Arrancamos con una imponente imagen de la Antártida. El continente blanco. La tierra del eterno invierno. El lugar más desconocido del planeta. Donde no se puede ir más al sur sin empezar a ir al norte. Literalmente la última frontera. Allí donde nunca un hombre a llegado. Bueno, bueno, que esto no es una reseña de las aventuras de Spock y sus amigos en el espacio. Esta es la reseña de Mega. El último trabajo de Salvador Sanz.
Mega es un trabajo integral del autor, que se dedicó tanto al guion como al dibujo como nos tiene acostumbrados en la mayor parte de sus trabajos. Esta historia fue publicada inicialmente como webcomic de forma gratuita, tanto en español como en inglés, en el sitio StoneBot Comics. Pero hacía bastante que los fans de Sanz venían esperando para tener su nuevo trabajo en la mano. Les confieso una infidencia: me cuesta leer historias feteadas. Lo intento, muchas veces, se que hay muchas construidas para el formato serializado que se aprecian mucho más de esa manera. Pero prefiero consumir una historia de principio a fin, es una deformación personal. Por eso estaba esperando el momento en que la obra finalice y poder disfrutarla. Y vaya que la disfruté. Pero se los cuento en las próximas líneas.

¿Qué nos vamos a encontrar en Mega? Ya conocemos algunos de los gustos particulares que el autor prefiere explorar. Salvador Sanz se lleva muy bien con el terror, la truculencia, los monstruos. Lo vimos en El Esqueleto, en Legión y en Nocturno. Pero también tiene un gusto muy particular por agregarle detalles de científicos o pseudocientíficos, como puede ser los que trae la criptozoología. Todo eso está en Mega. Y también kaijus. Sí, kaijus. ¿Que qué es un kaiju? se usa ese nombre para aquellos monstruos gigantes del folclore japonés, de los cuales el más famoso es Godzilla (tenemos una serie de notas sobre este simpático monstruo-héroe que les voy a dejar al final de esta nota). Porque más allá de todo, Mega es una historia de Kaijus. O sea, una historia de monstruos gigantes.
Otra de las obsesiones de Sanz es utilizar lugares reales como escenarios para sus historias, quizás buscando agregarle una cuota más de realismo o esperando que los lectores puedan identificarse. Lo hizo con el Abasto en Legión, con la ciudad de Puerto Madryn en Nocturno, con el Museo Argentino de Ciencias Naturales de Parque Centenario y la Biblioteca Nacional en las dos entregas de El Esqueleto. Y esta vez se permite literalmente cruzar el charco, ambientando gran parte del relato en la rioplatense ciudad de Montevideo. Se puede apreciar entre las viñetas la rambla, el monumento a Artigas y otras características de la arquitectura de la capital uruguaya. Buena elección del autor para poner la mayor parte de la acción en un lugar cercano a los personajes, donde se los siente igualmente amenazados por los monstruos pero sin la necesidad típica de Hollywood de hacerlos correr entre las patas de la bestia de turno.

El arte de Mega
Ya nombramos a Hollywood en la reseña así que no dudo al mencionar que toda la narrativa de la historia tiene un halo hollywoodense. Y es porque el autor elige utilizar un estilo cinematográfico, que ya arrimó en trabajos previos, pero que acá lo despliega sin reticencias. E hizo una buena elección, la dinámica y las viñetas apaisadas, los enfoques yendo de mayor a menor o viceversa ayudan a que el lector se meta con todo en la historia. También elige poner muchas secuencias mudas, especialmente en aquellas donde la acción transcurre a otra escala, por fuera del las dimensiones humanas. Ahí no hacen falta diálogos, ni siquiera relatos. Todo está contado en las acciones de los monstruos. Y Sanz se luce en los dibujos a página completa. Casi se puede sentir como disfrutó haciéndolas, tanto que hace que el lector disfrute apreciándolas. También se permite pequeños homenajes cinematográficos, que le dejo al lector la tarea de disfrutar descubriéndolos.
Salvador suele hacer una elección minuciosa de las paletas de colores que va a desplegar en sus historias, generalmente restringiéndolas. En el caso de Mega se queda con tonos que van desde el blanco al azul más oscuro, pasando por grises y negros. Eso es lo que vemos cuando estamos en presencia de las grandes bestias. Es muy interesante notar que cuando el relato se interrumpe por otro tipo de secuencias, sucede lo mismo con la paleta de colores. Allí donde hay acciones o charlas entre humanos los colores son otros, de igual forma cuando los rojos y naranjas interrumpen en momentos muy marcados. Tan sólo ponerse a apreciar ese arte hace valer la pena el tiempo dedicado a esta obra. Y no sólo el tiempo de lectura, también el que le dedicó el artista a su trabajo. Sabemos que Sanz no es un autor que saque libros con fritas, sino que se toma su debido tiempo para desarrollar su trabajo y en este caso el fruto de ello se hace notar.
Los diseños que creó para sus kaijus en un primer momento pueden ser confusos. Se nota que quiso salir de lo esperable, tratando de no meter en la historia una réplica de Godzilla y otros monstruos japoneses muy reconocidos. Hay un empeño particular en esto. Eso sí, por momentos es difícil distinguir entre los monstruos protagonistas, aunque es probable que el autor lo notase y antes de sacrificar sus diseños prefirió ayudar en la diferenciación con otros detalles del arte, como los mencionados más arriba.

Veredicto final
En esta época de cuarentena uno extraña ciertos placeres, como el asado en grupo, la salida con los amigos, el fulbito de la semana. Incluso detalles más pequeños como la cerveza compartida después del trabajo para terminar el día. Sospecho que la sensación que tengamos cuando volvamos a vivir esos momentos va a ser muy parecida a la que tuve volviéndome a encontrar con una historieta de Salvador Sanz después de mucho tiempo de sequía. El Sanz de Mega es el auténtico, el mismo que se puede apreciar en Nocturno o en El Esqueleto. Yo lo disfruté con una cerveza, esperando el momento en que podamos comentarlo sin distancia de por medio.
Mega ya salió en formato libro y ya está disponible por la gente de Ovni Press. Recomiendo mucho salir a buscarlo cuanto antes.
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