En 1986, DC estaba tratando de renovar y actualizar a muchos de sus personajes tras la Crisis en tierras infinitas. Seguramente recordarán clásicos como Año Uno de Frank Miller y David Mazzucchelli o Man of Steel de John Byrne. Con esta idea, Dick Giordano se acercó a Howard Chaykin para ofrecerle una miniserie que permitiera rescatar al personaje de The Shadow. La elección parecía tener mucho sentido ya que la estética del dibujante y los personajes con los que había trabajado durante la década del setenta (El Escorpión y Dominic Fortune) tenían claras influencias que lo conectaban con el pulp y lo retro. Como vimos, el autor venía de un tremendo éxito con American Flagg! Éxito que comenzaba a eclipsarse rápidamente dado que los equipos creativos que continuaron la serie nunca lograron devolverle la calidad y popularidad que tuviera mientras Howard estuvo al frente.
Así que Chaykin primero dijo que no... pero en seguida dijo que sí.
¿Quién es "The Shadow"?
Tal vez en Argentina el personaje no sea tan conocido, por lo que amerita un pequeño repaso que nos permita comprender la dimensión de la responsabilidad que Chaykin estaba aceptando.
The Shadow aparece como presentador en un programa radial de 1930 titulado “The Detective Story Magazine Hour”. El radial buscaba promocionar el magazine de la editorial Street & Smith Historias de Detectives. Ocurrió que la risa siniestra del presentador (originalmente en la voz de Jimmy La Curto) atrajo de tal manera el interés de los espectadores que empezaron a pedir un magazine protagonizado por ese personaje.
Ahí entra Walter Gibson quien en las próximas décadas, primero a ritmo mensual y después quincenal, produjo 283 de las 325 novelitas que se publicaron sobre el personaje y que fueron reeditadas en más de una oportunidad.
En 1937 La Sombra obtuvo su propio show radiofónico que duraría hasta 1954, con la suerte de que, para el primer capítulo, fuera Orson Welles el encargado de prestarle su voz al alter ego de Lamont Cranston. El mismo año, se produce la primera adaptación cinematográfica del personaje que, hasta 1958, protagonizó seis películas y un serial de quince episodios.
Simultáneamente, Ledger Syndicate producía la tira diaria y, desde 1940, Street & Smith publicaba también el comic mensual que superó las 100 ediciones. Ambos, en principio, con guiones de Gibson y dibujos de Vernon Greene.

La leyenda cuenta que Gibson solía trabajar en tres historias de La Sombra al mismo tiempo (producía a un ritmo de entre 10000 y 15000 palabras diarias) por lo que una vez tuvo que tomarse una semana de descanso para recuperarse porque tenía las manos destrozadas por la máquina de escribir. Desde entonces, empezó a trabajar con tres mecanógrafas.
En 1959, Street & Smith es absorbida por Condé Nast (la editorial que publica, por ejemplo, The New Yorker y Vanity Fair) y los derechos del legendario héroe de los pulp y antecedente innegable de Batman terminaron en una empresa que poco y nada tiene que ver con los cómics. No obstante, en 1973, DC negoció los derechos para producir nuevas historietas del personaje y fue entonces que surgieron las icónicas historias de Denny O'Neil y Mike Kaluta. Joyas indiscutibles del noveno arte.
Incoherencias creativas y editoriales
Así que cuando Chaykin acepta crear una nueva miniserie del personaje, se está metiendo con una vaca sagrada, uno de los personajes más populares de la cultura norteamericana y con un culto de seguidores que seguían compartiendo cassettes grabados de los viejos radioteatros.
La tarea no era sencilla por muchos factores. El principal que puede deducirse es que entre esas miles de historias producidas por diferentes autores para distintos medios no primaba justamente la coherencia. Sobre todo, teniendo en cuenta que la característica distintiva del personaje era ser misterioso y que su pasado se fuera revelando con cuentagotas.
Para empezar, los poderes del protagonista no terminan nunca de establecerse con claridad. Tiene un estado físico admirable pero también su poder de “obnubilar” las mentes, que unas veces se relaciona con sus ojos y otras con su voz. Estos poderes a veces son denominados “hipnóticos” y otras, “místicos” (aunque estas clasificaciones no aclaran demasiado) y se supone que los adquirió durante sus viajes por oriente pero suelen ajustarse mucho más a las novelescas necesidades de la trama que a otra cosa.
Si bien La Sombra es un vengador, no lucha en solitario y una de sus características principales es que, en su guerra contra el crimen, va reclutando una cantidad de agentes con habilidades extraordinarias. Contactos en la policía y en los bajos fondos, hábiles conductores, periodistas, forzudos, pistoleros, médicos de combate, genios del disfraz... todos estos agentes le aportaban a las tramas policiales cierta profundidad y una variedad de recursos narrativos a los que recurrir. Esta galería de secundarios, como puede suponerse, va variando constantemente y es más amplia y frecuente en las novelas que en los otros medios. Si bien Margo Lane (su interés romántico) o Harry Vincent (su mano derecha) casi siempre aparecen, tener un elenco de personajes tan amplio en una radionovela o una tira de prensa es casi imposible. Por ejemplo, como O'Neill y Kaluta escribieron historias cortas, habían prescindido de la mayoría de ellos.
Para complicarlo todo un poco más, aunque el alter ego oficial del personaje era Lamont Cranston, innumerables veces adopta otros nombres, personalidades y disfraces. Incluso en algunas historias se deja traslucir que Lamont Cranston también es una identidad falsa y que el verdadero nombre es Kent Allard.
Un lector actual se diría: “Bueno pero ¿Qué de todo eso es canon?”
Y supongo que es una pregunta pertinente pero, apenas producida la Crisis, recién se estaba experimentando con la idea. Y tampoco de la manera más coherente.

Me explico: Para el relanzamiento de Superman se decide empezar la numeración del título de nuevo y comenzar toda la historia desde el principio. El número 1 de Superman puede considerarse, por lo tanto, la continuación directa y cronológica del último número de Man of Steel (1986).
Batman, en cambio, tiene su redefinición en Año Uno (1987), una miniserie que se sitúa entre los números 404 y 407 de la propia serie regular del personaje. Esta miniserie introduce un flashback que interrumpe la cronología de la serie... pero al finalizar, todo sigue como si nada. Es decir que mientras Superman volvió a su primera juventud, Batman siguió con su edad de siempre.
La cosa se complica más si consideramos, por ejemplo, el relanzamiento de Green Arrow en The Longbow Hunters (1987) de Mike Grell. Ya que el autor nos muestra a un Oliver Queen cuarentón pensando seriamente en dejarse de hinchar con eso de disfrazarse de Robin Hood.
El mismo mes, entonces, nos encontrábamos en el kiosco con cómics en los que Clark tenía veinticinco años, Bruce treinta y pico y Ollie, cuarenta.
O'Neill y Kaluta habían optado por la salida más sencilla, que era respetar la ambientación original y ubicar sus historias en los cuarenta, pero Chaykin quería traer a La Sombra a los ochentas. ¿Negaría toda la historia anterior y empezaría desde cero? ¿Qué edad tendría Lamont? ¿Tendríamos un Shadow viejo al estilo del Dark Knight Returns? ¿Inventaría historias de “los años perdidos”? ¿O cómo explicaría su desaparición de décadas?
La Sombra regresa
Como siempre, lo que Chaykin terminó haciendo, nadie se lo esperaba. Y es que cuando este artista sacudía el avispero, lo hacía tan fuerte que las avispas se quedaban preguntándose quién las había atropellado.
El primer número de The Shadow: Blood and Judgement es un curso de narrativa digno de entrar en la historia grande del medio.
Es muy difícil describir una estructura narrativa pero voy a intentarlo: Las primeras tres páginas muestran a unos ancianos participando de una de esas obras teatrales en las que el público tiene que formar parte de una trama policial y tratar de resolver el crimen. De repente, la actriz que interpreta a la muerta sale corriendo porque hay un muerto real: el autor de la obra, un tal Clyde Burke.

A partir de ahí, cada una de las próximas dieciocho páginas son secuencias individuales que van mostrando diferentes escenas y personajes, aunque de a poco vamos organizando cuatro tramas. Ying-Ko, Hsu-Tei y Ching-Yao-Chang realizan un largo viaje partiendo de una ciudad desconocida del Tíbet con rumbo a los Estados Unidos.
Un viejo bastante cabrón, con el viejo disfraz de La Sombra y una camioneta van que pone “The Shadow Knows” en el lateral, da espectáculos de magia y seduce señoras en ferias del pueblo.
Preston Mayrock. otro viejo pero en silla de ruedas, organiza negocios, banquetes y orgías con príncipes y senadores. Tiene una esposa muy joven y sensual y un clon de unos 25 años con tremenda pinta al que controla mentalmente.
Mavis Lockhart está amargada porque le negaron un ascenso en el FBI.
Mientras tanto, distintas personas cometen una serie de truculentos asesinatos aparentemente sin conexión: Un ciruja (Hawkeye), un oficinista (Clifford Marsland), un jubilado en su retiro en Florida (Moe Shrevnitz) y un paciente de un hospital (Jericho Druke) que se suman a la primera víctima.
Chaykin juega perfectamente según las reglas del policial de enigma y pone todas las pistas y las conexiones delante de nuestros ojos pero, como en los buenos policiales, no descubrimos la respuesta hasta que no es demasiado tarde. Y es que los pequeños indicios nos pasan por alto porque estamos demasiado ocupados tratando de responder una única pregunta ¿Cuál de esos es La Sombra? Acá juega un papel imprevisto algo que algunos consideraron una limitación del autor y que, sin embargo, favorece la construcción del misterio en esta serie: Sus personajes masculinos, facheros y caucásicos son todos muy parecidos.
¿Será el viejo mago? Es cabrón y seductor y una referencia a Walter Gibson que era aficionado al ilusionismo y trabajó como mago de feria. ¿Será Mayrock? Tiene la plata, los poderes mentales misteriosos y su clon joven tiene el aspecto típico de los héroes de Chaykin.
De a poco, las líneas se van acercando hasta confluir y dejan todo preparado para el espectacular regreso de La Sombra.
El número puede funcionar perfectamente para los lectores neófitos pero también está lleno de referencias para los viejos amantes del personaje. Y sin embargo le llovieron críticas por todos lados.
Por ejemplo, Chaykin se las arregla para que en cada escena del crimen e integrada a la imagen se pueda leer en alguna parte el nombre de las víctimas. Ocurre que para los nuevos lectores, todo ese desfile de nombres no tienen ningún sentido y solo aportan a la confusión general de una estructura narrativa que se niega a jerarquizar la información para hacerla a prueba de tontos. Mientras que los viejos seguidores de la serie, que sí reconocieron los nombres, no se tomaron muy alegremente el hecho de que, apenas en el primer número, el autor matara de las maneras más brutales a casi todos los antiguos agentes de La Sombra.
La Sombra lo sabe... y Chaykin, también
Si el primer número fue un brillante ejercicio de técnica narrativa, el segundo es un prodigio pero de muy diversa índole.
En un largo flashback, La Sombra, reunido con los dos supervivientes de la masacre de sus antiguos aliados, repasa su vida, explica el origen de sus poderes, su triple identidad, los motivos de su desaparición de la vida pública y dónde estuvo metido todos estos años.

Increíblemente, Chaykin elige no hacer borrón y cuenta nueva con la historia del personaje sino que, por el contrario, rescata todos los elementos de su mitología y los ordena en un relato totalmente coherente.
Y todavía quedan dos números enteros para repeler el último ataque de los malos, iniciar el contragolpe, encontrar al cerebro detrás de los crímenes y vengar a los camaradas muertos. Todo bastante prolijo salvo el reclutamiento de los nuevos agentes que se sacaron de la galera.
Así, tras apenas cuatro revistitas, Chaykin logró traer a un personaje de los años treinta a la actualidad, arreglar varias incoherencias de sus décadas de publicación anterior, establecer un nuevo elenco de interesantes personajes secundarios (mención de honor para Lorelei que se anticipó en varios años a Oráculo) y darle una sutil pero genial renovación a su aspecto visual, que incluye impermeable en lugar de capa y dos subfusiles Uzi en lugar de las Colt 45.
Con el interés del público renovado, el personaje quedaba en perfectas condiciones para seguir viviendo nuevas aventuras y, de hecho, lo hizo, ya que rápidamente comenzó una nueva serie con un arco escrito por Andrew Helfer y dibujado por Bill Sienkiewicz.
Por su parte, el gran resultado artístico de The Shadow: Blood and Judgement sirvió como base para que DC le confiara al autor la renovación de otras dos franquicias: Blackhawks y el universo de ciencia ficción que se redefiniría en Twilight.
Actualmente, los derechos de publicación del personaje los tiene Dynamite que reeditó esta historia en un tomo y convenció a Chaykin en 2014 para producir otra miniserie de ocho números, que se tituló The Shadow: Midnight in Moscow y que funciona como precuela de la primera.
Ya hablaremos de eso en próximas notas.