La trilogía de “Scream” tenía la particularidad (quizás la única destacable) de que al sospechar que el asesino emulaba las películas de terror, se habilitaba todo un nivel de meta-reflexión sobre el género. Así, el que mejor entendiera las convenciones del cine de horror, más chances tendría de sobrevivir: Las famosas “reglas de Randy” para las pelis de terror, las secuelas y las trilogías.
Debo confesar que desde que supe que “Roberto, un tipo de mierda” era la primera parte de una trilogía, no pude dejar de pensar de qué manera las reglas de Randy se aplicarían a su estructura. Porque para mí, no caben dudas, la que Dupleich nos está contando es una historia de terror. ¿Llevará al límite las reglas que planteó en la primera parte? ¿Las romperá? ¿Será algo totalmente impredecible? ¿Alguna oscura revelación de su pasado nos explicará por qué Roberto es un ser tan enfermo?
Todo esto y más lo descubrirá leyendo “Mierda Pura”

La corrupción se extiende
Lo primero que hay que decir es que la mayoría de los aspectos -tanto positivos como negativos- que analizamos en la primera entrega de esta saga (pueden leerlos acá), se aplican a esta segunda parte: Edición cuidada hasta el último detalle, excelente papel e impresión, solapas, plastificado sectorizado en tapa y contratapa... todos los chiches.
En cambio, con respecto al dibujo, algunas de las características de Dupleich se exacervan. Por poner un ejemplo, no solo sigue habiendo pocas viñetas por página sino que ahora también se multiplican las splash page. En el primer tomo no había una distinción clara entre cuadritos y eran las masas de negro las que planteaban la división entre un dibujo y otro. No obstante, en la mayoría de los casos, la división entre las viñetas resultaba bastante intuitiva y seguían el formato apaisado. “Mierda Pura” lleva la experimentación un paso más allá haciendo que la distinción entre cuadritos resulte a veces voluntariamente confusa, rompiendo casi la misma idea de viñeta y haciendo que los textos y las imágenes floten en ese fondo negro y se invadan unos a otros pero sin confundir en ningún momento el orden de lectura.
Las famosas hojas negras son cada vez más un recurso narrativo. Si antes separaban los capítulos o se ubicaban al principio y al final como páginas de cortesía, ahora se usan también para dosificar el ritmo de la acción dramática. Digamos como un equivalente al fundido a negro del cine, efecto que se acentúa en la primera historia que se va intercalando con los títulos como en la presentación de una película.
Marcelo Dupleich no se queda quieto ni deja que el lector se asiente en una zona de confort. Cuando creíste que ya le habías agarrado la mano a su estilo, sigue experimentando y te lleva a otro lugar que no tenías previsto. Tal es el caso del capítulo “El sol tan maravilloso” que en vez de comenzar con un separador negro, lo hace con uno blanco y nos ofrece una escena diurna en un exterior luminoso. Acá el blanco (expresión de ese maravilloso día de sol) toma el lugar del omnipresente negro que rodeaba las viñetas anteriores.
Sin spoilear la trama diré solamente que el capítulo cierra con una repentina tormenta que oculta ese sol y restituye la soberanía del negro. Y así como la tragedia es mucho más impactante cuando sucede a un momento de felicidad, el negro es mucho más amargo tras ese instante de luz. En esa viñeta final pareciera que el negro no es una sombra sino una mancha que se come las cosas. Como un gran derrame de petróleo del que las figuras asoman sucias y fragmentadas.

Desarrollo argumental
Pero ustedes no llegaron acá para leer mi análisis sobre el apartado gráfico. Lo que todo el mundo que leyó el primer tomo quiere saber es como se puede escribir después de eso. ¿Puede mantener ese nivel de mala leche? ¿Se puede ir más allá? Se lo preguntamos al autor en la entrevista exclusiva que nos concedió (y que pueden leer acá) y ahora confirmamos que nos decía la verdad: “Más de lo mismo pero peor”
Pero fue otra respuesta de esa entrevista la que me dio la clave de lectura para este “Mierda Pura”. Cuando yo le pregunté por sus inspiraciones para Roberto, esperaba que me nombre algunos personajes paradigmáticos del comic violento y mala leche pero lo primero que a Marcelo se le viene a la mente es “Pequeños Robertos que padecí y padezco”
Su inspiración primera no provenía de otra obra sino de la realidad, de las miserias de todos los días, de la gente de mierda que nos rodea y que somos. Después vienen Arlt, Kielowski y el flaco Aroldi pero primero, la realidad.
Claro, Roberto como encarnación y resumen de toda esa mierda resultaba, al final del primer tomo, un personaje exagerado hasta lo inverosímil. Que nos producía horror pero nos permitía refugiarnos en la tranquilidad del humor negro porque su nivel canallesco lo volvía irreal.
“Mierda Pura” arregla ese problema dándole al protagonista algo que escaseaba en el primer volumen: contexto. En la primera entrega, Roberto interactuaba con muy pocos personajes. Acá el universo ficcional se expande y lo que empezamos a ver es que la mierda está por todos lados.
Por eso, me parece un hallazgo haber corrido a Roberto del título de este tomo porque acá vemos que el prota es un monstruo... pero un monstruo más en una sociedad de monstruos.
Y hay que decir que, más allá de la destreza narrativa de Dupleich, su estilo es ideal para transmitir ese ambiente de degradación al límite de la humanidad porque sus personajes son visualmente monstruosos.
Recuerdo que Cortazar encontraba un rasgo de humanidad en el axolotl porque sus manitos eran parecidas a las nuestras. Dupleich recorre el camino en sentido inverso. Desde las viejas asquerosas de “Veinte negros” hasta las modelitos top de “Papelitos”, todas tienen garras. Esas no son manos humanas, son un rasgo monstruoso y bestial que trasluce su verdadera esencia detrás de la apariencia humana. No quisiera ni que la modelo más cara me tocara con esas garras de buitre.
Vamos a dejarlo acá para no destripar innecesariamente el argumento porque la presentación del libro recién se celebrará este 3 de mayo. En nuestras redes y en las del autor pueden encontrar la información para asistir y aprovechar para adquirir un ejemplar si no lo hicieron en la pre venta y conocer a Marcelo Dupleich, un tipo que vale oro.