En 2019, Mariko Tamaki (autora de This One Summer y Harley Quinn: Breaking Glass, entre otros) y Rosemary Valero-O'Connell (frecuente colaboradora de la editorial Boom!) publicaron bajo la editorial First Second la novela gráfica Laura Dean Keeps Breaking Up With Me (o Laura Dean termina conmigo en su edición para latinoamérica). Esta historieta de nombre larguísimo narra las idas y vueltas de Freddy y su pareja Laura Dean, y esconde bajo impresionantes dibujos y una trama en principio telenovelesca, una serie de ideas interesantes acerca de las relaciones tóxicas, la opresión a colectivos LGBT, la militancia y la representación.
Laura Dean me va y me viene
La protagonista de LDKBWM, Freddy, es dejada por su pareja Laura por tercera vez en escenarios tanto cómicos como patéticos. A lo largo del libro, va escribiéndole a una consejera en Internet sus pensamientos y sentimientos respecto a esto, actualizándola a medida que cambia el escenario. En segundo plano, los amigos de Freddy viven sus propios dramas y presencian y juzgan con (y como) nosotros esta relación insana que tiene Freddy con su novia, esta chica súper cool y fiestera a la que solo le faltan los lentes de sol y la camisa de cuero para cerrar el genial personaje de James Dean femenina que inventó Tamaki y diseñó fantásticamente Valero-O'Connell.
¿Por qué Laura sigue cortando con Freddy? ¿Por qué siempre vuelven? Es poco relevante para la historia, porque más que los motivos, lo que importa es que Freddy se sigue enroscando en esta relación que es incapaz de soltar. “Quiero esto”, escribe en su segundo correo. “Quiero ser esta chica en la cama con su novia”. Tamaki escribe las incongruencias, las imperfecciones y la forma en la que las personas relativizan el malo conocido por miedo al bueno por conocer para profundizar a sus personajes y hacerlos sentir insoportablemente reales. Algo parecido ya hacía en This One Summer, aquella novela gráfica dibujada por su prima Jillian en la que exploraban el incómodo comienzo de la adolescencia en dos chicas durante sus vacaciones en la playa. Si en ese caso exploraba preadolescentes y cómo salían del seno familiar para adentrarse en sus propias relaciones sociales adultas, en LDKBWM el enfoque está en los últimos años de adolescencia y en entender cómo manejar esas relaciones ya establecidas.
Además, por supuesto, está la clásica dinámica de culebrón romántico que inevitablemente siempre engancha. Esta historieta es dramática pero no apocalíptica. Mantiene sus riesgos bajos pero logra que sean importantes para los personajes y, en consecuencia para nosotros. Como siempre en la adolescencia, incluso el problema más temporal puede sentirse como el fin del mundo.
Al final, todo se define en si vale la pena conservar vínculos que nos hacen sufrir. ¿Qué pesa más en la balanza? ¿El placer o el bienestar? ¿El amor furioso o la amistad fiel? Tamaki la pilotea bien, llega a buen puerto y hace que la lectura de su obra sea un viaje interesante.
Laura Dean y el derecho a que te rompan el corazón
“Yo soy progreso” piensa Freddy durante una clase. La idea de un contexto progresista está siempre presente en la obra. Este drama adolescente romántico entre lesbianas es solo la punta del iceberg de una historieta en la que la juventud LGBT de Estados Unidos vive sus días en un contexto casi completamente post-prejuicio. “Casi” porque la idea de prejuicio en sí sigue siendo mencionada, pero, o lo es en función de algo aislado y mal visto por todos los personajes (como cuando un pibe ataca verbalmente a Buddy, un joven gay) o como algo hasta obsoleto, en vías de extinción o ya extinto (cuando Buddy le reclama a su novio Eric que él no quiera llevarlo al cumpleaños de su abuela católica, o como cuando en una clase estudian la figura de Harvey Milk, el primer hombre homosexual elegido a un cargo en EE. UU., y su muerte debido a un crimen de odio en 1978). En el resto de la historia, todo el reparto de personajes LGBT se expresa, vive y fluye narrativamente con apenas mención a la idea de que eso sea algo que otras personas puedan considerar ofensivo.
La obra ni siquiera es sutil al respecto: “Por supuesto, sé que hay activistas LGBTQIA que lucharon durante siglos para que yo tenga el derecho de arruinar así las cosas”, escribe Freddy, “debería estar agradecida por tener el derecho de que terminen conmigo y ser humillada publicamente tanto como mis amigas hetero”.
Nada de esto es casual. Cuando pensamos en la militancia a través de la ficción, hay dos variantes básicas que pueden seguirse. La primera es la denuncia: utilizar la plataforma que otorga la ficción para mostrar las cosas malas del mundo, denostarlas y hasta incluso destruirlas o luchar contra ellas en el papel, llamando así la atención de los lectores reales para instarlos a replantearse su postura o fogonear su pasión por la causa que ya hubieran tenido. Esto es particularmente común en las historietas de militancia política (de lo cual ya habló largo y tendido Julian Oubiña Castro, enlaces al final de la nota).
Sin embargo, también hay otra forma de militancia en la ficción, quizás menos impactante pero con un efecto más profundo: la de mostrar cómo sería el mundo una vez superadas las adversidades contra las que se milita. La línea es fina, y es fácil caer en la utopía, pero obras como esta o (yendo a otro contexto histórico y social) el Moomin de Tove Jansson (refiriéndose en su caso al capitalismo) buscan mostrar que un mundo mejor es posible justamente mostrándolo, representándolo en su mundanidad y demostrando que no es solo una fantasía, que hay una meta concisa y alcanzable. En el caso de LDKBWM, ese mundo es uno donde la opresión a las mujeres y a distintos colectivos disidentes no existe o solo es una reliquia del pasado de la que estamos terminando de separarnos. Eso no implica no reconocer que esas opresiones y sus respectivas luchas existieron, para eso están esos casos tanto personales como históricos que a propósito encuentran su lugar en la narración. En la historieta de Tamaki y Valero-O'Connell, todo tipo de personajes disidentes pueden amar y sufrir en escenarios y contextos reales que se sienten naturales y en los que no entra en su drama, encima, que sus identidades sean cuestionadas. El mensaje para sus pretendidos lectores adolescentes es claro: esto es posible. Y ya a esta altura sabemos que la representación, sobre todo para las disidencias y sobre todo en los años formativos, es una de las cosas más importantes que puede hacer la ficción para mejorar el mundo real.
No puedo evitar compararla con otra obra que ya reseñamos en el sitio. Algo así no ocurre ni siquiera en obras de marcada dirección feminista, como por ejemplo On a Sunbeam, de Tillie Walden, que incluso en su futuro sci-fi bio-orgánico en el que específicamente y a conciencia no aparecen hombres, de alguna forma se siguen colando por entre las grietas prejuicios de nuestro presente como, por ejemplo, el no respeto por las identidades o los pronombres ajenos.
Laura Dean, el rosa y el negro
¡Qué bien que dibuja Rosemary Valero-O'Connell! Es la prueba definitiva de que menos es más, y limitando su paleta de colores a grises, negro y un tono específico de rosa chicle logra muchísimo en cuestiones de narrativa, atmósfera y dramatismo. Esa segunda tinta siempre dice algo en la página, incluso en su ausencia.
Las páginas de LDKBWM son atractivas, dinámicas y logran algunas composiciones interesantísimas apoyándose en el espacio en blanco (o en rosa) del papel. Además, su dibujo es precioso, sus trazo es detallista cuando hace falta y simple cuando también, y muestra personajes con emociones complejas bien expresadas, principalmente en los acercamientos a sus gestos y a sus manos. Pocas historietas tienen mejores manos que esta.
Laura Dean Keeps Breaking Up With Me es una historieta sobre adolescentes enamoradas e insoportables que van y vienen, que ganó tres premios Ignatz y un Harvey a mejor libro para jóvenes. La recomiendo mucho para quienes gusten de los culebrones adolescentes; para quienes hayan disfrutado obras como Poncho Fue, de Sole Otero, o I Love this Part, de Tillie Walden; para quienes quieran regalarle algo a lectores adolescentes, sean adolescentes ellos mismos o solo quieran leer buena historieta sobre personajes disidentes realistas.
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- "Poncho Fue", de Sole Otero
- "On a Sunbeam", de Tillie Walden
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