En marzo de 2017 se publicó el último número de la segunda etapa de la revista Fierro, en lo que pareció ser el fin de la revista bajo la sombra de un macrismo salvaje. La portada de ese número 125 con el fin del mundo provocado por un gato amarillo gigante no daba lugar a sutilezas. Estábamos frente a la segunda cancelación de una de las revistas más importantes del medio, esta vez en un contexto moderno donde en general lo que son publicaciones periódicas en papel tienden a trasladarse al medio digital o desaparecer. ¿Habría que volver a esperar 15 años para volver a ver a Fierro en los quioscos? Solo unos meses. En mayo se anunció que volvía y en julio, efectivamente, volvió, así que vamos a hablar de eso siguiendo el espíritu de los repasos de la primera etapa de la revista del profesor Vázquez (que pueden leer acá). Sí, pasamos de la primera a la tercera, porque para abarcar todo lo que nos dio la segunda todavía no estamos listos.
Se acabó la mensualidad: Fierro ahora es trimestral. Esta nueva periodicidad nos deja con cuatro revistas por año que, según el editor, forman ciclos temáticos y editoriales. Siguiendo esa visión, estos análisis van a dividirse en esos “años”. En esta ocasión, entonces, hablaremos de las Fierro vol. 1 al vol. 4.
Más allá del tema de la periodicidad hay otra gigantesca diferencia, un tipo distinto de ausencia, en esta nueva versión de la revista. Ya no es “historieta para sobrevivientes”, tampoco “la historieta argentina”. Pasó Marie Kondo y nos dejó con un minimalismo: “la historieta”. Como dice el propio Lautaro Ortiz (actual director de la revista) “es evidente (alevosa) la completa desaparición de cualquier indicación territorial”. La presencia de Mister Ed y Lola Lorente en ese primer índice lo confirman: Fierro es una revista de historieta, no necesariamente argentina.
Esta nueva revista de 96 páginas con mejor papel e impresión que su predecesora y el hecho de que hablemos de “volúmenes” en lugar de “números” (al menos en la revista misma) nos dan la impresión de que esto tiene valor de coleccionismo, de relectura. El contenido será el que juzgue si lo tiene. Por supuesto, abrir la primera página y ver los nombres de Diego Agrimbau, Quique Alcatena, El Tomi, Lucas Nine, Diego Parés, Gustavo Sala, Pedro Mancini, Ariel López V y Scalerandi ya uno puede asegurarse de que sus cien pesos fueron bien invertidos. Andá a conseguir una antología con esa cantidad de estrellas (¡y más!) por tan poca plata. Dale.
No todas son buenas noticias. Siguiendo con el juego de “busque las diferencias”, esta nueva etapa de la revista nos sorprende con una inédita cantidad de páginas dedicadas a producciones artísticas que no son, em, historieta. Sin ir más lejos, quien lea la primera nueva Fierro en orden impreso se va a encontrar con unas aleluyas de Max Cachimba (extractos de su libro “Versos selectos”) que ocupan las primeras cuatro páginas, y después con la “Demencia” de Muriel Bellini que juega en el límite entre arte y secuencia. En estos primeros cuatro volúmenes hay entre 18 y 24 páginas de “no-historieta” (ilustración, textos, etc) por revista, un promedio de 24% de las publicaciones indedicados a lo único que describe el nuevo subtítulo. Por supuesto, esto no desmerita la calidad de esos contenidos alternativos, pero cuando la única revista de historietas que queda en los quioscos sale cada tres meses, al menos yo quiero que cada centímetro de las páginas esté cubierto de arte secuencial. Lautaro Ortiz tiene una visión sustancialmente opuesta, como bien explicita en este primer editorial: “más blanco, menos miedo al blanco”. En esta nueva Fierro sobra el espacio, aparentemente.

Lo que no sobra es el espacio para este artículo, así que pasemos a lo que nos importa: las historietas. El caballito de batalla con el que esta nueva época sale a la cancha es “La verdad absoluta”, una historia autoconclusiva de 14 páginas en las que Diego Agrimbau y Lucas Varela (que ya se ultra consagraron como dupla creativa en “Diagnósticos”, publicada en la segunda etapa) en la que juegan con muchos elementos metatextuales, metafísicos y metalúrgicos para intentar llegar a la verdad absoluta del multiverso con mucho humor, conceptos interesantes y arte diez puntos. La única verdad es que solo por esas páginas vale la pena tener este primer volumen aunque el resto fueran publicidades (al menos hasta que se publique en algún libro).
Si no me falla el archivo, también presenciamos la primera publicación de Lola Lorente en Argentina con su historia “La Fe Paradise”, que hace gala de un blanco y negro hermoso funcional a la atmósfera incómoda que fuerza la protagonista de estas 6 páginas. Nunca viene mal Alcatena en cualquier revista, pero tal vez podrían haberlo montado menor para que no ocupe 8 páginas con más margen que arte. A Pedro Mancini todo le queda chico y usa dos páginas como viñetas de una simple pero poderosa secuencia que recuerda mucho a lo que hizo (cronológicamente después) para la antología Destrucción. Personalmente me fascinó el delirio que Florencia Pernicone armó en su espacio con “Las aventuras de Ramón, el inquerible”, porque en las primeras viñetas parece que está haciendo una parodia deprimente de los Vainilla Kids de Paula Sosa Holt pero después tira para otro lado. Un último destacado de la revista es Matías San Juan, gran colaborador de antologías y dibujante de “Las chicas de Nadie” (con guiones de Connelly y publicado por Dead Pop) que encuentra en esta nueva Fierro un espacio para publicar un par de historias cortas muy buenas y arte excelente (“Mi tiempo con los Plastic Dogs” en el Vol. 1, “Un artista hambriento” en el Vol. 3). En el siguiente año de la revista va a tener un lugar muy importante, pero eso es para otra nota.
Por si no quedó claro, esta nueva etapa de la Fierro está caracterizada por su formato autoconclusivo. Exceptuando a Lucas Nine, que hace lo que se le canta con su “Maldita Budapest”, todos los artistas resuelven (algunos mejor que otros) sus historietas en el mismo volumen, lo cual tiene mucho sentido teniendo en cuenta que cualquier cliffhanger duraría tres meses en resolverse.
El segundo volumen termina de confirmar que en esta revista puede entrar cualquier cosa, desde lo más experimental y visualmente agresivo como Juan Vegetal y Rip Gordon hasta historieta prolija y con desarrollo lógico como lo que hace el siempre bienvenido Pablo Vigo o Diego Parés. Hay desde historieta clásica hecha y derecha (y hermosa) como “Reunión”, de Enrique Breccia dibujando a Cortazar en viñetas, hasta diez páginas de dibujos de El Tomi con textos de Clara Rodriguez y mucho, mucho blanco, como le gusta a Ortiz. Más texto (este volumen es de los que tienen menos historieta), más ilustraciones, más aleluyas que me hacen pensar que Marie Kondo me mintió. Por suerte la cosa se nivela con cosas como “Viento”, esa historia que Agrimbau y Túnica publicaron en la Heavy Metal y que finalmente pisa nuestro horrendo país en las páginas de otro metal, el fierro. Muy gracioso el aporte de Ernán con “Il capo di tutti”. Especialmente buena es “Fantasmas” de Diego Simone, que tiene un planteo que funcionaría para un libro entero y deja con ganas de más al resolverlo en 4 páginas. Carlos Salem e Iñaki Echeverría tienen 15 (¡quince!) privilegiadas páginas que aprovechan bien para plantear un encuentro entre Gardel y Hitler que tiene aire a “Tango Cruzado”. Pero, si tengo que decir cuál es mi favorita de todas las historietas de este volumen, “Yerba” de Ciervo (a quien desconocía hasta leerla en estas páginas) en solo dos páginas se gana el premio por su estilo de dibujo tan lindo, sus paletas de colores, su historia y su conclusión. Es completamente caprichoso y arbitrario, pero así es todo en la vida.

Ya entrados en el 2018 sale el tercer volumen y la proporción entre historieta y “cosas” no baja ni una página. En las 68 páginas de historieta que quedan, por suerte, hay mucha buena merca. La primera es “Quieta”, de Gato Fernandez, otra de esas historias que podrían ser una novelita gráfica propia pero eligen solo ser autoconclusivas (nunca hay suficiente Gato). Saccomanno y Mandafrina sorprenden con un capítulo inédito de su clásico “El condenado” y que tiene más sabor a la Fierro primera que a la actual. Si pasamos por arriba de las veinte (¡!) páginas de “suplemento” de texto e ilustración de Daniel Santoro, eventualmente vamos a encontrar una de mis historietas favoritas de toda esta etapa: “Cráneo de doble fondo”, de Álvaro Ortiz, un español con trayectoria en Europa que tiene la buena onda de compartirnos unas páginas por acá abajo.
Ariel López V., que fue portadista del mítico primer volumen y encargado de la edición artística de toda la revista, recién nos entrega una historieta hecha y derecha en la cuarta entrega: “La Cafetera Parlante”, que para los que les gustó “Futuro Total” es una lectura imprescindible. Una pareja que funciona extraordinariamente también aporta su grano de arena a este volumen: Alejandro Farías y Pedro Mancini complementan ese arte oscuro y psicodélico con un guion fuerte y emocional, al hueso, con “Extraña melancolía”. Si en el volumen tres tuvimos el “Manual del niño neoliberal” interrumpiendo, en esta entrega es el “Manual del gorila”, en una repetitiva bajada de línea con la que uno puede estar de acuerdo o no, pero que en una revista que se subtitula “la historieta” seguramente sobra. Por suerte a la vuelta tenemos a Santullo y a Jok con “Hombres de Provecho”, que en otras épocas no habría tenido lugar por la restricción territorial pero hoy podemos disfrutar sin inconvenientes.
Si quieren leer una historieta con mucha tensión, con sangre, tripas, grasa y achuras, entonces no se pueden perder “Carnismo”, de Emi Utrera, una de las mejores historias salidas de la antología. Eso mismo puede decirse de una de mis favoritas, “Greyhound Greysound”, de la española Núria Tamarit, famosa ilustradora y portadista de libros de Neil Gaiman, que nunca pensé que iba a poder leer comprando una revista en el kiosko de diarios. Que la Fierro ahora esté abierta a autoras y autores internacionales fue la decisión correcta si nos da glorias como esta.
Este cuarto volumen es el que tiene más presencia de autoras mujeres de todo el primer ciclo, pero (si no misgendereé a nadie) son solo seis (Victoria Rodriguez, Delius, Ivana Boullon, Núria Tamarit, Lucía Brutta y Powerpaola) en oposición a los 21 varones que completan el line-up. Uno esperaría de una Fierro moderna y con marcada posición política que se cumpla una cuota de género lógica pero se ve que no es el caso. Y no me digan que es porque no hay suficientes autoras mujeres de calidad en el mismo mes en el que se publicó la antología “PIBAS” de In Bocca al Lupo y Hotel de las Ideas porque no les voy a creer. ¡Y encima la revista es internacional! Si algo hay de sobra en el mundo ahora son historietistas con “a”.
Algunas menciones honorables que pasan por los primeros cuatro volúmenes: Otto participa en todos menos el #3 y en cada entrega se supera en formas de deconstruir la secuencialidad para hacer historietas casi interactivas sin dejar el papel impreso. Los “Sueños” de Delius son algo abstractos y poco concluyentes pero atraen por la atmósfera que transmiten y se espera que cuando haya suficientes podamos ver publicado un “sueñario”. Para los que venían leyéndolos en la época anterior, hay unos cuantos autores que simplemente continúan sacando episodios autoconclusivos de sus series como si nada, como es el caso de “Barrio Gris”, de Maicas y Spósito, “El desmitificador argentino”, de El Tomi, y “El Sr. Y la Sra. Rispo” de Diego Parés.

Es complicado hablar de una revista, específicamente de fascículos publicados hace un año, porque delata la inutilidad de todo esto. Pocas personas de hecho van a interesarse en cazar las anteriores, y eso si lo que escribí los atrae a hacerlo. Los que ya las tienen, por su parte, no necesitan leer este artículo para convencerse de sus compras porque el pecado ya fue realizado. ¿A quién va dirigido un artículo como este? A todas esas personas que no se enteraron en su momento que Fierro volvía y ahora la ven ahí, como si nada, flamante en los quioscos al lado de revistas de crochet y diarios oficialistas y no saben si subirse (ya sea por primera vez o reincidiendo) a este nuevo tren que pasa cada tres meses por la estación. Está dirigida a todos esos que ven que a su ciudad recién les llegaron los primeros volúmenes y no saben si deberían aprovechar la oportunidad. Especialmente está dirigida a todos esos que cuando les menciono que compré el volumen de este trimestre me dicen “ah, ¿y está buena la nueva Fierro?”. Bueno, para ustedes, esta es mi respuesta.
¿En qué quedamos entonces? Más allá de las diferencias más notables (periodicidad, cantidad de páginas, calidad material, intrusos no historietiles), ¿sigue siendo Fierro la Fierro? Los que ya la leyeron van a tener la sensación de que es una revista distinta, de que algo se siente fuera de lugar, pero es difícil señalarlo exactamente. Sigue siendo un semillero de artistas y sigue siendo el escaparate de talentos clásicos y modernos, pero da la sensación de que muchas de las historietas e ilustraciones evocan a una concepción moderna, más abstracta y lisérgica de la historieta argentina. El lector que busca leer historias interesantes con un principio, conflicto y resolución va a darse un chasco en la mayoría de las páginas porque hay una bajada de línea editorial muy marcada de que predomine la estética por sobre la sustancia, la atmósfera por sobre la historia y la variedad por sobre todo lo demás. Esto en sí mismo no tiene por qué ser bueno ni malo. Queda en cada lector saber si prefiere que su revista de historietas se abra a un nuevo público de ilustradores y diseñadores.
En síntesis, Fierro va a seguir siendo discutida entre sus lectores, porque hay tantas opiniones de Fierro como lectores de Fierro. Lo que para mí es rescatable es que en todas las entregas sigo descubriendo nuevas historietas de calidad y algún autor o autora que antes no entraba en mi radar. Más importante, en todas estas revistas no hay ni una historieta de J. C. Quattordio, y eso es para celebrarlo.