¿Se acuerdan de Mandrake, el mago, la genial creación de Lee Falk? ¿Y de Martin Hel? Esa era más difícil ¿No? ¿Saben en cuantas historietas de diferentes editoriales y países aparece el mago Merlín?
La idea de la magia está presente de una manera u otra en cientos de historias y personajes. Tantos que si quisiéramos tratar de clasificar la forma en la que esta se presenta en cada obra sería muy difícil. Ilusionismo, hipnosis, misteriosos poderes mentales, talismanes etc. Algunos superhéroes tienen un origen mágico pero sus poderes son muy similares a los de otros que reciben una explicación pseudo científica. Quiero decir: si un personaje tiene fuerza, resistencia y agilidad sobrehumanas, en la mayoría de las historias (una vez resuelto el origen), va a importar poco si los obtuvo por un experimento secreto o por un amuleto mágico.
Pero el género de superhéroes es así y la magia es un comodín más de los que se vale de acuerdo con las necesidades de la historia.
En otros casos, en cambio, todo el contexto de la obra genera un ambiente sobrenatural donde los demonios, conjuros y maldiciones forman parte del verosímil del género. Esas historias son las que a mí más me gustan.
En este nicho, creo que DC destacó mucho con magos memorables como Madame Xanadu, Zatanna, Sargón, Phantom Stranger y un largo etcétera... hasta alcanzar el epítome insuperable con John Constantine que se transformó en el nuevo paradigma del género. Como contrapartida, Marvel resuelve todo con Doctor Strange, pobre muchacho, que ya debe tener los pies hinchados de que todos los personajes de la editorial lo consulten cada vez que pasa algo raro.
Pero como mencioné desde el principio, los magos no solo abundan en el comic yankee. De hecho, en esta página hemos reseñado varias obras argentinas relacionadas con lo sobrenatural como “Merlin” de Robin Wood y Enrique Alcatena, “Irish Coffee” de Carlos Trillo y Carlos Meglia, la reciente reedición de “El Mago” de Ricardo Barreiro y Quique o el integral de “Bizancio” de Mauro Mantella y varios dibujantes.
Así que quise aprovechar la inercia para recomendar dos obras más de este interesantísimo género unidas por dos características en común: ambas tienen una calidad excelente y no recibieron la atención del público que creo que se merecían.
Mysterius, the unfathomable
Esta miniserie de seis números fue publicada en 2009 por Wildstorm. Contó con guiones de Jeff Parker y dibujos de Tom Fowler, dos artistas que si bien tienen una larga y prolífica trayectoria en las editoriales grandes, creo que nunca pegaron ese gran éxito que los posicionaría entre los favoritos del público. Por eso, tal vez, la serie pasó algo desapercibida entre los fans aunque recibió muy buenas críticas en la prensa especializada.

En el universo de Mysterius, existe la magia pero la mayoría de la gente no cree en ella porque los magos pasan desapercibidos haciéndose pasar por... magos. Claro, porque todos asumimos que el mago de un espectáculo no está haciendo magia verdadera. Lo descubramos o no, aceptamos que hay un truco, prestidigitación, ilusión óptica... cualquier cosa menos magia. Así que trabajar profesionalmente como mago resulta una excelente tapadera para los que en realidad lo son.
El problema es que entre los ricachones aburridos se pone de moda el espiritismo y eso atrae sobre nuestro protagonista mucha atención indeseable.
Para que se hagan una idea de lo disímiles que pueden ser las amenazas que enfrenta el increíble Mysterius, su primer cliente sufre una maldición por la que le aparecen tatuados en la piel los nombres de todas las prostitutas con las que se acostó, pero también hay peligrosísimas sectas con líderes megalómanos (un guiño al Rasputín de “Hellboy”) o un autor de cuentos infantiles que esconde invocaciones demoníacas en sus versos.
La historia es redonda, creativa y original, sin salirse de los márgenes del género. Creo que sus mayores hallazgos son el tono ligero y la inclusión de Delfi, la asistente, que le da un interlocutor al protagonista y con quien se producen algunos de los diálogos más divertidos.
Por el lado del dibujo, Fowler aporta muchísimo con su trazo estilizado y caricaturesco. Obviamente, brilla en las escenas protagonizadas por seres imaginarios, pero también se atreve a lo que muy pocos hacen dentro del mercado yankee: El protagonista es un narigón con tremenda panza y su asistente es una negra petisa. Y lo mismo ocurre con los personajes secundarios y hasta con los extras (hay escenas de orgías donde se puede apreciar bien) que exhiben una gran diversidad de cuerpos, estaturas y contexturas físicas. Y lo más importante: sin que eso sea el foco ni haga falta ninguna declaración política de por medio. La diversidad totalmente naturalizada.
Byron, Detective Psíquico
En 2017, Historieteca publicó esta obra dentro de su colección de álbumes. Si no me falla la memoria fue el último publicado hasta ahora y es una verdadera lástima porque la calidad de edición de esos libros prácticamente no existe en ningún otro producto de nuestro país. El papel, la impresión, las tapas, los extras, el cuidado de cada aspecto está al nivel del mejor álbum europeo pero hecho en Argentina. Con decirles que en todo 2019 vi una sola obra con esa calidad y fue “¿Drácula, Dracul, Vlad? ¡Bah!” de Alberto Breccia.
Dicho esto y deseando que pronto los editores locales puedan recuperar ese formato (tos, tos, quiero leer “Planeta Extra”, tos), paso a ocuparme de la obra.

Alberto Moreno ambienta esta historia en un contexto que inconscientemente asociamos con la magia: la Inglaterra victoriana. Ahí, un cuadro encantado, la maldición de una bruja muerta en la hoguera y el contrato con un demonio tendrán lugar entre las mansiones de la nobleza, las turbias calles de Londres (que permitirán algún homenaje a “From Hell”) y los fumaderos de opio.
Una linda trama con una vuelta de tuerca y la posibilidad de contar nuevas historias con el personaje. La extensión de 46 páginas no da para mucho más.
Para lo que sí alcanzan esas 46 páginas es para babearse arriba de cada viñeta pintada a mano por Rodrigo Luján.
Para empezar, la primera genialidad es el diseño del protagonista: capa roja, sombrero puritano, chaleco a rombos, un ojo de cada color y sin nariz. Además de que es una delicia verlo, todo el tiempo estamos deseando saber más de él. ¿Quién es? ¿Por qué es así? ¿Cual es su historia? Lamento decirles que este primer álbum no responde a ninguno de esos interrogantes así que habrá que esperar la continuación.
Pero el protagonista no es el único acierto en el arte de Luján. También lo son los fondos, la torsión expresionista de los cuerpos, la elección en la paleta de colores y la conjunción virtuosa y precisa entre la tinta y las acuarelas. Por decirlo en pocas palabras: un apartado gráfico excepcional y que cualquier lector disfrutará sin dudas.
Así que ya saben: si están aburridos estas vacaciones, aprovechen que hay pocas novedades en enero para darles una oportunidad a cualquiera de estas dos obras llenas de talento y magia.