Historieta Argentina

Galgo de Athos Pastore

Nueva obra de uno de los fundadores de Deriva Editorial

Galgo de Athos Pastore

Algo de esta obra, evidentemente, se me escapa. De hecho, di muchas vueltas antes de reseñarla porque ¿Qué sentido tiene escribir sobre una expresión artística si uno mismo considera que no llegó a comprenderla cabalmente?

Y sin embargo, acá estoy escribiendo. Pero eso sí, honestidad ante todo: esta reseña es un experimento, casi un juego que quisiera proponerle al paciente lector. A medida que vaya escribiendo esta nota, voy a ir releyendo la obra una y otra vez, plantearé las preguntas que me surjan y las respuestas provisionales que vaya encontrando. Si quieren, considérenlo spoiler aunque, dadas las características de la obra, no creo que el concepto sea aplicable.

Tal vez, al final del proceso, comprenda la obra mejor de lo que lo hice en un principio. 

O tal vez no. No prometo nada.

Galgo

Entre sus 36 páginas, portadas incluidas, Galgo contiene tres historias en blanco y negro. Diálogos hay apenas los indispensables y olvídense de las amables explicaciones en forma de cartuchos de los tiempos pretéritos. Acá, en la mayoría de las páginas, solo están las imágenes y arreglate como puedas.

El dibujo, además, no es amigable con la narración y parece oscurecer la lectura en lugar de aclararla. Si bien es notorio que Pastore parte de una fuerte documentación fotográfica, el estilo píxel art limita enormemente la cantidad de información que se puede transmitir en cada imagen. A esto hay que sumarle que las viñetas no están recuadradas ni tienen separaciones blancas entre ellas, lo que vuelve la página aún más confusa y exige del lector una mirada muy atenta. Además, se recurre mucho a los planos detalle que, otra vez, juegan a retacear la información, mostrándonos apenas una pequeñísima porción de lo que está pasando. El dibujo, en resumen, parece tenderle una trampa al lector que constantemente tiene que preguntarse qué es en realidad lo que está viendo. En una viñeta creemos que nos muestran un perro. En la siguiente descubrimos que es un friso en sobre relieve en una pared. La próxima vez que aparezca un perro nos preguntaremos ¿Es real o es el grabado?

La primera historia nos habla de un extraño y antiguo ritual, una secta, un sacrificio, un intruso que no debía presenciarlo. Todo, hasta las capuchas de los sectarios, parecía encaminarse hacia ciertas formas bastante estereotípicas del terror y sin embargo, como dije al principio, algo más hay. Algo que requiere una lectura más profunda y que, tal vez, se me escapa.

Hay más de un plano en el relato ¿Son dos? ¿Son tres? ¿Cómo se ordenan cronológicamente? Volvamos hacia atrás.

Una mujer llega en un vuelo de Londres a Roma para asistir a los juegos olímpicos. Dice internet que los juegos olímpicos de Roma fueron en 1960. Ya pudimos ponerle fecha a uno de los planos narrativos. Por algo se empieza. Mientras espera su equipaje en la cinta del aeropuerto, ve un galgo transportado en una jaula. El galgo la mira a su vez. Por un par de viñetas se superponen la mirada (¿sorprendida? ¿aterrada?) de la mujer y la, inexpresiva, del perro. ¿A qué se debe la expresión de la mujer? ¿Cómo debemos interpretar ese cruce de miradas?

galgo 1
Pastore obtiene hermosos resultados con mínimos recursos.

Inmediatamente, se introduce el segundo plano del relato... el del sacrificio que mencionamos antes. El sacerdote del culto que dirige el ritual dice que lo repiten anualmente desde 1920 pero no sabemos en qué momento estamos. ¿Es 1960 y todo esto ocurre al mismo tiempo que la otra secuencia? ¿Años antes? ¿Después?

Aparentemente, la víctima del sacrificio sería una mujer. Otra mujer, oculta, observa la ceremonia y la llama hermana. Cuando la tensión le resulta insoportable, grita y es descubierta. Una mujer escapa corriendo. ¿La víctima o la testigo? 

La carrera de la mujer que escapa empieza a mezclarse con la competencia olímpica y una carrera de galgos. La mujer que escapa del ritual y la que cruza la meta en el certamen de velocidad ¿es la que vimos en la secuencia del aeropuerto? ¿La visión del perro evocó esas imágenes traumáticas en su mente? ¿Son un recuerdo? 

Veamos si el próximo relato aclara algo.

Estatuilla

Otra vez abundan los clisés del género. El anciano anticuario que le vende a la protagonista por monedas una pieza sobre la que pesa una terrible maldición. La mujer que regresa al día siguiente a devolver la antigüedad y descubre que el local en el que la compró está abandonado desde hace años. La tragedia y el ciclo que vuelve a reiniciarse con una nueva víctima.

Tan convencional que, si lo consideramos en forma aislada, sería casi una leyenda urbana. Pero no funciona en forma aislada porque lo que compra la mujer es una estatuilla de un galgo y cuando se la regala al marido, este se lo reprocha porque todavía no pudo superar los asesinatos en los que ambos tuvieron que trabajar el año anterior. Incluso se repite (reformulándolo) el primerísimo plano al ojo del perro que habíamos visto en la primera historia.

Los indicios son más que suficientes para que tengamos que preguntarnos si los dos relatos están conectados argumentalmente o si el galgo y la muerte no son más que tópicos que los atraviesan. ¿Son los protagonistas dos policías? ¿Los asesinatos relacionados con galgos que tuvieron que investigar son los sacrificios que vimos en la primera narración?

En esta segunda historia el estilo del dibujo abandona el trabajo con píxeles y recurre a un blanco y negro muy limpio. También acá abundan los planos detalle que retacean la información y hay un gran minimalismo en la resolución de las imágenes, especialmente, de los fondos.

Así que, tanto en lo gráfico como en lo narrativo, este segundo relato resulta más tradicional y predecible. Pero, sobre todo, permite proyectar que el tercer apartado de la revista sea el que conecte las dos historias que leímos, responda a los interrogantes que quedaron abiertos  y le dé coherencia a la obra como conjunto.

Lágrima

Pero no...

La última parte de la revista vuelve al píxel art y, ciertamente, retoma elementos de los dos primeros relatos pero lo hace en clave lírica. Los galgos, la estatuilla, el puñal del sacrificio, el viejo anticuario, las capuchas de la secta, los ojos humanos y los ojos de perros... todas las claves de lectura aparecen recreadas en ilustraciones despojadas de todo apoyo textual (la mayoría a página completa) en las que, si hay una secuencia narrativa, es tan tenue que depende más de la interpretación del lector que de la materialidad del la obra.

Las ilustraciones también aportan nuevos elementos al conjunto: los perros copulan, se reproducen, corren y mueren; un adulto conduce a un niño de la mano hasta la gran capucha de la secta; la cadena (de sostener a los perros o de encadenar a las víctimas sacrificiales) pasa de una mano a otra, de una generación a la siguiente, el culto sigue adelante, tras la capucha vemos el rostro del anticuario, revelando su filiación a la secta.

galgo 2
Uno de los motivos recurrentes que atraviesan la obra.

Repito que toda esta última parte depende más que nada de mi interpretación. Repito también que muy probablemente algo de esta obra se me esté escapando. Y está muy bien.

Galgo tiene algo de complejidad y mucho de confusión. Se parece, por lo tanto a las adivinanzas. Dos corrientes literarias ya jugaron con ese concepto: El barroco proponía estructuras formales y metafóricas complicadísimas. La obra era casi un desafío a la cultura y la inteligencia del lector que, más que leerla, debía descifrarla. Pero (como en los acertijos o en los policiales clásicos) en cierto punto, el texto daba la respuesta. Las vanguardias de principios del siglo XX también usaron ese recurso. El sentido del texto aparecía roto por la fragmentación y oscurecido por los recursos. El lector se esforzaba por encontrar la clave de lectura pero, al final, el texto no explicitaba ninguna respuesta. ¿La respuesta permanecía oculta y dependía de la interpretación del lector o solo estaban las preguntas, la confusión y el absurdo?

Entre estas dos tradiciones se encuadra la nueva obra de Athos Pastore para Deriva Editorial. No sé si la adivinanza tenía respuesta, no sé si la que encontré es la respuesta adecuada pero destaco la apuesta y el riesgo artístico que implica.

Celebro que Galgo no tenga miedo de asustar al lector proponiéndole una lectura difícil y animándose, incluso, a defraudar su horizonte de expectativas. Aporta un aire fresco que, si bien no es totalmente nuevo (porque abreva de la tradición vanguardista) no es nada frecuente en el contexto del cómic actual.

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Escrito por:
Facundo Vazquez
Guía su vida por el bushido y la frase de Benjamin "Ustedes nunca vieron morir a un burro".
Facundo Vazquez
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