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“Fafhrd and The Gray Mouser” de Howard Chaykin, Denny O'Neil y Mike Mignola

Joya de la fantasía heroica

Fafhrd and The Gray Mouser

La década del setenta fue un gran momento para la fantasía heroica y uno de los acontecimientos más relevantes dentro del mercado editorial fue el proyecto de Fritz Lieber (un pionero del género) de reunir y organizar los cuentos y novelas cortas que había escrito a lo largo de más de treinta años en una colección de libros. Para darles unidad y coherencia, el novelista modificó algunos relatos y produjo otros nuevos. Con esto en mente, para el primer tomo de la recopilación, escribió Encuentro aciago en Lankhmar, donde narra por primera vez como se conocieron el gigantesco bárbaro Fafhrd y el pequeño pero imbatible espadachín, Ratonero Gris (Gray Mouser). La novelita ganó los premios Hugo y Nébula de ese año y determinó el éxito del nuevo compendio que continuaría hasta alcanzar los siete tomos, de los cuales, los dos últimos se componen exclusivamente de material producido después de 1970.

Aunque la serie literaria no tendrá un nombre genérico (solo la palabra “espadas” que se repite en los siete títulos), la mayoría de los lectores nos referimos a ella por el nombre de los protagonistas. Estos “dos pícaros sinvergüenzas” no pararán de meterse en líos, robar tesoros, yacer con damas hermosas y siempre bien dispuestas, mientras derrotan enemigos sin dejar de soltar frases ingeniosas. Aunque ambos son buenísimos cuando llega la hora de las tortas, prefieren el robo y la estafa antes que la violencia física y más frecuentemente recurren a la astucia y el engaño que a las espadas.

Siguiendo las convenciones del género, el mundo de Nehwon parece haber alcanzado un desarrollo tecnológico y social similar al de la edad media pero existen la magia y los seres fantásticos. De hecho, dos de los personajes principales serán los hechiceros Sheelba, el de la cara sin ojos, y Ningauble, el de siete ojos, quienes actuarán como mentores, motor dramático o deux ex machina según la historia lo requiera.

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La ciudad adquiere mayor protagonismo y atractivo.

Lankhmar es, sin dudas, uno de los principales hallazgos de la literatura de Lieber. Es la ciudad más civilizada, corrompida y decadente de Nehwon y en ella coexisten la prosperidad y la miseria. Sus intrincadas callejuelas reciben nombres tan ilustrativos como “el callejón de la basura”, “la calle de las prostitutas” o “la plaza de las oscuras delicias”. Mucho antes que Christ Claremont pergeñara el origen de Gambit, Lankhmar ya estaba controlada por un sindicato de ladrones y otro de asesinos. De hecho, muchos de los problemas de Fafhrd y el Ratonero surgirán por “trabajar por libre”, es decir, robando y estafando fuera del amparo de los dos gremios.

Como dato de color que permite dimensionar la influencia de la literatura de Lieber en la fantasía heroica de los setenta, cabe destacar que en 1974, cuando salió la primera edición de Dungeon and Dragons (hito que revolucionó el ambiente geek), el mundo y algunos personajes de la saga fueron descritos en el suplemento de “Deidades y Semidioses” y en 1976, la mismísima TSR lanzó Lankhmar, un juego ambientado en este universo ficcional, creado por el propio Lieber en colaboración con su colega y amigo Harry Fischer.

Pero me estoy apurando. Retrocedamos unos años porque en 1972, DC Comics había conseguido los derechos para llevar al cómic las aventuras de nuestros bribones favoritos. Veamos cómo les fue.

Sword of Sorcery Vol.1

“La Tortuga de Jade, una taberna en alguna parte de Nehwon, una tierra sin tiempo, un lugar sin lugar, que puede o no, estar en el Planeta Tierra.”

Con esta frase, comienza la adaptación de Denny O'Neil de los famosos relatos de aventura de Fritz Leiber que se publicarán en la revista Sword of Sorcery de DC Comics. Como solía ocurrir con los títulos más raros y menos comerciales, la revista tendría una periodicidad bimestral y la parte gráfica estaría a cargo de un pibe nuevo que nunca había estado al frente de una serie regular. Un tal Howard Chaykin de apenas veintidós años.

El título alcanzará las cinco emisiones entre marzo y diciembre de 1973, cuando será cancelado debido a las bajas ventas. Bajas ventas que hoy harían llorar a más de uno si tenemos en cuenta que al eximio guionista, además de los lápices de Chaykin, también lo acompañaban con portadas y tintas, muchachos como Mike Kaluta, Bernie Wrightson o Walt Simonson (quien dibujó el último número).

Pido al jurado que se incorpore como prueba de que el mercado no puede auto-regularse.

El primer número adapta El precio de aplacar el dolor (1970), el segundo, La casa de los ladrones (1943) y el cuarto, La nube de odio (1963). El tercer número lleva como título “Betrayal” pero no reconozco si es una historia original de O'Neil o cuál es el relato que adapta. Si algún fan de Lieber lo reconoce, se agradece dejar el dato en la cajita de comentarios.

De más está decir que la serie es buena y cumplidora pero también es cierto que no es una joya del noveno arte. O'Neil es muy solvente en las adaptaciones y atiende a la espectacularidad gráfica dejando que el dibujante se luzca con muchas páginas de peleas y criaturas sobrenaturales. Cada número tiene cierta unidad argumental pero a su vez está dividido en pequeños conflictos narrativos que permiten desarrollar varias escenas de acción por revista.

Tal vez, la decisión más cuestionable la encuentro en haber comenzado la serie con la adaptación de El precio de aplacar el dolor, una historia que se basa en el enfrentamiento entre los dos protagonistas. El peso dramático de esa pelea dentro de la saga literaria radica en su carácter excepcional y en el hecho de que los lectores sabían de lo entrañable de esa antigua amistad en la que cada uno había arriesgado su vida para salvar al otro infinidad de veces.

Plantear ese enfrentamiento en el primer número de la serie, cuando los nuevos lectores ni siquiera tienen claramente establecida la relación entre los personajes, lo despoja de todo su dramatismo y genera una percepción equivocada sobre la naturaleza de esa amistad.

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El enfrentamiento entre los protagonistas. Más dinámico en los lápices de Chaykin y más dramático en los de Mignola.

Por el lado de Chaykin, es increíble el profesionalismo que demuestra por tratarse de uno de sus primeros trabajos, no obstante, se encuentra lejos de haber alcanzado su propio estilo y todavía dibuja de una manera bastante genérica. Muy buenas escenas de acción, expresiones, anatomía, narrativa, todo muy acorde al género de espadas y brujería... pero si me muestran una viñeta suelta, difícilmente reconocería al autor.

Otro problema, aunque este común a casi todos los cómics de la época, es que el coloreado merece una demanda penal. En general busca diferenciar masas más que contribuir al clima. Por poner sólo un ejemplo, el interior de la mansión de La Muerte parece que está pintado de colores pastel: un naranja suave, rosa pálido, amarillito... más propios de un jardín maternal que del clima de peligro y terror que tratan de transmitir tanto la historia como los dibujos.

Es una pena que el proyecto le llegara demasiado pronto a Chaykin y que el público no lo haya acompañado ya que ese mundo de alegre decadencia y esos personajes moralmente ambiguos o redondamente amorales se convertirán más adelante en una marca registrada del autor. Así que no es raro que se quedara con ganas de volver a ellos.

Eso sí... la revancha tardó casi veinte años en llegar.

Fritz Leiber's Fafhrd and The Grey Mouser

En 1991, aparece un nuevo proyecto para trasladar a viñetas las aventuras de nuestros dos antihéroes y una vez más Chaykin formará parte del equipo creativo.

Para entonces, varias cosas habían cambiado en el mercado norteamericano: había surgido la novela gráfica, el formato prestige, el cómic había apuntado sus cañones hacia un público lector más adulto al que había que ofrecerle material con mayor calidad artística y mejor edición, para lo cual surgieron sellos como Piranha Press, Vertigo o (el que ahora nos ocupa) Epic.

Pero entre tantas cosas que habían cambiado, hay dos que afectan particularmente a esta historia: los derechos para adaptar las obras de Leiber ahora estaban en manos de Marvel; y Howard Chaykin que en el '72 apenas era conocido como dibujante, para 1991 ya había alcanzado la consagración como autor integral con obras como Cody Starbuck, American Flagg! o The Shadow e incluso escribiendo guiones para otros artistas como la miniserie Crepúsculo que fue dibujada por José Luis García López.

La nueva miniserie de Epic se publicó en cuatro tomitos de formato prestige y contó con guiones de Chaykin, dibujos de Mike Mignola, tintas de Al Williamson y colores de Sherilyn Van Valkrnburghg. Lo que se dice un auténtico equipo soñado.

El resultado es una nueva adaptación que supera a la anterior en casi todos los aspectos y representa un verdadero hito en las historietas de espada y brujería.

El primer gran acierto consiste en dedicar el tomo inicial a la adaptación de Aciago encuentro en Lankhmar, la historia que como ya comentamos narra el primer encuentro entre los protagonistas, sienta las bases de su amistad y les da una motivación para seguir adelante con sus aventuras.

Cada uno de los tomos siguientes adaptará dos historias: La maldición del círculo (1970), La torre aullante (1941), El precio de aplacar el dolor (1970), El bazar de lo extraño (1963), Malos tiempos en Lankhmar (1959) y Cuando el Rey del Mar está ausente (1960).

Otro aspecto que mejora en la nueva miniserie es que, sin dejar de lado la acción, trabaja mucho más en la construcción del clima y el ambiente. Incluso, tras una primera lectura puede parecer que se recurre mucho menos a los elementos sobrenaturales. Esto no es así ya que esos elementos son propios del género y están presentes en la obra original. Ocurre que lo sobrenatural aparece de una forma mucho más sobria y, gracias al trabajo de ambientación, se inserta en el relato de una manera más orgánica y menos chocante.

Por poner un ejemplo, en ambos relatos, los dos brujos mandan a los protagonistas hasta la mansión de La Muerte en el Reino de las Sombras. Pero en la adaptación de los noventas, para realizar el viaje les dan un caballo negro y un caballo blanco, mientras que en los setentas les daban dos unicornios. El conflicto sobrenatural se mantiene en ambas, solo se prescinde de algunos elementos que resultan accesorios y hasta redundantes. Ya se había entendido que eran monturas mágicas... el cuerno salía sobrando.

Pero, sin dudas, la principal diferencia radica en que Chaykin en 1972 todavía no había hallado el estilo gráfico que lo defina, por lo que alcanza un resultado correcto pero genérico. Mientras que Mignola en 1991 ya está en la cima de su evolución estilística... o tal vez nació en la cima y siempre se mantuvo allí.

Mignola le aporta personalidad y realismo a los personajes, al tiempo que vuelve a la ciudad más oscura, sucia y visualmente atractiva; sus viñetas tienen siempre el dramatismo de lo teatral e “iluminadas” por Williamson y Van Valkenburgh, alcanzan unos resultados perfectos.

En este punto resulta interesante ver la forma en la que evolucionó el aspecto visual de los protagonistas. En la primera miniserie, Fafhrd andaba siempre medio desnudo mientras que el Ratonero estaba siempre cubierto de pies a cabeza con el mismo traje gris compuesto de calzas, calzones, camisa, jubón, capa y gorra. Daba igual si hacía frío o calor, si estaban en la ciudad, el desierto o alta mar... uno estaba siempre medio desnudo y el otro siempre muy vestido porque los trajes (un poco al estilo de los superhéroes) eran los que permitían identificar a los personajes.

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Los siete ojos de Ningauble son un buen ejemplo de como los elementos sobrenaturales pueden exagerarse o insinuarse de manera más discreta.

En la versión de Mignola, los personajes tienen un rostro perfectamente reconocible por lo que pueden variar su vestimenta e incluso disfrazarse sin confundir al lector. Lo único que puede objetarse en esta encarnación es que no se mantiene fiel al original respecto de las estaturas. Según Lieber, Fafhrd medía 2,10m mientras que el Ratonero apenas superaba el 1,50m. Chaykin remarca esa diferencia de estatura en sus dibujos mientras que Mignola los hace casi de la misma altura por lo que suena bastante raro que Fafhrd se dirija habitualmente a su compañero llamándolo “pequeño”.

Pero, en última instancia, es una licencia estética totalmente aceptable en una adaptación brillante por donde se la mire.

Dos perlitas y un agradecimiento

Primera perlita: Existen otros títulos en los que Chaykin participó como dibujante y a los que regresó como guionista. Me refiero a Ironwolf (donde repite equipos con Denny O'Neil en los setenta y Mike Mignola en los noventa) y a los dos crossover entre Wolverine y Nick Fury:
The Scorpio Conection (1989) tenía guiones de Archie Goodwin y dibujos de Howard, mientras que su secuela, Scorpio Rising (1994) contará con guiones de Howard y los dibujos de Shawn McManus.

Segunda perlita: Puede parecer extraño que DC eligiera para la primera adaptación un título tan genérico en lugar del nombre de los personajes pero hay que tener en cuenta dos factores. Sword of Sorcery resulta bastante coherente con los títulos que el propio Lieber le estaba poniendo a los tomos recopilatorios de su obra: Swords and Deviltry, Swords in the Mist, Swords against Wizardy etc. Por otro lado, nadie sabe a ciencia cierta como se pronuncia “Fafhrd”. De hecho, en su momento, me costó muchísimo completar la colección porque los empleados de las comiquerías no entendían de qué les estaba hablando y yo sólo atinaba a proferir sonidos guturales. Generalmente, me traían una Marvel Fanfare.

El agradecimiento: No hubiera podido escribir esta nota sin el aporte de Roberto Barreiro, socio fundacional de la histórica página de información Zinerama y mente maestra detrás del blog Árboles Muertos y Mucha Tinta. Como parte de su labor incesante de recopilación, reunió y organizó digitalmente toda la obra primeriza de Howard Chaykin que puso generosamente a mi disposición desde el momento en que comencé a escribir esta serie de notas.

Mil gracias por eso.

 

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Escrito por:
Facundo Vazquez
Guía su vida por el bushido y la frase de Benjamin "Ustedes nunca vieron morir a un burro".
Facundo Vazquez
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