Alan Moore y Alberto Breccia. Estos pequeños autores fueron dos de los muchos que encararon el enorme desafío de adaptar a Howard Phillips Lovecraft a la narrativa secuencial. El obstáculo no distingue de historietas, ilustración o material fílmico, ya que requiere presentar figuras que el mismo escritor no conseguía palabras para describir, o por lo menos elegía no hacerlo utilizando el recurso de basarse en las sensaciones de los humanos. Luciano Saracino desde el guion y Rodrigo López desde el dibujo se sumaron a este grupo de reinterpretadores lovecraftianos.
Herbert West – Carne Fresca nos cuenta la historia de, justamente, Herbert West, un estudiante de medicina materialista (desde el punto de vista filosófico) que tiene una certeza: el alma no existe y la vida puede devolverse a un cuerpo fenecido ya que es un proceso puramente mecánico. Para validar esta hipótesis deberá realizar una serie de pruebas de discutible moral.
Contaba Luciano en la presentación del libro que la decisión del cuento elegido no fue azarosa. Cuando le propusieron adaptar al autor estadounidense, luego de revisar en su mente la bibliografía y cual se adecuaba al noveno arte, encontró en Herbert West –Reanimator un relato sin criaturas mitológicas y al cual podía modificar sin alterar la esencia pero condimentándolo con su estilo e ideas. Esto se observa en tres puntos: la narración, los personajes y el humor.
En la obra madre nos encontramos con un narrador protagonista al cual Lovecraft le otorga el vuelo poético de su prosa habitual. Cualquiera podría decir que quien nos cuenta la historia, quien la está viviendo, es el mismo autor. Saracino, consciente de que la historieta es un medio distinto, utiliza mucho más el diálogo. Es cierto que hay un narrador (que es el mismo personaje) que en ocasiones realiza citas textuales del libro, pero elige con criterio en que momento utilizar el recurso para no agobiar y no convertirlo en una copia ilustrada.

Para esta primera idea colabora mucho la segunda: los personajes. Al haber mucho más diálogo tenemos la posibilidad de visualizar y conocer más a Herbert West y Gregory Carter (a riesgo de equivocarme, creo que en la obra original nunca se menciona el nombre de este narrador) y su relación. Lo más interesante de ambas versiones, que aquí se aprecia de mejor manera, es la degradación intelectual que va viviendo el reanimador. Narrar a la perfección como la locura lo va consumiendo y como las experiencias y su anhelo de volver gente a la vida lo va insensibilizando. Saracino optó también por incluir muchos personajes secundarios que tienen voz e interactúan con el dúo protagónico, dándole a la historia un dote de mayor humanidad e influyendo decisivamente en el cambio de tono.
Éste cambio tiene que ver básicamente con el humor. Todo el elenco de secundarios, muchos de paso muy fugaz, aportan las secuencias más graciosas. Los policías, los recepcionistas de un hotel y demás individuos creados por el guionista nos amplían el mundo y son un vehículo para alejarse de la oscuridad del material original.
En su conferencia en Crack Bang Boom (donde presentó también Historias Cortas y Distopías II) el Saracino contó que el guion fue entregado hace ya cinco años. Luego de algún cambio de dibujante y una obra que requirió de esa paciencia ya entrenada que tienen los guionistas del medio, le llegó un mail con algunas de las ilustraciones realizadas por Rodrigo López. Según sus propias palabras, se volvió loco con lo que vio y se lo mostró inmediatamente a su mujer. Y no es para menos.

La simbiosis que hay entre guion y dibujo es del cien por ciento. Al leerlo es difícil saber quién fue el que terminó de darle el tono a la historia, porque creo que nadie dudaría si le dijeran que es una obra hecha por un autor integral. El mayor fuerte está en los rostros y las expresiones faciales, en las cuales el dibujante logra imprimirles mucho sentimiento a los protagonistas, ya sea para grandilocuencia en muchos casos o para la frialdad de Herbert. Sumado a esto, se maneja perfectamente en los distintos humores, llevándolo a uno de la mano entre las secuencias cómicas y un devenir que se va oscureciendo, tanto individualmente en cada capítulo como en la suma de los seis. A mi mente vino Kevin O'Neill en The League of Extraordinary Gentlemen, combinando personajes con rostros que vacilan entre caricaturescos y humanos con splash pages que justifican que en Chile el libro haya sido editado en un tamaño mayor. La elección del blanco y negro es perfecta, ya que le permite al dibujante utilizar las sombras para terminar de darle el tono a cada viñeta, así como también a nosotros disfrutar su arte sin ningún tipo de intervención. Ojalá en el futuro nos encontremos con muchas más ediciones nacionales de este artista.
Previo a la conclusión, quiero dedicar un último párrafo a algo más que mencionó Saracino en la presentación. Aparentemente en el libro hay muchas referencias a la literatura y el cine de terror. Sé que hay mucha gente que es de ir buscando y analizando cada página en busca de esos pequeños homenajes, así que puede resultar de interés para los conocedores del horror y rastreadores de easter eggs.
Herbert West – Carne Fresca, editado por Utopía Editorial, es una compra segura. Una adaptación de uno de los escritores más influyentes de la historia, realizada por un guionista plenamente consciente del alcance y las posibilidades de cada medio y un dibujante en estado de gracia. Cinco años pasaron desde el envío del guion hasta la publicación de este libro. Más allá de este largo tiempo, se ve que todavía estaba lo suficientemente fresco.