La anécdota
Con los cambios de década, siempre surgen preguntas boludas y en 1990, a alguien se le ocurrió preguntarle a Javier Coma cuáles habían sido los mejores comics de la década del ‘80. Pero antes de la respuesta, cabe aclarar (por si alguien no lo conoce) que, en ese momento, Coma era el crítico y teórico del comic más relevante de habla hispana, con más de treinta títulos publicados en los que analizó diferentes expresiones de la cultura de masas. Entre ellos, tal vez la más destacable para nosotros sea su labor como director y compilador en la famosa “Historia de los Comics” de la editorial Toutain. Ahora que todos tenemos claro el nivel de conocimiento y comprensión del medio que tenía este hombre, pasemos a su respuesta que es lo que importa. Coma contestó que los mejores comics de la década del ’80 fueron:
"Perramus" (Breccia-Sasturain), "Verano indio" (Pratt-Manara), "Partida de caza" (Christin-Bilal), "Afán de vida" (Will Eisner), "Custer" (Trillo-Bernet) "Encuentros y reencuentros" (Sampayo-Muñoz) y "American Flagg" (Chaykin).
Ya sé lo que me van a decir: La opinión del crítico suena tremendamente snob, eurocéntrica y no coincide con la apreciación general del público. De los mercados más grandes del mundo, solo menciona dos yankees (entre los que no figuran ni “Watchmen” ni el “DKR” ni nada de las dos editoriales más vendidas), un solo comic publicado en Francia y ningún japonés aunque “Akira” ya había explotado en occidente.
O.K… pero no deja de ser una selección de joyas.
Esas obras y otras de los mismos autores fueron publicadas en España en las, por entonces muy populares, revistas de antología. “Custer” y algo de “American Flagg” salió en “Zona 84”. “Partida de Caza”, en “Tótem” que también publicó algunas de las de Alack Sinner. Otras de la dupla Muñoz/Sampayo salieron en “El Víbora”. “Perramus” fue publicada en “Comix Internacional” que también publicaba algunas obras del maestro Will Eisner. Por su parte, “Verano Indio” fue serializado en “Cimoc”.
Sin dudas, las revistas de antología en España gozaban de gran prestigio porque mantenían una calidad excelente pero ¿Qué pasaría si una misma publicación hubiera editado a ocho de los doce autores mencionados en sus primeros años de vida? ¿No sería la mejor antología de historietas del mundo? Bueno… resulta que una revista de un país en el culo del mundo lo hizo. El país era Argentina y la revista se titulaba “Fierro”.
Las causas del fenómeno
Seguramente, ustedes se preguntarán cómo es posible que un mercado como el argentino haya dado lugar a tal singularidad cósmica. Creo que el milagro se produjo por la concurrencia de varios factores:
Primero: la enorme calidad de los autores locales de la época. Noten que, de los doce autores mencionados en el top de Javier Coma, CINCO son argentinos. Y eso sin contar a Pratt que es el más argentino de todos los tanos.
Segundo: durante la dictadura militar se había iniciado un fuerte éxodo de artistas argentinos hacia Europa. Estos autores estaban publicando sus obras allá con lo cual había un contacto fácil con las grandes editoriales europeas y se podía acceder a un gran volumen de material ya publicado cuyos derechos para una edición argentina podían conseguirse a un costo relativamente bajo.
Tercero: Mientras las editoriales europeas tenían que competir entre ellas para agenciarse el material que se publicaría en sus diferentes revistas, “Fierro” prácticamente no tenía competencia en el mercado argentino así que podía acaparar todo el mejor material. Es verdad que simultáneamente estaban publicando Record y Columba pero (como ya expliqué en otro artículo) las tres editoriales tenían un público muy diferente y prácticamente no representaban una competencia mutua.
Por último pero quizás lo más importante, para que algo pase es necesario que alguien lo haga. Por más que todas las condiciones anteriores estuvieran dadas, si no hubiera existido La Urraca y si Cascioli no se hubiera animado a apostar la guita que estaba ganando con “Humor Registrado”, “Fierro” nunca hubiera existido.

Los antecedentes
A decir verdad, antes de que “Fierro” irrumpiera en el mercado, La Urraca había probado suerte con dos experimentos algo híbridos. Me refiero a que ninguna de las dos se tiraba a fondo a ser una revista solo de historietas sino que matizaba esa apuesta (algo arriesgada) con un material más conservador.
“El péndulo” combinaba historietas con cuentos de ciencia ficción, terror y fantasía, en un formato que a veces se aproximó al libro, haciéndolo mucho más amigable al lector habitual de literatura que no se hubiera animado a andar con una revista de historietas por la calle. Tuvo dos números como suplemento de “Humor”, después una etapa de cuatro y un tercer intento que llegó hasta el número diez.
“SuperHumor” por su parte, publicaba muchas más historietas pero mantenía los artículos políticos y, sobre todo, la apariencia exterior (con esas gloriosas portadas de Carlos Nine) de su hermana mayor: “Humor Registrado” que, por aquel entonces, vendía más de 200.000 ejemplares por mes y aseguraba un mínimo de público.
Sin dudas, ambas publicaciones merecen un análisis más detallado. Sobre todo esta última que alcanzó los 46 números publicados y que es donde se constituyó el núcleo duro de lo que posteriormente sería “Fierro”: Sasturain, Trillo, Altuna, Mandrafina, Alberto y Enrique Breccia, Sampayo y Solano López.
La polémica
Actualmente, existen varias “Historias de la historieta argentina” y resulta notorio que la percepción que los diferentes autores tienen sobre esta incursión de La Urraca en el mercado del comic es muy heterogénea.
Para Trillo y Saccomanno, representó el resurgir de la historieta nacional tras casi dos décadas de letargo. En infinidad de artículos y editoriales, han repetido esta misma idea: que desde la desaparición de las publicaciones de Oesterheld, la historieta argentina habría entrado en lo que algunos considerarían una meseta (y otros un pantano infecto de mediocridad) del que solo saldría a principios de los 80s con esta nueva aventura editorial.
Para Ivan de la Torre, autor de “100 años de historieta argentina”, parece que el grupo “Fierro” (con Sasturain, Trillo y Saccomanno a la cabeza) no fue más que una secta de intelectuales cultores del autobombo que para erigirse en herederos de Oesterheld, ningunearon y denostaron a todos los autores, editores e incluso lectores que la venían remando en el mercado local desde hacía veinte años.
No pretendo estar a la altura de las personas que acabo de citar pero sí me gustaría que quede clara mi posición en esta polémica, y ese era el sentido de la anécdota que abre este artículo. Creo que más allá de afinidades ideológicas, lealtades y amiguismos, Argentina nunca tuvo una revista con el nivel superlativo de calidad de estos primeros años de “Fierro”. Y no porque lo dijeran Trillo y Saccomanno sino porque lo decían jurados de salones y convenciones en todas partes del mundo.
Por eso iniciamos este abordaje crítico de “Fierro” que seguramente se dividirá en varios artículos. Lamentablemente, en este no llegamos a hablar de ninguna de las joyas que allí se publicaban pero en el próximo ya nos tiramos de cabeza a ello.