Antecedentes y anécdota
En 1976, Trillo y Churrique publicaron en Skorpio una historia de veinticuatro páginas divididas en tres partes titulada “El buen Dios”. “El buen Dios” es el nombre del barco que compra el protagonista y anticipa muchos elementos de lo que será “Alvar Mayor”.
La acción transcurre en esa Sudamérica colonial llena de brutalidad, injusticias y miserias, Alonso de León es hijo de un español y una india lo que le confiere esa fisonomía particular que Enrique sabe retratar tan bien... Tal vez la diferencia principal es que en esta obra, Breccia apela a su estilo más crudo (el de “Los dueños de la tierra” o “Argelia 1959”) y no al más aventurero.
Al año siguiente, el guionista le escribe un nuevo guion con la misma ambientación histórica y el dibujante le da al protagonista un aspecto visual parecido al de la serie anterior. La primera página de “La leyenda de Eldorado” muestra a un grupo de soldados a caballo llegando a un pueblo, atraviesan las calles y sin desmontar, rompen las puertas de una casa e irrumpen con caballos y todo en el interior.

La historia (como era costumbre en Record) se publica casi simultáneamente en Argentina e Italia y es muy bien recibida en ambos mercados, tanto que la Eura pide más capítulos. No es la primera vez que un unitario acaba convirtiéndose en serie. Trillo estaba bastante convencido de escribir más capítulos y se nota por la estructura narrativa de la primera historia que presenta a los protagonistas y deja la puerta abierta a nuevas aventuras. El que no parece tan entusiasmado es el Churrique, quien termina accediendo con una condición: Si la serie iba a ser regular y había que dibujarla todos los meses, que no tenga más caballos.
Y así, desde entonces, en todas las expediciones y travesías de las que Alvar Mayor forme parte, la gente camina y camina, a veces van en canoa, después en barco y por allá vuelven a caminar. Pero solo muy de vez en cuando alguien monta a caballo.
Este puede parecer un detalle menor pero el caballo fue un elemento central en la dominación española del continente, así que contar la historia de la América virreinal sin caballos es más o menos como contar la Segunda Guerra Mundial sin nazis.
Con el correr del tiempo y conforme la obra iba ganando el prestigio internacional, los críticos fueron formulando diferentes hipótesis sobre esta ausencia tan extraña que iban desde la ucronía hasta el signo de un velo fantástico que se sobreponía a la realidad histórica de la conquista.
Aventuras de capa y espada (o cuchillo y sombrero, en este caso)
“Alvar Mayor” es muchas cosas pero, sobre todo, es Carlos Trillo lanzado sin red hacia la aventura. Es verdad que por momentos cobra cierta importancia el contexto histórico y las relaciones de poder que se impusieron tras la conquista de América, pero la mayoría de las historias podrían perfectamente ambientarse en otra locación porque aluden a valores y conflictos universales.
En cada episodio, por propia iniciativa o por azar, nuestro protagonista se topa con una nueva empresa que afrontar y el eterno ciclo de la aventura se reinicia. A veces, descolocando el horizonte de expectativas del lector actual que se puede quedar esperando que alguna trama continúe o que haya alguna escena de transición que explique cómo pasamos del final del capítulo anterior al comienzo del siguiente. Incluso se reduce al mínimo el elenco de secundarios recurrentes. Apenas Tihuo (el fiel amigo) y Lucía de Lerma (ocasional interés amoroso) le dan con su presencia un poco más de cohesión a los diferentes relatos que, por lo demás, se sostienen únicamente en la figura del héroe. Es más, cuando los secundarios no aparecen, nadie nos dice adonde se fueron; y cuando reaparecen, tampoco sabemos donde estuvieron.

De todos esos detalles prescinde Trillo con tal de mantener a los personajes inmersos en la vorágine de vivir en una constante peripecia. Y está muy bien, porque con la maestría de este enorme guionista, la aventura puede tener todos los condimentos y tocar una enorme variedad de registros. Está la fábula moral que enfrenta al bien contra el mal mostrándonos las virtudes y defectos de la especie humana, pero también están las que tratan sobre la amistad, el romance, el destino, las que juegan con el sueño o el delirio y pueden incluso llegar a tocarse con la magia y lo fantástico.
En todo este abanico de temas y recursos demostró Trillo su destreza y su genio durante los cinco años que la serie se publicó en “Skorpio”, convirtiéndose en una de las más longevas y populares entre los lectores.
Obviamente, nada de esto sería posible sin el arte de Enrique Breccia capaz de lograr que el blanco, la mancha y esas tramas orgánicas y cerradas sean un desierto sofocante, una selva impenetrable, un pueblito o un templo abandonado. Y no me refiero solo a las grandes páginas panorámicas con las que se suelen cerrar los capítulos, sino incluso a viñetas muy pequeñas de mitad de relato. Churrique combina la efectividad narrativa con el lucimiento gráfico en un despliegue de talento que deslumbra sin dejar nunca de contar la historia.
La otra marca registrada que acá se luce muy particularmente es el diseño de esos personajes de rostros afilados, arrugados, mal afeitados, cruzados de cicatrices que llenan de detalles y de profundidad expresiva hasta a personajes que aparecen en una sola viñeta.
Cabe destacar que (aunque se evitó un montón de caballos) en estas primeras historias de “Alvar Mayor”, Enrique se jugó a dibujar varias escenas de combate y acción que procurará esquivar en momentos posteriores de su carrera.
¿Para qué seguir? Un clásico absoluto por donde se lo mire.
La presente edición
Por todo lo anterior, el proyecto de reeditar toda la serie en tres tomos es un auténtico motivo de alegría para todos los amantes de la historieta pero, justamente, en atención al prestigio y la relevancia de la obra, es lógico que se espere una edición que esté a la altura. Y en ese sentido, debo reconocer con cierta pena que este libro no colmó mis expectativas.

Hay muchos factores a cuidar para lograr una buena edición pero hay algo que, como lector, considero fundamental: que lo blanco sea blanco y lo negro, negro. Para eso hace falta papel de una calidad mínima para que no amarillee ni trasluzca y una impresión que logre plenos intensos. Lamentablemente, ninguna de esas condiciones se cumple en este caso. El papel es amarillento y, como se trasluce la página, no se pueden saturar mucho los negros.
Una decisión que seguramente apunta a no encarecer el precio final del libro pero que genera un contraste violento con la calidad de la obra publicada.
Otros aspectos de la edición están muy bien resueltos. La reducción de dos centímetros en el formato está perfectamente compensada por un nuevo rotulado muy claro que deja más aire dentro de los globos y evita las palabras cortadas comunes en las ediciones de Record. El prólogo de Thomas Dassance es inteligente tanto en su planteo como en su análisis. Pero, sin dudas, el principal atractivo de la edición y lo que por sí solo justifica su compra es la nueva portada original realizada por Enrique Breccia. Un verdadero lujo y un regodeo de virtuosismo de uno de los mayores artistas de la actualidad.
Espero con ansias la salida de los próximos tomos. Ojalá que vuelvan a la calidad de impresión a la que Loco Rabia nos tiene acostumbrados y, aunque sea mucho pedir, que el Churrique nos deleite con nuevas ilustraciones para las portadas.
También podés leer "El rescate de Record" con todas las reediciones de la editorial.