El antecedente más famoso
La historia del arte nos habla de que existe una relación bastante estrecha entre el desarrollo de la crónica periodística policial y el género policial en literatura. Según algunas teorías, fue el interés del público del siglo XIX por la incipiente prensa roja lo que impulsó a algunos autores como E. A. Poe o A. Conan Doyle a escribir historias que tuvieran un crimen y su resolución como conflicto central. El policial en literatura tenía además la ventaja de que le aseguraba al lector una historia redonda y tranquilizadora en la que el orden acababa siempre por reestablecerse, mientras que los crímenes en la realidad muchas veces quedaban sin resolver, dejando al lector frustrado e insatisfecho.
Tal vez, el ejemplo más famoso de esto hayan sido los crímenes de White Chapell que el periodismo encarnó en el nombre de “Jack el Destripador”. Mientras “The Star” (el periódico que publicó la supuesta carta del asesino) pudo mantener a Jack en portada, sus ventas superaron los 200.000 ejemplares, pero estas cayeron en picada cuando los crímenes cesaron y la policía no pudo dar con el perpetrador. De hecho, Andrew Cook en “Jack the Ripper: Case Closed” sostiene que Jack el destripador fue un invento publicitario del mencionado periódico y que la evidencia forense no daba a entender que los cinco famosos asesinatos hubieran sido obra de un mismo hombre.
Obviamente, centenares de libros se escribieron sobre el tema. Cada uno postulando sus hipótesis, teorías y culpables y todos asegurando develar “la verdad” sobre el caso. Pero hizo falta cierta distancia temporal para que estos crímenes pudieran plasmarse en una obra de ficción. Y más tiempo aún hasta que la ficción alcanzó su versión definitiva en la sublime “From Hell” de Alan Moore y Eddie Campbell. Digamos que fue necesario que esos crímenes perdieran su carácter de preocupante actualidad y se convirtieran en una anécdota de interés histórico antes de que pudieran ser novelizados de manera efectiva. Bueno... hizo falta eso y un genio como Alan Moore.
¿Y por casa cómo andamos?
En Argentina no tuvimos un Jack el Destripador pero tuvimos a Cayetano Santos Godino, un Petiso Orejudo que fue, sin dudas, igual de diabólico y popular en la prensa escrita de principios de siglo XX cuando sus cuatro infanticidios lo convirtieron en el primer asesino serial de Latinoamérica y el más joven en la historia de nuestro país.
Como en el ejemplo anterior, hizo falta cierta distancia histórica hasta que se produjeron ficcionalizaciones de calidad sobre el caso. En 2007 se estrenó la película “El niño de barro” de Jorge Algora, en 2013 Julio Ordano presentó su adaptación teatral titulada “El Petiso Orejudo” y en 2016 aparecieron las dos versiones en historieta que pasaremos a analizar.
“El petiso orejudo” de Barbieri y Altonaga

Con fecha de catalogación de enero de 2016, la editorial Loco Rabia publica “El Petiso Orejudo” de Pablo Barbieri y Carina Altonaga. Sus cien páginas de estilo clásico y contundente nos brindan una biografía completa y exhaustivamente documentada que, gracias a los saltos temporales y al cambio de tono que le aportan los diferentes narradores, no pierde en ningún momento el ritmo ni el interés.
La obra está estructurada en varios capítulos con una primera página que actúa como prólogo y un epílogo y abarca el periodo que va desde que los padres del protagonista se conocen en Italia hasta que el cementerio de la cárcel de Ushuaia, donde yacían sus restos, es removido para asentar las vías del tren. Incluso, hay un capítulo en el que se abandona el formato historieta para transcribir textualmente las evaluaciones físicas, forenses y psiquiátricas que los especialistas de la época hicieron sobre Cayetano.
El libro es efectivo en muchos aspectos. No solo porque cumple muy bien al crear el ambiente de la época sino también porque consigue transmitirnos ese espíritu positivista con el que médicos, jueces y policías abordaron un caso que desafiaba todos los valores morales y sociales de la época.
La sensación final que nos deja la lectura de “El Petiso Orejudo” de Barbieri y Altonaga es que estamos ante la versión definitiva de esta historia. Una obra que, tal vez haya tenido que renunciar a ciertas libertades creativas para reforzar su carácter realista y documental pero que en esa elección estética alcanzó un resultado soberbio.
Tal vez el único capítulo donde el verosímil realista es puesto en cuestión sea “El crimen de la calle Pavón” que es el único que está focalizado en la perspectiva del propio protagonista y esto justifica argumentalmente que se mezclen los planos del presente, el recuerdo, la realidad y la alucinación.
Esto nos lleva directamente a la siguiente obra a analizar
“Cayetano” de Saracino y Brondo

Pero por más definitiva que nos pareciera la versión anterior, en septiembre del mismo 2016, “Fierro” publica en su número 119 una versión recortada de “Cayetano” de Luciano Saracino y Nicolás Brondo. La misma obra que, este mes, publicó en forma completa Comic.Ar en un librito de 74 páginas.
Ya desde el prólogo, el guionista nos advierte que el proceso creativo comenzó en 2011 y que lo primero que hizo el dibujante fue la ilustración de portada (versión de una famosa foto en la que el monstruito le mostraba al jurado como realizaba el nudo corredizo con el que había estrangulado a una de sus víctimas y que también aparece en los lápices de Altonaga). El mismo prólogo nos cuenta que en 2015 y motivados por el dolor que les causó la muerte de Diego Cortés (el famoso editor de Llanto de Mudo a quien le dedican el libro), ambos decidieron reactivar el proyecto.
Y no me caben dudas de que todo debe haber sido así, ambos proyectos se desarrollaron simultáneamente y, probablemente, sin tener conocimiento uno del otro, no obstante, al basarse en el mismo personaje, los mismos hechos y la misma documentación, las coincidencias son muchas y son inevitables: Los crímenes, el modus operandi, el padre entregándolo a la policía a los diez años, el reformatorio de Marcos Paz, el alquiler de la casa de la calle Pavón, el velatorio de Jesualdo Giordano, el penal de Ushuaia... son hitos ineludibles para cualquiera que quiera contar la biografía del Petiso Orejudo y se repiten en ambas versiones.
Pero es que hasta en la estructura las obras se parecen por la división en capítulos con prólogo, epílogo y separadores negros, los saltos cronológicos y hasta la manera polifónica de construir el relato.
Supongo que cuando los autores de este “Cayetano” vieron publicado una versión de la historia tan parecida a aquella en la que estaban trabajando, les habrá caído como un baldazo de agua fría. Pero tomaron la única opción artísticamente consecuente: apegarse al plan de obra y a la forma en la que sentían que tenían que contar la historia... por más que se pareciera mucho a la que ya estaba publicada. También supongo que esa coincidencia desafortunada explica en parte el hecho de que la obra tardara tres años (ahora que la edición de Loco Rabia está agotada) en pasar de “Fierro” a la actual edición en álbum, mientras otros títulos se recopilaron apenas terminaban de salir en la antología.
Pero la obra de Saracino y Brondo brilla por sí misma y tiene sus propias particularidades que la hacen disfrutable incluso para quienes ya habíamos leído “El Petiso Orejudo”: Para empezar, el periodo temporal está más acotado a los momentos que nos permitan entender la condición monstruosa de Cayetano, sin remontarse a la historia familiar, la inmigración etc. Para seguir, la perspectiva está mucho más centrada en el protagonista. Mientras en los guiones de Barbieri, escuchábamos al inspector de policía, al perito, al forense, al padre de la víctima, al periodista que lo entrevistó en la cárcel y hasta al director del reformatorio; en el guion de Saracino, la voz de Cayetano obtiene mucha mayor entidad. Es en su perspectiva en la que se centrará la mayor parte del relato y las otras voces actuarán como un coro que aporta una base armónica para la gran estrella que es este imbécil degenerado. Es como sí en el primer álbum estuviéramos viendo al asesino siempre desde los ojos de otro personaje y acá pudiéramos verlo, por primera vez, directamente. Así, Cayetano (no “El Petiso Orejudo” como lo bautizó la prensa sensacionalista de la época, sino “Cayetano” desde el título hasta el final) podrá dejar de ser ese objeto de estudio casi entomológico y cobrar un cierto grado de humanidad.
Sin embargo, la diferencia fundamental está en el propio vocabulario de la historieta que presenta notables diferencias entre las dos obras. Barbieri, en su afán documental, explica más y llena la página con mucho más texto. Saracino, en cambio, deja que Brondo nos muestre la acción haciendo un mayor despliegue de recursos narrativos y arriesgándose a experimentar, incluso, una representación gráfica de la locura.
Conclusiones
Pero yo sé lo que ustedes están esperando que les cuente: ¿Recomiendo alguna? Sí, ambas. Si ya leí “El Petiso Orejudo” ¿leo también “Cayetano”? Sí, nadie se murió por leer mucho, vago. ¿Alguna de las dos es “From Hell”? No. No puede existir una obra como “From Hell” en nuestro mercado. Ningún autor en la Argentina actual puede tomarse diez años para escribir 600 páginas de las cuales más de 100 son de referencias bibliográficas. Ah... y ningún editor lo publicaría.
Pero sobre todo, en última instancia, más allá de géneros, influencias e intertextualidades, el hecho artístico debe evaluarse por sus valores intrínsecos y, en este caso, ambas obras tienen una factura y una calidad sobresalientes.
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Hola!
Estoy con el relato del petiso, escribiendo un artículo sobre un cuento de Enriquez.. He llegado a vuestra entrada, me ha gustado mucho.
Ahora, claro, quiero leer las novelas; pero, desde Madrid, no localizo ninguna de las dos, ni bibiotecas, ni en tiendas, ni online...
¿Me podéis dar alguna pista?
Gracias mil
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En respuesta a Hola! Estoy con el relato… por Andrea Mallo Bouzada
<p>Hola Andrea como estas? te recomendamos que busques las tiendas online de comiquerías argentinas como Sector 2814, La Revistería, Meridiana, y tantas otras que podes encontrar en nuestra guía de tiendas de comics.</p>
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