A veces el libro te elige a vos. La mañana del día que compré El Ángel Negro de Camila Torre Notari (“Cami Comics” para los internautas) no tenía pensando comprarlo. Decir que mi semana venía siendo una mierda es ser optimistas, y cuando pasé por la comiquería para consultar la salida de un libro vi un gato negro en la portada y pensé “si esto no me levanta el ánimo me suicido”. Con mi vida en juego (¿?), este libro editado por Maten al Mensajero estuvo a la altura de mis expectativas y más.
Este simpático librito cuyas primeras huellas (¿entienden? Huellas como de gato) datan del 2014, nos cuenta las diarias peripecias de Cami y su gata Petunia. El elemento autobiográfico es clave y no es la única obra de la autora en la que está presente (podríamos decir que forman un universo compartido, ¿no?). El detalle que más me gusta del libro, incluso antes de meternos en la historieta misma, es el hecho de que todos los elementos metatextuales están hechos “a mano”. El logo de la editorial, las solapas, la ficha bibliográfica y los legales, todo a mano. No hay nada mecanografiado en todo el libro y eso tiene tanta onda que no podía dejar de mencionar.
Hay solo tres colores: blanco, negro y amarillo, lo que lleva a algunas decisiones artísticas interesantes a la hora de ilustrar cosas que no son de ninguno de esos tres colores, como la sangre o el vómito. Con esa última frase parece que es una historia re fuerte pero todo lo contrario. El Ángel Negro es una recolección de episodios que cualquier persona que viva con un inquilino felino conoce de sobra: adoptar al animal en cuestión, ir al veterinario, la socialización con otros animales, la aceptación de los miembros de la familia y todas esas cosas. No hay una trama lineal con principio, conflicto y final, sino que somos espectadores de momentos clave en la crianza de esta gata y los miembros de su familia humana, y eso es suficiente. Otra cosa que me gusta es que la acción transcurra en los 90s pero no te lo expliquen, y uno lo vaya infiriendo a partir de diversas referencias contextuales.

Acá tengo que aclarar que no puedo ser objetivo cuando se trata de historietas como esta, y no creo que nadie que tenga un gato pueda tampoco. Es como WE3 o The Filth, ambas del dios en La Tierra Grant Morrison, donde las mascotas funcionan como vínculo para que el lector se involucre emocionalmente. Desconozco si puede hacerle el mismo click a la gente sin alma, pero eso es lo que pasa con cualquier buena historieta: no hay dos personas que la interpreten igual.
Si hay algo que me dejó “El Ángel…” es ganas de más capítulos. Nunca hay suficiente ficción realista de gatitos. Mi único inconveniente fue el hecho de que algunas historias que suceden en el “fondo” no se terminan de resolver o no se exploran lo suficiente (excepto la del conejo Pomelo, que tiene el mejor nombre del mundo y tiene su propio fanzine que viene anexo al tomo), como en el capítulo 3 cuando el amigo de Cami decide conducir borracho, o la trama del veterinario malo. ¡Quiero saber qué pasó con eso! Pero si la historia es tan realista como pretende serlo entonces seguramente no pasó nada. Al final lo más interesante resulta ser lo que le pasa al gato.
Estaba teniendo unos días de mierda, sí, pero cuando le aparecen honguitos al gato protagonista, como a mi Canela, o cuando la llevan a castrar y se llevan una interesante sorpresa, como me pasó con mi Chato... Cuando leí todo eso me acordé que no es la primera vez que la paso para la mierda, y todas esas veces tuve dos bolas peludas y mimosas para levantarme el ánimo. Fue agradable que una historieta me recordara eso. Me gustaría que más libros fueran así.
