La saga de Dora comienza con la publicación de “Dora 1: 20.874/Rat-Line” en 2009 por la Editorial Común y sigue siendo vigente al día de hoy ya con tres libros disponibles. En realidad empieza un poco antes, en 2007, cuando aparecen las primeras y enigmáticas páginas dibujadas por Ignacio Minaverry en la revista Fierro. Desde el principio no deja al lector indiferente con sus escenarios detallistas y sus personajes realistas, y además una trama que evoluciona a pasos sutiles pero impactantes: una hija de judíos se convierte en archivista de documentos de la Segunda Guerra Mundial para el Centro de Documentos de Berlín y antes de que nos demos cuenta se convierte en una espía cazadora de nazis que va formando su propio “archiv”, intentando recuperar un poco de verdad en tiempos tan oscuros como la posguerra.
El primer recopilatorio nos cuenta la historia de Dora, su amiga Lotte y posteriormente más personajes que se unen al reparto de esta particular historieta que sucede entre 1959 y 1962 y que va cambiando de escenarios a medida que su protagonista se introduce más en el clandestino mundo de la cacería de nazis. Es un compilado de historias cortas que nos abre las puertas a la compleja trama que Minaverry quiere contarnos.
En el segundo tomo, “Dora 2: El año próximo en Bobigny” (2012), la historia amplia el foco y nos muestra qué sucede alrededor de su protagonista. Los personajes secundarios (viejos y nuevos) se van pasando la pelota y vemos cómo viven y sufren y aman en el nuevo mundo que acaba de formarse después de las dos bombas. Son historias de teatros itinerantes, gitanos, revolucionarios y abortos clandestinos. Son historias de personajes en los lugares más vulnerables de su sociedad adaptándose a lo que sea y luchando por seguir viviendo, con problemas personales que Minaverry logra retratar magníficamente como tanto o más importantes que las guerras mundiales.

Hay una pausa importante en la publicación de esta historia, pero en 2018 Hotel de las Ideas en conjunto con La Maroma editan “Dora: Malenki Sukole”, la tercera parte de esta saga. El tiempo no oxidó a Minaverry, todo lo contrario, le jugó a favor para madurar su estilo artístico y eso se siente cuando uno termina el segundo libro e inmediatamente pasa al tercero. Si ya era bueno en este tomo solo mejora. Esta nueva entrega puede leerse independientemente de las otras y se toma sus páginas para refrescar la memoria de los más olvidadizos y poner al día a los que (todavía) no se hicieron con los demás libros. Dora continúa su búsqueda de la verdad y se encuentra con información importantísima sobre su amiga Lotte que la obliga a ponerle el cuerpo a la causa. Es una historia muy intensa y guiada por sus personajes sobre el valor de la verdad en momentos de tanta oscuridad mediática como los que retrata. Sin duda es una de las historietas más importantes publicada este año.
Antes de tirarle rosas al guión de Minaverry tengo que dedicarle al menos un párrafo al apartado artístico porque es simplemente impresionante. El diseño de personajes es simple pero efectivo, sin una línea fuera de lugar, y los fondos, los escenarios, los mundos donde transcurre la historia tienen un pie tan fuerte en la realidad que casi parecen fotos, pero no. Si un personaje está parado en la cocina entonces vas a ver con detalle el horno, la mesada, la pava y todos los botoncitos despintados del calefón. Si el sueter de Lotte tiene un hilo deshilachado ahí va a estar. A la hora de representar la información gráfica de la historia (como mapas, documentos, cartas y un largo etc.) todo es real, todo está tipeado a máquina (y si falta una tecla en esa máquina hay que rellenarla a mano), todo es verídico. En síntesis, el nivel de inmersión que tiene el lector con esta historia es tanto como el que tiene la propia Dora con su investigación. El blanco y negro que plantea el autor es engañoso, porque el color se hace paso de a gotas en los momentos más importantes y ese recurso es simplemente genial porque crea un contraste interesantísimo que te hace plantearte la importancia de aquello que está coloreado, desde las insignias de los nazis hasta los sueños abstractos de los personajes. Hay una lectura secundaria ahí que no se puede pasar por alto.

La historia de Dora transcurre en Alemania, en Francia, en Argentina y en Polonia, y transcurre durante la posguerra, la independencia de Argelia, la proscripción del peronismo y muchos otros eventos históricos de fines de los ´50 y principios de los ´60 que afectan transversalmente a la trama. Hay un trabajo de investigación importante para retratar las distintas realidades paralelas que se daban en barrios bajos como Bobigny, las afueras de Buenos Aires y el centro de Berlín sin caer en la fantasía o terrenos fáciles y eso es lo más admirable de toda esta obra. Sucede lo mismo con la información respecto a los archivos de posguerra y las instituciones encargadas de manejarlos, el nivel de detalle y de documentación que derrocha Minaverry es envidiable y uno de los puntos más fuertes que tiene Dora. Es una obra hecha a conciencia, sólida y profunda.
A pesar de su despliegue de historicismo, Dora es una saga en la que lo más importante son los conflictos de sus personajes. Aborda muchas temáticas interesantes como la discriminación a los gitanos, el tráfico de bebés, la desaparición forzosa, la dificultad de las editoriales comunistas independientes para hacer llegar sus panfletos al público y muchas otras problemáticas específicas que ni sabías que te interesaban hasta que agarrás estos libros, y todo desde una perspectiva muy personal. Hay romance y descubrimiento de la sexualidad, pero también el miedo a las bombas atómicas y a los nazis. Particularmente mi escena favorita de todos los tomos es cuando las múltiples historias se juntan y todos los personajes arman una vaquita para pagarle a una amiga su aborto clandestino, lo que me recuerda que no hay forma de que leas Dora y salgas sin ser un poquito más feminista.

Nótese que en todo este artículo siempre dije “la saga de Dora” y no “la trilogía”, porque espero con muchas ganas que sigan saliendo entregas y que esta historia continúe. Mientras tanto tenemos las otras obras de Minaverry, un tipo muy groso y que realmente sabe de lo que habla, lo que escribe y lo que dibuja. Si seguís la historieta nacional y no tenés Dora, entonces tu biblioteca tiene un bache importantísimo. Apurate a cerrarlo.