En esta oportunidad quise dedicarle una nota entera a repasar sucintamente las obras destacadas de uno de los autores más relevantes del panorama historietístico nacional actual: el ingeniero moronense, argentino y peronista Ángel Mosquito.
Seguir la trayectoria de Mosquito es como seguir la historia de la historieta argentina de los últimos veinte años porque el tipo estuvo siempre donde tenía que estar: A fines de los 90’s autoeditaba sus fanzines y publicaba alguna historia corta en el prozine “Qajas”. Cuando los chicos de los fanzines se empiezan a organizar, él asume la vice-presidencia de la Asociación de Historietistas Independientes y sigue el camino hacia la profesionalización formando parte del núcleo duro de ese experimento maravilloso que fue “La Productora” (¿Cómo puede ser que todavía no hayamos escrito una nota sobre eso? Paciencia, ansioso lector). En 2005 surge otro proyecto increíble: el blog “Historietas Reales” y Mosquito se transforma en uno de sus más asiduos y longevos colaboradores. Después llega lo que podemos llamar la consagración, publicar en “Fierro”, en diarios de alcance nacional y también en el exterior... pero no nos engañemos, los que lo seguíamos sabíamos que Mosquito era groso desde mucho antes de que su obra se masificara. Es más, perdónenme la subjetividad pero yo diría que el tipo es groso desde la primera página que le vi publicada.
Sus historias, ya sea como artista integral o con guiones de su cómplice habitual, Federico Reggiani, siempre incluyen una refrescante dosis de humor y costumbrismo suburbano que rompe el eje del género dándole ese enfoque novedoso que hoy es una marca inconfundible del estilo del autor. El dibujo es suelto, dinámico y expresivo, lo que lo hace especialmente indicado para el humor gráfico pero no lo ha invalidado a representar escenas dramáticas cuando el guion lo exige.
Ángel (la leyenda dice que en realidad se llama Mariano) es un artista y un profesional con todas las letras pero también es un laburante compulsivo que ha publicado en todos los formatos y soportes tanto impresos como digitales por lo que es muy difícil hacer un índice de su obra completa pero aquí va mi mejor intento.
Bibliografía (seguramente incompleta)
- “Morón Suburbio” (fanzine) 1997-1998; La productora 2000 y 2005
- “Fauna” y “Guerra” en Revista “Qajas” Manzanapragma 1998
- “Villa Tesei” (fanzine) 1999; La productora 2000
- “La mueca de Dios” La máquina Infernal 2001
- “Todo por Honoria” en “Nestor Comics. Decadencia” La productora 2002
- “Los devoran los de afuera” en “Carne Argentina” La productora 2003
- “El Otro” La Productora 2005
- “El Granjero de Jesú” en el blog Historietas Reales 2005-2018; Domus 2007; Maten al Mensajero 2016
- "Plegaria" en Revista SudaMeryK! ABC Ediciones 2008
- “Vitamina Potencia” en revista “Fierro” Página/12 2008-2010; Llanto de Mudo 2012, Maten al Mensajero 2016
- “Tristeza” en revista “Fierro” 2011-2013; Llanto de Mudo 2014
- “Morón, Morón” en el blog del autor 2011-2012
- “Qué capo debo ser” en revista "Inrockuptibles" 2011-2013 en “Diario Registrado” 2013-2016
- “Hugo y Alan” en revista “Un Caño” 2012-2013
- “Los visitantes del agujero del comedor” en revista “Maten al mensajero” 2013-2015, Maten al Mensajero 2016
- “Eh, Amigo” en revista “Inrockuptibles” 2013-2015
- “Conurbania” en diario “Tiempo Argentino” 2016
- “La Calambre” La cúpula 2014; Maten al Mensajero 2017
- “La gente de al lado” en diario “Tiempo Argentino” 2018
- “Roque y Gervasio, pioneros en el espacio” en el blog del autor 2018. Libros del Cosmonauta 2020 y continúa.
Primera aclaración necesaria: Teniendo en cuenta que encontramos 20 títulos y no los vamos a poder reseñar todos, la siguiente selección no pretende ser “lo mejor de Ángel Mosquito” sino una muestra de obras que por pertenecer a diferentes géneros, épocas y soportes permiten hacerse una idea del amplio espectro que abarca el trabajo del autor.
“Morón Suburbio”
Salieron tres números y un especial de navidad en fanzine. El cuarto número ya aparecería bajo el sello de La Productora que más tarde también recopilaría en un librito el material que se había publicado en el periodo amateur.
La obra ocurre en una realidad paralela que tiene mucho de la localidad del conurbano bonaerense que le da el nombre pero llevado al límite de la exacerbación. Bandas de delincuentes, policías corruptos, recaudadores de impuestos, indios sicarios, abogados cocainómanos y contrabandistas de vodka... todos en este Territorio de Morón (especialmente en el temido barrio yugoslavo) andan armados y se agitan en un peligroso cóctel molotov mezcla de Western y “Perros de la Calle”.
El subtítulo “Historias del Oeste contemporáneo” nos da una clave de lectura que anticipa un tópico del autor. Estas perfectamente podrían ser historias de indios y cowboys, pero este no es el lejano oeste de Hollywood, es nuestro oeste del Gran Buenos Aires, uno bien cercano, tanto en tiempo como en espacio. Lo mismo va a pasar si la historia es de luchadores, vampiros o zombies. Nada escapa a la mirada y al filtro de Mosquito que todo lo baja al nivel de nuestras destartalada realidad.
El otro motivo recurrente que ya está presente en estas historias primerizas es el valor de la amistad. Los héroes de Mosquito rara vez son tipos solitarios, tienen familia y amigos. Grandes amigos. Incluso estos lúmpenes, acostumbrados a jugarse la vida casi por rutina, tienen un código que pone por encima de todo el valor de la amistad. Pueden ser duros y violentos pero cuando pierden un amigo, lloran, se abrazan... y después hacen todo lo necesario para vengarlo.
“El Granjero de Jesú”
Respondiendo a la consigna original de “Historietas Reales”, esta es una obra autobiográfica en la que el autor nos va contando episodios de su vida a razón de una página por semana. El formato es apaisado por ser el que mejor se adapta para ser leído en el monitor de la computadora aunque también hubo algunas (muy pocas) páginas verticales que se publicaron en la revista “La Mano” y “Fierro”. El Granjero tuvo tres etapas: la primera de 100 páginas fue recopilada por Domus. El tema es que la recopilación llegó hasta agosto de 2007 y la historieta siguió saliendo hasta diciembre de ese año, así que está incompleta. Afortunadamente, en 2016, Maten al Mensajero saca un libro que, con el subtítulo de “Edición completa, definitiva y ampliada” recoge la primera y segunda parte de la serie más los extras publicados en otros medios, o sea todo lo que existía hasta el momento. Ocurre que en 2018, al autor se le ocurre continuar la serie haciendo que la edición completa y definitiva deje de ser ambas cosas. Esas once páginas de momento solo pueden leerse on line.
“El Granjero” es una obra divertidísima. Personalmente, el primer periodo es mi favorito. Mosquito es un grande de la comedia y acá hace lo que mejor sabe hacer que es encontrar el humor en las situaciones más cotidianas. Además, en estas primeras cien páginas se suma que el género “slice of life” estaba muy de moda en esa época y que estas historias estaban llenas de secundarios muy atractivos como los otros autores de La Productora (con los que se la pasaba viajando a convenciones) o la propia familia del dibujante. De hecho, Karin y Azul (la pareja y la hija) eran personajes tan populares como el propio protagonista.
El tema con la comedia autobiográfica es que la vida no siempre es graciosa, a veces no tenés ganas de encontrarle el lado humorístico a lo que te está pasando o, simplemente, no querés exponerlo delante de un montón de desconocidos. Así, un buen día, Karin y Azul desaparecieron de la tira y por más que el protagonista le haya visto el culo al cuñado mientras dormía, el tono ligero se perdió completamente detrás de la depresión profunda que le causó la separación y lo llevó a chuparse hasta quedar inconsciente.
Para mí, ese fue un punto de inflexión del que costó mucho recuperarse.
En las otras dos partes de la serie, Mosquito está más grande (empezó con veintipico y ahora tiene más de cuarenta) y, tal vez por experiencia, expone mucho menos a los personajes secundarios. Desaparecieron los otros autores mientras que la nueva pareja y el bebé son personajes bastante genéricos. La serie recuperó su gracia y sigue contándonos anécdotas cotidianas pero no de manera tan íntima. De hecho, uno de los mayores hallazgos de la segunda parte es la incorporación de un personaje ficcional: una especie de presentadora televisiva que acompaña al protagonista cuando realiza reparaciones domésticas.
“Vitamina Potencia” con guiones de Federico Reggiani
Publicada originalmente por entregas en la segunda encarnación de “Fierro”, fue recopilada en libro primero por Llanto de Mudo y después por Maten al Mensajero.
Esta es mi historieta favorita de las que voy a reseñar en esta nota.
Supongo que todos la habrán leído ya (eso quiero creer) pero igual resumo la premisa argumental básica: Dos viejos luchadores de catch, muy lejos de sus tiempos de gloria, recorren pueblos del interior presentando su espectáculo en sociedades de fomento y clubes de barrio para ir ganándose el morfi.
Reggiani lo conoce a Mosquito como si fueran hermanos y sabe escribir una historia que se ajusta perfectamente a las virtudes del dibujante: Los espacios suburbanos, los personajes fracasados, las anécdotas simples de la vida cotidiana y, en medio de esa fragilidad que es la condición humana misma, aparece algo que es más fuerte que Goku y más indestructible que Superman: la amistad entre esos dos tipos grandes que compartieron toda la vida.
Son catorce episodios de entre cuatro y catorce páginas más algunas hojitas sueltas que funcionan como prólogo o epílogo. Cada entrega tiene su propia anécdota pero todas están fuertemente cohesionadas con el relato central. La historia comienza “in media res” pero abunda en flashbacks para que nos vayamos enterando de cosas que pasaron antes y un día funesto, así como empezó, termina. Y digo “día funesto” porque hubiera deseado que esta serie continúe para siempre. Me queda la ilusión de que el último capítulo dice “Fin del Libro I” ¿Quién sabe? Tal vez algún día Reggiani y Mosquito nos alegren con una secuela.
“Morón Morón”
Esta sí que es medio imposible de conseguir impresa y forma parte de las tantas que el autor creara exclusivamente para el formato digital.
La historieta se publicó semanalmente durante el segundo cuatrimestre del 2011 y el primero del 2012 y en cada página se comenta el partido que esa semana jugó Club Atlético Morón, el gallo del oeste. Por cierto, la tira toma los colores del club así que en vez de publicarse en blanco y negro se publica en blanco y rojo.
Disculpen mi ignorancia porque de fútbol sé muy poquito pero entiendo que durante ese periodo de tiempo se disputó un campeonato de la B metropolitana. No sé... como que se jugaba en dos partes, mitad en un año y mitad en otro, con las vacaciones de verano en el medio. Algo así. El caso es que a esas dos partes corresponden los dos e-books que contienen la historia.
¿Puede alguien disfrutar de esta lectura sin ser hincha de Morón o (como en mi caso) sin entender un pito de fútbol? Sí. Totalmente. Lo importante acá no es el club sino la emoción de los personajes y los chistes.
Pero el dato que me llevó a querer reseñar esta serie por delante de otras es que sus protagonistas, Hugo Valcatorce, Alan García y, a veces, Dios trascenderán este breve experimento y se volverán personajes habituales de otras tiras del autor como “Qué capo debo ser” (aunque en una tira publicada en “Inrockuptibles” Hugo dice ser hincha de Atlanta), “Hugo y Alan” e incluso “Los visitantes del agujero del comedor”. El recurso es particularmente útil para los espacios reducidos que maneja el humor gráfico porque al trabajar sobre personajes ya definidos y reconocibles, podés pasar directamente a contar el chiste.
“La Calambre”
Es una novela gráfica que fue publicada primero por La Cúpula de España (la mítica editorial de “El Víbora”) y tuvimos que esperar tres años hasta tener una edición argentina de la mano de Maten al Mensajero.
Esta va de vampiros y (también) está buenísima. Con toda la mitología que hay alrededor, cada autor se toma la libertad de reinterpretar al vampirismo a su manera y Mosquito no es la excepción. Acá los vampiros conviven con los mortales que mayormente ignoran su existencia, el sol no los afecta pero tienen que consumir una cantidad mínima de sangre por día o pueden morir. El primer síntoma de la falta de alimento son los horribles calambres que le dan título a la obra. La policía sí conoce de la existencia de los vampiros y tienen una división especial ocupada de su vigilancia y eventual castigo.
Para evitar a este temible escuadrón de la muerte y poder seguir viviendo en sociedad, la mayoría de los vampiros decide “rescatarse” (que en este caso sería no matar gente para comer) y “caretearla” comiendo morcilla. El tema es que estamos en la Argentina post 2001 y la única que queda para ganar una moneda es salir a juntar cartones o robar algún equipo de GNC. Un delirio hermoso.
Por cierto, como la primera edición fue para España, la obra tiene un simpático anexo en el que explica qué son los vampiros pero también qué es el conurbano, la bonaerense, los cartoneros y el GNC.
Una vez más, como con Milton y el Lagartija o Hugo y Alan, acá los protagonistas son dos amigos (aunque Larry y Mogul asumen roles casi de padre e hijo), mostrándonos una vez más esas relaciones de lealtad absoluta que tan bien sabe plasmar el autor. En Mosquito es verdad la frase que inmortalizara el maestro Oesterheld: “Nunca el héroe individual, el héroe solo”