambos brazos de Slingshot.

Tras mover las piezas de ajedrez a lo largo de dos tercios del volumen, los dos últimos issues resuelven en un enfrentamiento a puro doble página entre Fury, los Howling Commandos y los Secret Warriors, quienes van a “recuperar” unos hellicarriers de una base de H.A.M.M.E.R., por un lado, y Hydra, por el otro. La lucha está bien, aunque no usaría ningún adjetivo más connotativo que ese. El artista es bueno manejando la gran escala de los planos amplios, pero cuando llegan las piñas la cosa se vuelve un poco confusa. Que algunas de las secuencias de acción (especialmente la que abre el libro) sea difícil de leer el movimiento ciertamente empantana los momentos que deberían subir la adrenalina.

Escritura en tiempos de crisis (global)

Como dije la entrega pasada, no soy fan del trabajo de Caselli en esta serie. En particular, su diseño de personajes con tic noventoso, que imagina a todos los tipos reventando los botones de la camisa y a todas las mujeres pacientes de generosas mamoplastias, no sienta bien conmigo. No ayuda tampoco el entintado y coloreado, que aplica ese lamina brillosa a todas las superficies, como si personas y objetos por igual hubiesen sido encerados y pulidos con esmero. No puede cambiar de década lo suficientemente rápido para que los Jordie Bellaire y los Matt Wilson me saquen de este infierno plastificado.

Para empeorar las cosas, las portadas de Jim Cheung, quien luego colaborará con algunos interiores a guiones de Hickman en Marvel, ofrecen un vistazo a lo que podría haber sido (tanto es así que el diseño de Von Strucker en la portada del sexto número es diferente al que leemos en todo el volumen). Donde sí se debe encomendar a Caselli (y los guiones de Hickman), es en la decisión de apagar el dialogo en algunas secuencias de acción, como en la infiltración de Fury a la base en Chicago del primer número, lo que le brinda dinamismo a las mismas. Además, ofrece un buen contraste en una historieta que por momentos puede ser demasiado verborrágica.

En cuanto a los guiones de Hickman, estos cumplen de manera elegante las imposiciones que obliga la continuidad de Dark Reign y las necesidades internas de la serie. Si bien no es un volumen que se destaque por grandes momentos de caracterización o crecimiento de los personajes, son definidos con suficiente nitidez que uno entiende que motiva a cada uno de los protagonistas principales.

En 2009, Obama no tuvo que lidiar con Hydra, pero si con la crisis económica del año anterior
En 2009, Obama no tuvo que lidiar con Hydra pero si con la crisis económica del año anterior

Fiel a sí mismo desde el comienzo, Hickman también hace jugar en primer plano a las instituciones en las cuales se insertan los personajes, delatando su tendencia por los grandes engranajes y el labrar historias de larga distancia. Como señala Amadeo Gandolfo en un excelente artículo de reciente publicación (el enlace está al final de la nota), cada historieta del guionista está signada por una frase que expresa la grandilocuencia de los designios del protagonista, pero también de la obra. Antes del “solve everything” de Reed Richards, Secret Warriors adorna su contratapa con la frase “The greatest sin is […] dream to small” ("El pecado más grande es […] soñar muy chico”).

Si bien la movida más ambiciosa en este primer volumen es claramente la revelación que une S.H.I.E.L.D. con Hydra, la escala del retcon solo se encuentra en el apartado de infografías, que Hickman cultivó desde el principio. Solución atractiva para presentar gran cantidad información (y esconder pistas de lo que vendrá), el diseñador gráfico devenido guionista no solo sienta las bases geográficas que hacen de telón de fondo a los viajes del equipo, ubicando bases y nómina de personajes, sino que sugiere una cronología inmensa al sugerir en una entrada que los orígenes de Hydra se retrotraen a la Tercer Dinastía del antiguo Egipto. Este dato, junto con la introducción del Renacimiento como un periodo importante, anticipan los conflictos que desarrollaría en la serie regular S.H.I.E.L.D., la cual vería prensa al año siguiente.

Donde quizás la mano de Hickman no está tan segura es al establecer líneas temáticas más profundas. En una de las primeras cajas de texto del volumen podemos leer a Quake señalando Fury y los suyos luchan con “malos siguen siendo malos”, “los ‘buenos’ son peores”. Esto sugiere una exploración de grises morales en un mundo complejo, donde ya nada es lo que parece. La segunda parte de la ecuación es establecida con experticia, pero la primera no tanto.

Como uno de los personajes más influyentes del Universo Marvel, que como el mismo señala pisa la Casa Blanca desde los años 60 (no me dan los números), Nick Fury aparece como un protagonista ideal para poner en el centro de los intrincados complots y contra complots que le gusta escribir al guionista. Un arquetipo que explorara, como veremos, en series posteriores.

Pero si bien uno de los aspectos más interesantes de estas narrativas es ver como se lidia con las consecuencias de “pensar en grande”, aquí no se confronta (aún) a Fury con ese aspecto de su accionar. Esto genera una disonancia especialmente aguda en una historieta que en clara sintonía con los tiempos que corrían (solo unos meses lo separaban del inicio de la crisis del 2008 que sometió a USA y al mundo en una recesión como no se veía hacía décadas), busca establecer paralelismos entre los malos de ficción como Hydra y los malos “de verdad” como los fondos buitres y empresas fraudulentas como Enron (aquí presentada como subsidiaria de Roxxon).

Lo que es planteado como un gran dilema moral en el quinto número, debate del cual el espía emerge como un maximalista con poco cuidad por las vidas de quienes hace poco eran sus subordinados, en el sexto es resuelto de manera tal que se justifica la apuesta (de vidas humanas) realizada por Fury. Veremos a medida que avanza la serie si el hombre del parche es confrontado en algún momento con los resultados de sus planes. La próxima entrega, sin embargo, le daremos respiro a los guerreros secretos de Fury para leer a Hickman probando en un spin-off por primera vez su pluma con los personajes que lo catapultarían al olimpo de la Casa de las Ideas: Los Cuatro Fantásticos.

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Escrito por:
Diego Labra
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