Entre la literatura y la historieta (también el cine, pero lo dejaremos de lado por el momento) se habilitan una cantidad innumerable de intertextualidades. Una de ellas sería tratar de reproducir de la manera más fiel que se pueda la singularidad de una obra a otra forma de expresión estética. Como si el contenido fuera un líquido que pudiera conservarse trasvasándolo a otro contenedor, la adaptación busca mantener al máximo el texto original. Personalmente, encuentro que esta es la forma menos efectiva de la intertextualidad y la que conduce a resultados más pobres porque la obra original siempre pierde los valores que son propios de su primer vehículo expresivo y, en pos de la fidelidad, a veces no llega a nutrirse de las particularidades del nuevo canal.
El borgeano Pierre Menard me replicaría que aún diciendo exactamente lo mismo, al hacerlo en otro contexto se resignificaría completamente el mensaje pero eso, por buen comienzo, no se lo creía ni Borges. Por eso escribió su propia obra en lugar de reescribir el Quijote.
Otras formas de la intertextualidad se permiten mayores libertades y son estas las que suelen interesarme más. Desde el tradicional cambio de contexto, cambios en la perspectiva o foco de la narración, supresión o adición de personajes o núcleos narrativos... las posibilidades son ilimitadas.
Uno de los problemas principales que propone siempre estos contactos entre diferentes expresiones artísticas (sobre todo en sus formas más flexibles) es el conocimiento previo que el público tiene del pre-texto. Una parodia o un homenaje siempre son un guiño al lector que tiene que poner en relación ambas obras para acceder al significado completo que se pretende comunicar. Una versión demasiado libre siempre corre el riesgo de ser comprendida solo por aquellos que conocen bien el texto original. Si no me creen, miren “2001: Una odisea del espacio” sin haber leído la novela. Van a terminar con más dudas que certezas.
La historieta argentina recurrió muchísimas veces y con excelentes resultados a adaptaciones, versiones y transposiciones literarias. De hecho, creo que el género tiene un espacio mucho mayor en nuestro país del que alcanzó en otros mercados como el yankee o el japonés. Durante décadas, nuestros comics estuvieron muy pegados a la literatura y no es casual que algunos de los mejores guionistas argentinos como Sasturain, Saccomano, De Santis, Birmajer etc. sean también novelistas reconocidos. El caso es que desde los clásicos ilustrados de la editorial García Ferré o las adaptaciones de la revista “Fantasía” de Columba, hasta “La Argentina en Pedazos” de La Urraca, son tantas las intertextualidades que resultan inabarcables para un artículo de esta extensión.
Así que por aquello de que “como muestra basta un botón”, hoy reseñaremos la colección Maestros x Maestros que tiene méritos propios para colocarse entre las mejores del género y la ventaja de seguir publicándose hasta la actualidad.
Triste, solitario y final
Desde sus comienzos, Doedytores demostró un interés particular por la edición de versiones de obras literarias. De hecho, la primera serie de álbumes de la editorial, la Colección Monográfico, tenía una sección especial dedicada al género. Por eso, cuando apareció la adaptación que Sanyú había hecho de la primera novela de Osvaldo Soriano, no me sorprendió. Es más, si no fuera porque “Triste, solitario y final” es una de las novelas que más he disfrutado en mi vida, quizás no lo hubiera comprado porque (espero que sus seguidores no me maten) no soy muy fan de los dibujos del neuquino.
La realidad es que, más allá de mis preferencias personales, el apartado gráfico acompaña eficientemente tanto al texto como al desarrollo de la acción. La novela de Soriano es brillante y conmovedora y, según el propio Sanyú “Cada palabra que aparece en la historieta pertenece al texto original.”
Esta adaptación tiene además (al menos para aquellos que nos interesamos en la historia del medio) el valor agregado de sus circunstancias de producción y publicación. En 1981, El Gordo Soriano estaba exiliado en París pero “SuperHumor” se anima a publicar algunas notas suyas en Argentina. Viendo que (quizás por tratarse de una revista de historietas) parecen escapar al radar de la censura de la dictadura militar, se mandan con esta adaptación que publican por entregas aunque, lamentablemente, queda inconclusa. Más de veinte años después, Sanyú dibujará a pedido de Javier Doeyo las once páginas faltantes para esta primera edición completa de la obra.
En un margen de la portada y en la página interior de créditos dice “Colección Maestros x Maestros 1” pero...
El Matadero y otras historias
Una de las propuestas más geniales de la primera época de “Fierro” fue la serie de adaptaciones de obras de la literatura argentina que se publicaban con prólogo de Ricardo Piglia. De esas narraciones que hoy son clásicos indiscutibles de la nuestra historieta, tres estuvieron a cargo de los lápices y tintas de Enrique Breccia: “El Matadero” de Esteban Echeverría; “Mustafá” de Enrique Discépolo y “Los dueños de la tierra” de David Viñas.
Originalmente las prologaba Piglia, después las prologó Sasturain y en esta edición, se sumó Fernando (el bicho) García. Creo que después de que tantos capos escribieran sobre estas obras, sería muy pedante de mi parte creer que puedo agregar mucho más. Solo diré que son una genialidad y un libro imprescindible.
Las tres versiones que ya mencioné son acompañadas por otras historias cortas del autor (de las que recomiendo fuertemente “Argelia 1959” que es una trompada en la nuca). De hecho, estas obras tuvieron tres ediciones dentro de esta editorial y cada vez le fueron agregando más material. La primera (2007) se titulaba “Historias cortas” y estaba fuera de colección; la segunda (2008) ya se titulaba “El matadero y otras historias”; pero es la tercera edición (2010) la que va a definir el formato definitivo de la colección, reiniciando la numeración. ¿Pero y “Triste, solitario y final”? ¿Ahora queda afuera, es el número cero o esta colección tiene dos números uno? Andá a preguntarle a Doeyo.
Cabe destacar que esta tercera edición incluye dos guiones de Sasturain ilustrados por el Churrique a todo color: “Humo” y “El encierro”. Una delicia.
Los Mitos de Cthulhu
Esta es otra obra que la editorial ya había publicado en 2008 en colaboración con Deux y que en su reedición de agosto de 2010 se adapta al formato y pasa a convertirse en el segundo número de la colección Maestros x Maestros.
Acá se reproducen todas las adaptaciones que El Viejo hiciera sobre los guiones de Norberto Buscaglia entre 1972 y 1975, además de “El que susurra en las tinieblas” que realizó en solitario en 1979. Este material había pasado décadas sin reedición argentina y para los comiqueros se había transformado en una especie de santo grial imposible de hallar.
La verdad es que el estilo que desarrolla Breccia en esa época es una belleza. Tratándose de quien se trata, siempre vamos a encontrar una búsqueda y una experimentación constante pero en ese periodo, la ruptura todavía se combinaba con algunas de las convenciones más clásicas de la representación gráfica que más adelante, el autor irá abandonando. Claro que hay viñetas al límite de la abstracción pero están argumentalmente justificadas porque el maestro Breccia asume el desafío de poner en imágenes esos horrores que Lovecraft ni siquiera era capaz de describir con palabras. En 2008 cuando por fin pude leer este libro, el arte del viejo me voló la cabeza. No me imagino lo que habrá sido para los que pudieron verlo en 1975.
Otra cosa son los guiones de Buscaglia que abundan en grandes y constantes cartuchos de texto más pesados que borracho de velorio. Un poco era el estilo de la época y otro poco que, según cuenta el guionista, los poseedores de los derechos de Lovecraft insistieron mucho en que se respetara al máximo el texto original y no quedó otra alternativa. De cualquier forma y lamentablemente, el guion no deja de resultar anacrónico y anticlimático.
El gato negro y otras historias

Si hasta acá la cosa venía muy bien, los dos tomos que siguen, directamente, son una locura absoluta. El tercer volumen de la colección recoge las versiones que Alberto Breccia realizara sobre los cuentos de E. A. Poe entre 1975 y 1992 pero cuenta con la particularidad de que la mayoría fueron producidas directamente para el mercado europeo y por estar realizadas a todo color, permanecían inéditas en nuestro país. De hecho, hasta la publicación de este álbum, habían sido poquísimas y excepcionales las ocasiones que nos permitieron ver al viejo maestro en color.
“El corazón delator” (publicado en 1975 en “Alter Alter” y después en el número uno de “La Parda”) es una clase magistral de como se puede encarar la transposición de una obra literaria a la historieta. Al principio de este artículo dije que en la adaptación el cuento siempre pierde algo que es propio de la literatura y no siempre llega a ganar algo propio del comic. Este no es el caso porque Breccia hace un estudio tan profundo de las herramientas y recursos que brinda la historieta como vehículo expresivo y sabe aplicarlas tan bien que llega a esta síntesis única e increíble. Una verdadera obra de tesis.
Las otras dos obras que me deslumbraron en este libro son “El gato negro” y “El extraño caso del Sr. Valdemar”. En ambas tenemos al Breccia post “Buscavidas”, completamente alejado de las formas clásicas y regodeándose en un trazo que supera el expresionismo y lo caricaturesco para alcanzar una deformidad mórbida de tremendo impacto. Es asombroso como en ambas historias juega con dos paletas de color completamente diferentes y en las dos obtiene un resultado impresionante.
Otro infaltable en la biblioteca de cualquier buen comiquero.
Había otra vez
En “La gran matanza de Gatos” de 1984, Robert Darnton rastrea y analiza las versiones medievales de los cuentos infantiles que recogieran los hermanos Grimm en el siglo XIX y popularizara Disney a nivel mundial en el siglo XX. Para muchos, el resultado fue escandaloso porque la visión de la infancia que había en la edad media era muy diferente a la actual y esos cuentos “inocentes” estaban llenos de violencia y alusiones sexuales bastante explícitas.
Evidentemente, unos cinco años antes, Trillo y Alberto Breccia ya se habían interesado por el tema ofreciéndonos estas transposiciones de “Hansel y Gretel”, “La cenicienta”, Blancanieves” o “Caperucita roja”, mucho más cercanos a sus crueles versiones medievales que a la edulcorada reescritura decimonónica.
Desde su primera colaboración en “Un tal Daneri”, Trillo supo darle a Breccia espacio para lucirse, procura no taparlo con el texto y deja que el peso narrativo recaiga sobre la parte gráfica. En este caso, el viejo experimenta con collage a todo color remarcando el contraste entre lo sórdido de las historias narradas y la construcción simbólica sobre lo infantil que tenemos incorporada.
Otro aspecto experimental es la presencia de los autores que aparecen dibujados en algunas viñetas (o en casi todas en el caso de “La bella durmiente”). Este recurso que puede interpretarse como la típica ruptura de la cuarta pared teatral o como un elemento de metaficción a lo Borges (o Morrison, si prefieren) en este caso, refuerza la relación de la obra con el relato tradicional ya que, en la transmisión oral, el narrador siempre está físicamente presente.
El otro Mr Hyde y De la Tierra a la Luna
En esta entrega, la colección varía su formato entregándonos dos obras con tapas flip.
Y no es esa su única rareza ya que la relación entre las historias de este tomo y las novelas originales de Julio Verne y Robert Stevenson también es completamente diferente a los otros volúmenes que venimos reseñando. Ricardo Ferrari no realiza una adaptación sino que en ambos casos crea una historia completamente nueva que toma a los clásicos como pre-texto pero que no pretende adaptarlos ni versionarlos.
Tal vez “De la Tierra a la Luna” sea la que más se aproxime a la noción tradicional de adaptación, ya que, a pesar de cambiar el foco y el tiempo de la narración, cuenta de alguna manera la historia original. Pero en “El otro Mr. Hyde”, el relato de Stevenson se agota en un par de páginas (como por las dudas de que alguien no sepa de qué estábamos hablando) para dar paso a una historia totalmente original salida de la imaginación de Ricardo Ferrari. Y acá quiero abrir uno de mis típicos paréntesis reivindicativos para decir: Ricardo Ferrari es un gran guionista, un tipo solvente e imaginativo con un manejo del tempo narrativo y la tensión dramática que solo se adquiere con las décadas de laburo y profesionalismo. Como tantos autores de nuestro medio es injustamente soslayado cada vez que repasamos los nombres de nuestros grandes guionistas. Ya es tiempo de que su obra sea rescatada y estudiada como se merece.
Del dibujo de Lalia no digo nada acá porque lo hago en el próximo título.
Cuentos de Edgar Allan Poe

O las comparaciones siempre resultan odiosas.
La verdad es que cuando empecé a escribir el artículo, este tomo todavía no había salido a la venta. De hecho, retrasé la salida de la nota hasta hacerme con un ejemplar y poder reseñarlo. ¿Con qué me encontré? Con que Lalia reversiona cuatro de los cuentos que ya había adaptado don Alberto en el tercer volumen de esta colección y que yo ya había juzgado insuperables.
Horacio Lalia quien fuera ayudante de El Viejo y le “prestara” su rostro para el inmortal Mort Cinder ¿Podrá superar a su antiguo maestro? La comparación es inevitable pero injusta. Primero porque algunas de las versiones de Breccia, como ya dije, son una genialidad absoluta y segundo porque a quien sea que compares con el mejor, va a perder indefectiblemente.
No obstante, estas adaptaciones son muy valiosas en sí mismas y, seguramente, podríamos apreciarlas con mayor justicia si pudiéramos evitar la ineludible tentación de compararlas. Mientras para El Viejo, Poe era un material más que usar en su experimentación constante, Lalia es más respetuoso y logra conservar mucho del tono y el estilo del maestro del horror norteamericano. Uno se sirve del texto clásico, en tanto que el otro pone su arte al servicio de la obra original. Obviamente, en Lalia hay una presencia mayor de texto pero sin caer en esos bodoques indigestos que criticábamos en las adaptaciones de Buscaglia; el dibujo es más realista y oscuro y, en ese sentido, se amalgama de una manera más natural y fluida con el clima de terror.
Por otra parte, uno siente que el apartado visual (siempre prolijo, detallado y virtuoso) no es mucho lo que le aporta al cuento original. Ciertamente, el lector podrá demorarse en la contemplación de algunas viñetas de gran hermosura... pero también podría no hacerlo y con solo leer los textos seguiría el desarrollo de la narración sin ninguna dificultad.
La nota quedó un poco larga así que disculpen si la terminamos sin mucho firulete. Solo deseo que la colección Maestros x Maestros siga manteniendo en el futuro el altísimo nivel de calidad que nos ofreció hasta el momento. Por lo pronto, ya está anunciado que siguen con el rescate de la obra de Horacio Lalia con un tomo que recoge las adaptaciones que realizó sobre la obra de Lovecraft y que permanecían inéditas en el país.