Llegamos a la cuarta y última parte de esta mega nota sobre el tomo integral de Alack Sinner y antes de proseguir quiero agradecer a todos los que leyeron hasta acá. Soy consciente de que un análisis de esta extensión no es nada frecuente en la crítica de comic pero quisimos apostar a que había un público con el interés y el nivel suficiente para apreciar el esfuerzo. Gracias por estar ahí.
Ahora sí, antes de analizar los últimos dos álbumes de la saga una pequeña digresión y un repaso de la historia editorial del personaje.
Sobre los problemas de atribuirle nacionalidad al arte
A pesar de lo cómoda que pueda resultar, toda taxonomía tiene sus límites y presenta casos dudosos. Está claro que si un autor argentino produce, ambienta y publica su obra en Argentina, esta pertenecerá a la literatura argentina. Los problemas comienzan cuando algunos de estos elementos no coinciden.
Claramente, de los cuatro, el menos relevante es la ambientación de la obra. Autores de todas partes del mundo han situado sus historias en otras, épocas, países y hasta planetas. La ambientación es parte de la ficción así que puede sumar pero no determina la clasificación.
Como contraparte, el factor más determinante parecería ser la nacionalidad del autor, no obstante, también se presentan casos particulares. Ni Robin Wood ni Solano López ni Alberto Breccia nacieron en Argentina y son, sin ningún tipo de dudas, tres de los pilares fundamentales de la historieta nacional. “Nippur”, “El Eternauta” o “Perramus” se produjeron y publicaron en Argentina por lo que forman parte de nuestra historienta de la misma forma que “Watchmen” es un comic americano aunque los autores sean ingleses o “La casta de los Metabarones” es un comic europeo aunque los autores sean un chileno y un argentino.
Desde ese punto de vista y considerando que Alack Sinner se produjo y se publicó íntegramente en Europa, la conclusión es implacable... pero no me resigno a aceptarla, así que vamos a retorcer la teoría todo lo que haga falta hasta alcanzar la íntima convicción de que la obra que nos ocupa es más argentina que el dulce de leche. Hasta ahí llegó mi honestidad intelectual.
Veamos: en principio, el mercado argentino y el europeo tenían muchas similitudes y numerosos puntos de contacto. Juan Giménez tiene que dar el salto al color (y termina siendo un genio en ello) para adaptarse al formato de álbum europeo que en Argentina no existía. “Watchmen” es un comic americano porque lo publica DC pero también porque se trata de unos superhéroes en Nueva York y porque utiliza el formato de comic-book. En cambio, Muñoz y Sampayo publican sus historias serializadas en revistas de antología europeas muy similares a las que existían en Argentina por esas fechas, por lo que no tienen que adaptar su estilo y sus voces personales a un medio que le es extraño. De hecho, las revistas argentinas publicaron mucho material europeo y algunas revistas europeas publicaban mayoritariamente autores argentinos.
Otro aspecto es el interés que muestran y el esfuerzo que hacen autores y editores argentinos para que una obra se publique en el país. Así, aunque ya dijimos que “La casta de los Metabarones” nos parece claramente europea, otras obras de Juan Giménez como “La estrella negra” (publicada por Doedytores en escala de grises en 1993) o “Basura” (completamente redibujada por el artista para poder publicarla en “Fierro”) ya nos parecen más argentinas por haber tenido una edición local.

Sinner en Argentina
Muñoz y Sampayo son dos próceres de la historieta argentina, fundamentalmente, por su aparición constante en la revista “Fierro” de la primera época. Ese será el vehículo principal por el que sus historias llegaran al público local... un público que, desde el comienzo va a abrazar esas historias y las va a hacer suyas.
No obstante, no será el buen Alack el personaje favorito de los editores locales. No es extraño que los responsables de “La Urraca”, quienes ya en el editorial del primer número de “Super Humor” expresaron su intención de tomar “la realidad nacional como materia aventurable”, se hayan sentido un poco reacios a publicar las peripecias de nuestro detective rubio y neoyorkino.
De hecho, las primeras páginas de la dupla que recuerdo publicadas por la editorial serán “Pepe, el arquitecto” (primer capítulo de “El bar de Joe”) en la décima entrega de la ya mencionada “Super Humor”. Y es que, claro... Pepe era un argentino exiliado, huyendo paranoicamente de la dictadura militar. Pepe nos hablaba de nuestra realidad. ¿Y Sinner no?
Ya con el arranque de “Fierro”, Muñoz y Sampayo se van a volver presencias habituales en los kioscos argentinos pero, otra vez, no va a ser “Alack Sinner” la primera elección de los editores locales sino “Sudor Sudaca” y, a su término, otra historia del bar: la genial “Tenochtitlan”. Una vez más, la presencia explícita de la realidad local parecía coincidir mejor con la propuesta programática de la revista.
No será sino hasta 1986, con la aparición de “Nicaragua” (como ya analizamos en el artículo anterior, el episodio en el que la política sudamericana irrumpa de manera más contundente en la serie) que “Alack Sinner” comience a publicarse en Argentina casi en simultáneo con la edición europea. Tal vez fuera demasiado tarde porque el personaje ya tenía sobre sus espaldas una década de historias que el lector argentino posiblemente ignorara.
A pesar del pecado imperdonable de haber soslayado semejante obra durante diez años, hay que decir que, a partir de ese punto, todo se hizo bastante bien. Cada entrega nueva de la serie fue publicada con la mayor inmediatez e incluso se rescataron algunas historias anteriores como “Encuentros y reencuentros” (“Fierro” 64-71) y “Recuerdos” (Fierro 85-87).
Una mención especial merece Doedytores que rescató dos de las más relevantes historias de la primera época del personaje: “Chispas” que salió serializada en la revista “Cóctel” y la fundamental “Conversación con Joe” que fue publicada como un álbum cuadradito en 1993 con el título “Mirarse al espejo”.
Es verdad y es una pena que “Alack Sinner” no haya sido publicado de manera completa en Argentina. Es verdad y es una pena que no tengamos un público lector que permita a nuestros mejores autores producir toda su obra pensando en el mercado local... pero eso no es más que otro rasgo de la argentinidad. Esa aparente pobreza, esa falta de tradición cultural que, como bien explicaba Borges, nos permite apropiarnos de toda la cultura occidental y sentirla como propia, también nos permite sentir que un narrador como Cortazar que nació en Bélgica y murió en París puede ser profundamente argentino sin ninguna contradicción. O que un detective yankee creado entre Milán y Barcelona puede ser el medio a través del cual sus autores nos transmitan una visión, innegablemente sudamericana, del mundo.
Sinner en Europa
La que, sin dudas, podemos considerar como “la casa” de Alack Sinner fue Milán Libros que en enero de 1974 iniciaba la andadura de “Alter Linus” como el desprendimiento más orientado a la historieta de la veterana “Linus”. Este será el medio en el que se “estrenarán” todas las primeras aventuras de la serie que eran replicadas con poco tiempo de diferencia por la francesa “Charlie Mensuel”.
De hecho, durante la reestructuración de la revista italiana y su relanzamiento como “Alter Alter” en 1977, los franceses les ganaron de mano y publicaron “Recordando” y “Conversando con Joe” en francés antes que en italiano. De ese mismo año data la primera edición en España dentro de la mítica “Totem”.
Los italianos recuperan la vanguardia hasta la publicación de “Nicaragua” pero ya para 1986, “Alter Alter” estaba herida de muerte y dejaría de publicarse en ese mismo año.
La serie pasaría a publicarse, entonces, en “Corto Maltese”, la revista de la editorial más orientada a la aventura pero, en 1993, después de editar “Final de un viaje”, también esta publicación cerraría sus puertas.
La gran crisis de las revistas de antología representó un cambio muy radical para los autores y el mismo Muñoz dirá en algunas entrevistas que no tener la urgencia de la entrega del material, propia de este tipo de publicaciones lo hizo relajarse demasiado y dibujar cada vez menos.
Lo cierto es que el ritmo de la serie venía bajando desde antes: El primer periodo se compone de diez historias publicadas en tres años; el segundo tiene seis historias en once años; y el tercero solo dos álbumes publicados por Casterman de Francia en 2000 y 2006.
Vamos a ellos.

Historias privadas o las mujeres de Sinner
Parece que solo problemas que afectaran muy directamente a nuestro protagonista serían capaces de arrancarlo de su retiro y eso será lo que pase en esta entrega. Alack está viejo, ya usa anteojos de manera permanente y se mata de risa cuando una mujer le pregunta si es detective privado. Muñoz y Sampayo nos van preparando para rizar el rizo pero, tal vez, lo más interesante de este anteúltimo álbum sea la reaparición de la mayoría de los personajes femeninos del título.
Cualquiera que haya leído la serie sabe que los personajes femeninos que frecuentan sus páginas son una belleza y en “Historias privadas” se cruzan casi todas. Son mujeres fuertes, independientes, profundamente humanas y alejadas de todos los estereotipos clásicos de la historieta. Cada una tiene una personalidad y se ganan su lugar en cada viñeta (y en el corazón de los lectores) por méritos propios. No son un desprendimiento del protagonista que sirven solo de comparsa o telón de fondo pero tampoco son la excusa para meter a presión un discurso feminista militante y a la moda.
Es curioso que, surgiendo de dos manifestaciones culturales tan misóginas y machistas como son la historieta y la novela negra, “Alack Sinner” haya sido un lugar en el que el feminismo era una realidad inobjetable... no porque se hablara de ello sino porque la igualdad entre los personajes era un hecho. En este sentido como en tantos otros, Muñoz y Sampayo estaban tan adelantados a su época que su enfoque dejaba al lector completamente descolocado porque, no solo el protagonista masculino no demostraba su superioridad ante el sexo débil sino que, por el contrario, las chicas eran superiores a él en muchos aspectos.
Aprovechemos para un rápido repaso de las maravillosas mujeres de la serie.
Tony: En “Conversando con Joe” fue violada por tres tipos pero no asume un papel de víctima. Cuando Alack evalúa que ese hecho lo obliga a replantearse su posición sobre el gatillo fácil, ella lo ubica en seguida: “Para mí que eres bipolar. Hace un mes casi te echan por oponerte a cierto tipo de métodos y ahora porque han tocado a tu hermanita, tú mismo quieres practicar el asesinato legal. Prefiero no entenderte”. Tony no necesita un héroe ni un vengador. Asume el trauma de lo que le hicieron y trata de seguir adelante con su vida. Acá la vemos, muchos años después, enrollada con un tipo bastante más joven al que le pinta el sado.
Loretta: Cuando los lectores todavía creíamos que podíamos estar leyendo un típico policial, aparece “Viet Blues” y este primer interés romántico del prota. Loretta pone el departamento y su conocimiento de primera mano para la desintoxicación del heroinómano John Smith III a quien prácticamente no conoce. Ella misma confiesa que tuvo que pasar por una desintoxicación parecida hace poco y Alack queda en off side porque “su chica” la tiene mucho más clara que él.
Enfer: Aparece por primera vez en “Ciudad sombría”. Va de frente desde el principio e inicia una relación amorosa con Sinner. No tiene reparos en reconocer que lo ama pero no por eso deja de tener relaciones con otros tipos. Cansada de la discapacidad emocional de nuestro querido detective, lo termina cortando. Cuando se entera que está embarazada, ni le avisa y cría sola a su hija durante cuatro años hasta que él vuelve a buscarla.
Delia: Norteamericana de origen nicaragüense comprometida con la causa del sandinismo. Por su conciencia y militancia ideológica contrasta con Alack que entiende de política lo que yo de danza clásica. Cuando se rompen las relaciones diplomáticas, decide emigrar a Nicaragua a seguir la lucha desde allá a pesar del enorme riesgo que eso implica. Ni se plantea poner su romance por encima de su compromiso ideológico.
Cheryl: La pequeña ha crecido y ahora la encontramos incriminándose en el asesinato de unos explotadores de haitianos para encubrir al verdadero asesino. Contra las órdenes de su padre, viaja a Paris y le parte la cara al abusador de Tony.
Y por último, el personaje femenino más recurrente y relevante de la serie: Sophie. Una anarquista incendiaria que se pone en bolas con la misma naturalidad y desparpajo con los que otros se rascan la oreja. En “Final de un viaje” habíamos presenciado su reencuentro con el protagonista. Él, que ya no era detective ni taxista... ni nada, se quedaba a ayudar a la polaca pecosa en la estación de servicio de la que era propietaria. Pasaron ocho años y parece que él siguió sin hacer nada así que en “Historias privadas” será Sophie la que tenga que pagar los pasajes aéreos a Francia, los honorarios del abogado para Cheryl y hasta el alquiler del departamento nuevo de la chica. Aunque las personas en problemas son la hija y la hermana del protagonista, él no tiene un mango para ayudarlas y depende de la financiación de su pareja. Muy lejos quedó el estereotipo del duro investigador privado que podía solo contra todo.

El largo adiós
Y llegamos al último álbum, el epílogo, el broche de oro de estos treinta años de trabajo de dos genios. Muñoz tiene el trazo un poco más quebrado y el pincel un poco más seco, producto de su evolución artística imparable que, curiosamente, lo volvió a acercar a algunos recursos de sus inicios como ayudante de Solano López.
La historia también completa una vuelta de tuerca mostrándonos a Sinner de nuevo en NY y ejerciendo como detective privado. En cuanto a la temporalidad, hay un recurso que puede pasar inadvertido: Señalamos muchas veces que el tiempo dentro de la ficción avanzaba junto con el tiempo real de los lectores. “El caso USA”, en cambio, se produce en 2005, se publica en 2006, pero se ambienta entre agosto y septiembre de 2001. Apenas un par de referencias desperdigadas anticipan lo que en el final resultará obvio y es que la narración es retroactiva y el presente de la enunciación es (como siempre) el del lector.
Esta historia viene a retomar para darle un cierre definitivo a una de las ramas que se venían desarrollando en algunas de las entregas anteriores: la del PODER norteamericano así, con mayúsculas. Por eso, tal vez, el personaje que pone en marcha la acción dramática sea Jill Oates, la extraña amiga de “Franky Ojos Azules” que solo había aparecido en “Encuentros y reencuentros”. Para los que no lo sepan, Sinatra (además de poseer una voz increíble) es un símbolo de los vínculos entre las mafias, el poder económico y la política en los Estados Unidos.
Acá volvemos a ver a esas agencias gubernamentales súper secretas que habían aparecido en “La vida no es una historieta” y “Nicaragua”. Esa gigantesca estructura de espionaje y seguridad que todo lo sabe, todo lo controla y que, finalmente, no es más que el manojo de hilos invisibles con que la sociedad es modelada al antojo del verdadero poder: la guita.
Esta trama representa un cuestionamiento feroz al rol del protagonista ya que pone en evidencia que el “investigador privado” apenas escarba un poco en la superficie de la realidad, ajeno a los verdaderos misterios e intereses que están sepultados mucho más profundamente. Los propios sicarios del imperio decidirán que no vale la pena ni siquiera matarlo porque “Es demasiado poco lo que sabe”.
Y lo que es más fuerte: cuando tiene la oportunidad de saber más, cuando Jill Oates (sabiendo que la van a matar en cualquier momento) quiere contarle lo que sabe, Sinner la deja hablando sola. Él tuvo la oportunidad de acercarse, aunque sea un poquito, a la verdad pero la rechazó conscientemente. Cuando se trata de ese tipo de información, nuestro detective prefiere seguir sin saber más de lo que le conviene.
A simple vista, el final es agridulce. Visto con más detelle, resulta demoledor. Cuando las agencias de inteligencia permitan que los atentados del 11-S tengan éxito para elevar el valor de sus carteras de inversiones en petróleo, Alack, como cualquier norteamericano, sentirá que ese día se derrumbó el mundo. Cuatro años después, los otrora agentes de seguridad nacional, devenidos en multimillonarios hombres de negocios, confirman que no hacía falta matar al protagonista. Es un tipo inofensivo. “Tan pueril como su nieto”.
Los autores dirán que dejaron a Sinner feliz y en paz, jugando con su nieto. A mí me resulta imposible no pensar cuál es el precio de esa felicidad y de esa paz, el precio que paga cada norteamericano: elegir la ignorancia, sacrificar la verdad, comprar cualquier buzón que el gobierno quiera venderles, aceptar que sus tropas lleven la muerte y la miseria a cualquier lugar del mundo con tal de garantizar la seguridad y prosperidad puertas adentro.
Si ese es un final feliz, “1984” de George Orwell les va a encantar.
Gracias por leer. Posta.
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Gracias por el repaso de una historieta que fui leyendo y releyendo durante décadas. E interpreté en forma distinta a medida que mi cerebro, como el estilo de Muñoz, evolucionaba.