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“La Casa” de Paco Roca

Tiempo vital, histórico y cíclico. Una hipótesis de lectura.

“La Casa” de Paco Roca

A esta altura, calculo que todos conocen a Paco Roca, al menos por esa tremenda obra maestra que fue Arrugas y por el enorme suceso editorial que generó. El autor no solo ha ganado todos los premios existentes en el ámbito de la historieta sino que, además, su éxito entre el público le ha concedido el raro privilegio de ser adaptado a la pantalla y también en ese espacio alcanzar una excelente repercusión.

Pero Paco no es un autor de un solo éxito. Lejos de eso, ya ha reunido una obra extensa y plagada de gemas. Incluso se ha granjeado un público pequeño pero fiel en nuestro país donde tuvimos que vender más de un órgano para comprar algunos de sus libros como Los Surcos del Azar o El Invierno del Dibujante publicados por Astiberri.

Por eso, no podemos dejar de celebrar que La Casa (ganadora del Eisner 2020) es su primera novela gráfica publicada en Argentina por la imparable Hotel de las Ideas. Ojalá que sea la primera de muchas.

De Arrugas a La Casa

La Casa se enmarca dentro de uno de los temas más grandes y recurrentes en la obra del autor: la reconstrucción del pasado a partir de la memoria y los recuerdos. En este gran tópico pueden incluirse sus obras sobre los artistas de la editorial Bruguera o sobre los españoles exiliados tras la guerra civil.

Pero también es innegable que este libro implica un regreso del autor al tema que lo catapultó a la fama: la ancianidad y la relación problemática que tenemos con ese momento (acaso) inevitable de la vida.

Porque es muy diferente cuando al pasado lo reconstruimos desde una perspectiva histórica que desde una perspectiva vital. La historia siempre continúa. Nuestras vidas, en cambio, tienen un principio y un final. Lo efímero de nuestra existencia es lo que vuelve tan angustiante el paso del tiempo y la forma que tenemos de percibirlo pero al mismo tiempo es lo que nos diferencia de los animales y de los dioses. En definitiva... lo que nos hace humanos.

Por eso las obras de Paco Roca son profunda y conmovedoramente humanas.

Entre Arrugas y La Casa, no obstante, pueden reconocerse varias diferencias. No en vano pasaron diez años entre ambas. Si bien, personalmente, encuentro más trágicos los conflictos de la primera (el abandono que sufren los mayores en las residencias geriátricas, la pérdida de los recuerdos y el avance lento e incapacitante del Alzheimer) también es cierto que ese dramatismo constantemente es matizado por momentos de comedia y hasta alguna pequeña aventura.

La Casa, en cambio, nos muestra a un anciano que pudo mantenerse lúcido y activo hasta el final, pero el registro se encuentra más cercano a lo autobiográfico y el costumbrismo. Tal vez no tiene los momentos oscurísimos de su iluste precedente pero tampoco tiene esos destellos de luz que la aliviaban. Todo se desarrolla dentro de los grises (a veces más densos y a veces más livianos) propios del realismo.

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El drama del paso del tiempo y la experimentación formal en una página

La génesis de ambas obras pueden servir como indicio de esas diferencias. Las anécdotas de los padres de sus amigos y las que recoge en su proceso de documentación visitando geriátricos son la base de Arrugas. Por eso, si bien tiene una gran consistencia argumental, también puede leerse como un anecdotario y la anécdota siempre parte de lo extraordinario, de lo que rompe con lo habitual.

La Casa, según declara el propio autor, surge de la experiencia ante la muerte de su padre. Acá los recuerdos no son anécdotas, no tienen una estructura narrativa ni un chiste con remate. Apenas son jirones del pasado que salen a flote en el presente a medida que esos tres hermanos vuelven a recorrer la vieja casa de fin de semana que construyeron sus padres fallecidos. Algunos son recuerdos tristes, otros son recuerdos felices... pero la mayoría, simplemente, son recuerdos.

Otra diferencia notable radica en el cambio de perspectiva que ensaya el autor. Al centrar el relato en los hijos y nietos, se conecta con el principio de continuidad histórica que proponíamos antes. Al igual que la Historia siempre sigue su rumbo, la vida también lo hace... con otros actores, con otros personajes, con una nueva generación que tiene sus propias características y a la que le toca vivir su propio tiempo. En ese sentido, la sensación de la muerte como final se diluye y, por eso también, la estructura narrativa de La Casa puede resultar tan laxa.

Elogio de la fragilidad

El dibujo de Paco Roca, que siempre fue excelente, ha alcanzado en los últimos tiempos una perfección difícil de describir. La línea es limpia, armónica, expresiva; la composición tiene siempre el enfoque perfecto y a la vez parece totalmente orgánica y natural. ¡Y qué manera de mover a los personajes! Sin dudas, uno de los puntos fuertes de este libro son las secuencias en las que, simplemente, vemos a los personajes moverse en acciones cotidianas. Los movimientos son tan realistas y fluídos que prácticamente parace una animación.

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Increíble la expresividad y fluidez de los movimientos

Alguno me objetará que es un regodeo, un lucimiento técnico que demora innecesariamente el desarrollo de la acción y podría concedérselo pero resulta tan disfrutable que logra hacernos olvidar de la trama principal. Hay momentos en los que solo querría seguir viendo a esas personitas levantando las persianas, pintando las paredes o arreglando la mochila del baño.

Otro gran protagonista en el plano visual es la propia casa y la naturaleza circundante, su huerto, sus árboles, sus plantas. Hay muchísimas viñetas dedicadas a reconstruir ese espacio. No con grandes panorámicas sino con pequeñas e íntimas tomas de detalles.

Mención aparte merece el color. Un color en el que predominan las paletas frías y quebradas con muy bajos niveles de saturación. Un color que muchas veces cumple la función convencional de explicitar el plano de la analepsis pero que en todo momento complementa a la perfección la claridad de la línea dotándola de sombras, volúmenes y realismo.

Pero todo este análisis de la faz gráfica no estaría completo si yo no dijera que cada uno de los recursos descritos está al servicio del sentido ulterior que la obra quiere transmitir. Y es que cada página y hasta cada viñeta están atravesadas por la temporalidad. Los movimientos de los personajes ponen de relieve el transcurso del tiempo; el color nos indica la irrupción del pasado en el presente pero también nos muestra los diferentes momentos del día; el plano detalle de una rama que se seca y rebrota, de la hojarasca que se acumula junto a la puerta o de una maceta rota por las raíces de la planta que contiene: Todo nos recuerda el implacable paso del tiempo y lo frágiles que son todas las cosas ante esa fuerza inexorable.

En apenas un año, la casa está casi en ruinas, las naranjas podridas, el almendro seco, el muro derribado y, por sobre los esfuerzos restauradores de los tres hermanos se impone lo irreparable: el padre muerto.

A modo de conclusión:

Podríamos decir que La Casa aborda la problemática profundamente filosófica y existencial de poner a jugar dos perspectivas diferentes sobre el tiempo. La lineal o individual (dada por el tiempo vital de cada persona que nace y muere) y la circular o universal (dada por los tiempos de la naturaleza que muere y renace constantemente). Entre esas dos posibilidades surge el espacio del tiempo histórico que es lineal pero que trasciende lo generacional.

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La ruptura en la convención de la historieta es una forma más de llamar la atención sobre las formas de percibir el tiempo

Sé que por ahora parece que mi hipótesis viene bastante floja de papeles pero me guardé el mejor argumento para el final.
La historieta, al ser un arte secuencial, es naturalmente temporal porque leemos una viñeta detrás de otra y existen ciertas convenciones acerca de las formas en las que representamos gráficamente esa temporalidad. Pues bien, este libro rompe esas convenciones proponiendo dos sentidos de lectura diferentes que se combinan en muchas páginas: el tradicional que corre de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo y otro que circula de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha, reservado a algunas secuencias de tres cuadritos encolumnados.

Incluso hay páginas como la del volquete que experimentan con otros modelos de organización de la lectura o la del árbol genealógico que, significativamente, nos propone un recorrido casi circular que nos lleva hasta abajo de la página por la mitad izquierda (el recuerdo que nos remonta hasta el antepasado más lejano) para después volver a subir por la mitad derecha hasta traernos de nuevo al presente.

De esta manera, la reflexión sobre las diferentes formas de la temporalidad no se queda solamente en el plano de lo argumental sino que tiene su correlato en lo gráfico y hasta en la mismísima forma de pensar la historieta y sus convenciones.

 

Para finalizar este humilde análisis, no quiero dejar de agradecer. Agradecer porque existe un Paco Roca que desde sus historietas nos conmueve pero también nos propone detener la mirada sobre estos temas tan profundos y relevantes. Y agradecer que cada vez existen más editores que se arriesgan con propuestas que van más allá de los musculosos en pijama y las chinitas de grandes corpiños.

Gracias. Posta.

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Escrito por:
Facundo Vazquez
Guía su vida por el bushido y la frase de Benjamin "Ustedes nunca vieron morir a un burro".
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