El formato más loco del mundo
En junio de 2009, Tomás Coggiola (quien nos dió una entrevista exclusiva) ponía en la calle esta primera publicación del proyecto editorial homónimo que hoy cuenta con diez saludables años de permanencia en el mercado.
“Comic.ar” comenzó siendo una antología mensual de doce páginas en formato tabloide que se vendía doblada al medio y salía cinco pesitos (aproximadamente u$s1,25 de aquella época). ¿Antología de doce páginas? Sí, leyeron bien. ¿Y cuántas obras se pueden publicar en doce páginas? Bueno... el primer número traía diez títulos además de algunos chistes de un solo cuadrito, la presentación editorial y dos mini entrevistas realizadas por Andrés Valenzuela a Sole Otero y Daniel Loewy (Löwy).
Una locura.
Claro que para meter tal cantidad de series en doce páginas, había que hacer un uso muy eficiente del espacio. Para empezar, los primeros números de “Comic.ar” renunciaban a la ilustración de portada y ocupaban ese lugar con historieta. De hecho, la tapa y contratapa eran los únicos espacios con una diagramación de página tradicional. En su interior, la revista se componía exclusivamente de tiras que permitieran publicar varias series compartiendo página.
A pesar de este aprovechamiento extremo de recursos, el espacio que podía concedérsele a cada título era extremadamente reducido. Muchas eran tiras humorísticas autoconclusivas pero las historias con un desarrollo argumental mayor, necesariamente tenían que fragmentarse hasta un nivel absurdo. Por poner un ejemplo, la primera historia de “Magia” de Silvestre Szilágyl tenía treinta y dos tiras que perfectamente se podían publicar en ocho páginas pero se dosificó en ocho entregas mensuales. ¡Es decir que leías a razón de una página por mes de cada historia!
Para complicarla todavía más (y para abaratar costos), las historietas a color se publicaban en el pliego central por lo que los capítulos de “Nahuel Puma” comenzaban en las páginas 2-3 para continuar en las 10-11 formando una especie de rompecabezas que habrá puesto a más de un lector al borde del ACV.

A partir del número cuatro, la revista agrega un pliego más con lo que pasa a tener 16 páginas (¡al mismo precio!) y puede darle un poquito más de espacio a algunas de sus series. En el número cinco mejoran la calidad del papel en las páginas a color (¡al mismo precio!) que ahora ocuparán los dos pliegos exteriores, dejando los centrales para las historias en blanco y negro. Con este cambio, deja de publicarse cortado “Nahuel Puma” pero empiezan a cortarse en dos las historias a color. Igual, el público que los había seguido hasta ahí, ya estaba familiarizado con el formato y hasta lo disfrutaba con un placer masoquista.
Tras un par de meses sin variantes en el formato, llegamos al número nueve que trae muchos cambios importantes y que podemos considerar un experimento de transición antes de adoptar el modelo definitivo que tendrá la publicación. Esta es la primera “Comic.ar” que parece tener una portada tradicional. En realidad es un chiste pero al ser de un solo cuadro, su aspecto se asemeja más a la esperable ilustración de portada. En el interior (de una bendita vez) se empezaron a publicar juntas todas las tiras de una misma serie permitiendo una lectura más ordenada y amigable. La publicación se estaba “normalizando” y le sentaba muy bien.
A partir del mes siguiente, la publicación abandonará para siempre el formato periódico que la hizo única en nuestro mercado y adoptará un aspecto mucho más tradicional de revista de antología: Más páginas, más chicas y sin el incómodo pero reconocible doblez central. La mejora en la calidad de edición y en la cantidad de páginas implicó un proporcional aumento del precio de tapa y un cambio de periodicidad a (más o menos) trimestral
En ese formato se publicó hasta su cancelación en el número 19 ya entrado el año 2012.
Grandes historietas de niños
Entre los géneros que reunía esta “Comic.ar” había un gran espacio dedicado al humor con un plantel estable formado por Elmer, Claudio Kappel, Löwy, Herni y Eduardo Maicas. La picaresca criolla tenía sus representantes en “Nacho Paparazzo” (de Marcelo Basile y José Nápoli) y “Colo Galván” (de Toni Torres y Mariano Navarro), herederos directos de “El Loco Chávez” o “El Negro Blanco” pero con pinceladas de “Pepe Sánchez” y hasta de “Isidoro Cañones”. También había lugar para la ciencia ficción de “Nahuel Puma” y para lo sobrenatural (“Mikilo”, “Magia”, “El exhumador”).
No obstante, hay un grupo de historietas (“Alienígena”, “Brunella”, “Dugong y Manatí” la fábulas recreadas por Rafael Curci y Andrés Cornejo) que están entre mis favoritas de esta revista y que, curiosamente, se relacionan de una u otra forma con lo infantil. ¡Ojo! No son necesariamente historietas para chicos pero de una mirada rápida podrían parecerlo.
Demos un repaso veloz por algunos de los títulos de esta antología, recordándoles que muchos fueron reeditados en libro por la misma editorial y actualmente forman parte de su catálogo.
“Nahuel Puma” de Armando Fernández y Sergio Ibáñez
O “El Eternauta” contado por Armando Fernández. La Tierra se ve amenazada por una invasión extraterrestre y el primer contacto se produce en Argentina. Igual que en la genial obra de Oesterheld, los invasores dominan otras especies a lo largo del universo y las usan como carne de cañón en sus peleas. Igual que en “El Eternauta” los seres humanos pueden ser dominados mentalmente por los invasores y convertirse en “hombres robot” y hasta hay una especie de “manos” que mueren cuando fallan en sus misiones. Igual que en nuestro mayor clásico, para enfrentar al invasor planetario hay que recurrir al ejército que son los únicos organizados y listos para responder ante la emergencia... ¡Y PORQUE SON LA RESERVA MORAL DE LA PATRIA! ¿QUÉ TANTO JODER? ¡PÁRESE DERECHO Y HÁBLEMEN MÁS FUERTE QUE NO ME ESTÁ CONTANDO UN SECRETO, RECLUTÓN!
Y sí... viniendo de Fernández, la reivindicación del ejército y la épica patriotera está un poco más exacerbada. De hecho, la cabeza del desembarco alienígena se produce en las Islas Malvinas y la única esperanza de la humanidad radica en un operativo comando del ejército argentino para recuperar las islas (suspiro).
De todas formas, aunque la narración es un poco apresurada, tiene sus cosas interesantes como la introducción de otra raza extraterrestre aliada que le confiere superpoderes al protagonista. No es que nunca se haya visto pero al menos rompe con el homenaje lineal a “El Eternauta”
Lo que merece un párrafo aparte es el dibujo de Sergio Ibañez siempre clásico, efectivo y profesional en el manejo del blanco y negro. Realista hasta en el último detalle de la realidad y a la vez muy imaginativo a la hora de representar los personajes y artefactos de otro planeta.
“Alienígena” y “Tragame Tierra” de Alejo Valdearena y Diego Greco
Zaz Pez es zongorita. En realidad, él nació en la tierra pero sus padres son inmigrantes zongoritas así que él tiene que sobrevivir a la escuela secundaria siendo un ejemplar único en su especie. Para colmo de males, el primer día de clases, un sueño erótico causa su despertar sexual que entre los zongoritas se manifiesta con la eclosión de un gigantesco pimpollo en su cabeza.

Esta hermosa historieta de Alejo Valdearena y Diego Greco es una de esas que a vuelo de pájaro puede parecer destinada a un público infantil (sobre todo porque los dibujos parecen representar a niños más que a adolescentes) y un chico podría disfrutarla perfectamente. Sin embargo, los temas propuestos también son sumamente interesantes para un lector adulto: la emigración y el desarraigo que conlleva; la sexualidad y la represión que socialmente se le impone durante la adolescencia; la tensión que se produce entre la necesidad de aceptación grupal y la propia individualidad; la intolerancia y, como contrapartida, las políticas de inclusión obligatoria vistas como imposición y también como moda.
En tal caso, es una linda obra para disfrutar de chico y mejora si la revisitamos de grandes.
“Mikilo” de Rafael Curci, Marcelo Basile y Tomás Coggiola
Tal vez lo mejor de Mikilo sea la forma en la que Rafael Curci logró reformular la antigua leyenda autóctona en la que se basan los personajes principales: Una pareja de brujos diaguitas no pueden tener hijos por lo que deciden hacer un pacto con el diablo. Mandinga concede su petición pero además del alma de los dos brujos, este trato tiene un costo adicional: El primer hijo de la pareja será normal pero el segundo va a ser un monstruo. Los dos hermanos, Adolfo y Mikilo, crecen separados hasta que cuarenta años después se reencuentran y comienzan a vivir juntos un montón de aventuras sobrenaturales que los llevan a cruzarse con casi todos los otros personajes del folklore local.
Esta suerte de Hellboy criollo de larguísima trayectoria en diversos formatos también dijo presente, como no podía ser de otra manera, en esta antología en la que participaban todos sus creadores.
Como el personaje ya traía a sus espaldas varios álbumes, comics y fanzines, lo que leemos en “Comic.ar” es una serie de historias cortas que aportan a construir la mitología alrededor de los protagonistas y su mundo pero sin meterse a alterar demasiado el statu quo. No voy a mentirles: tampoco son estas las mejores historias que se publicaron sobre el personaje ya que la brevedad de las mismas atenta fuertemente contra la construcción de la atmósfera indispensable para un relato de carácter sobrenatural. Afortunadamente para quienes quieren leer las mejores aventuras de Mikilo, el año pasado comenzó la publicación integral y cronológica de la serie en tomos.
“Brunella” de J.J. Rovella
Otra que empezó pensada para un público infantil y fue mutando hasta convertirse en una obra totalmente adulta. El recurso de observar la realidad desde la perspectiva de un niño ha sido utilizado innumerables veces y demostró ser muy efectivo a la hora de generar un efecto humorístico. También es común ampliar el universo de personajes a la familia más cercana del chico y ahí podemos citar ejemplos a punta de pala desde “Mafalda” a “Yo, Matías” o desde “Calvin and Hobbes” a “Los Simpson”.
La inocencia y la frescura de la mirada del niño sirven para generar el efecto que los formalistas llamaron “extrañamiento”. Es decir, nos permite ver las cosas cotidianas y que ya tenemos fuertemente naturalizadas como si estuviéramos viéndolas por primera vez y eso nos permite entender lo que tienen de artificial y hasta de absurdo. ¿Cuál fue el aporte de Rovella a esta estructura archiconocida del humor gráfico? Algo muy simple pero que lo cambia todo:
Brunella es pobre.

Pero no clase media con problemas económicos como en los ejemplos antes mencionados. Pobre indigente que mendiga para comer y vive en una villa. Sin dudas, una mirada del mundo totalmente válida y original pero que me ha arrancado más lágrimas que sonrisas. Porque... ¿Qué pasa cuando a la inocencia del niño la ponés en contacto con el hambre, la mendicidad, la invisibilización social, el peligro de las drogas, la trata y la violencia? Es como si la risa que venía desde el pecho se encontrara de golpe con un nudo en la garganta que no la deja pasar y pocas veces logra llegar hasta la cara.
En esta antología, “Brunella” se publicó solamente en los últimos cinco números pero la editorial tiene actualmente en su catálogo dos libritos de la serie y en 2016 salió otro tomo publicado por Ediciones de la Flor.
Y hasta acá llegamos con la reseña excepto por un detalle. Normalmente este tipo de material con diez años de antigüedad resulta inconseguible para los lectores actuales y se reseña casi puramente con una intención histórica. No obstante, gracias a la amabilidad de Tomás Coggiola y la editorial “Comic.ar” tenemos una colección completa de los primeros nueve números en formato periódico para sortear. Así que corran a nuestras redes y busquen la información para participar del sorteo.