En una asombrosa combinación de sincronía, causalidad y predestinación mientras en Bolivia fuerzas militares le señalaban la puerta con excesiva cortesía al presidente en ejercicio, Tren en Movimiento editó dentro de su colección Gráfica en Movimiento el segundo libro de Lautaro Fiszman, Nuda Vida, una semblanza en diez partes sobre la infame guerra de la Triple Alianza. Al que desconozca o le de paja buscar en Wikipedia sobre ese conflicto bélico, recordémosle que se trató de tres países latinoamericanos –Argentina, Uruguay, Brasil- unidos para poco menos que erradicar de la faz del mapa al Paraguay, empresa bastante y lamentablemente exitosa, con un poquito de auspicio y visto bueno del Reino Unido, OK. Las épocas pueden estar hechas de materiales distintos pero sus pliegues a veces se superponen.

Hablar de colonialismo e imperialismo puede tener una pátina un poco paranoica quizá, pero que tres países se unan para eliminar a la población adulta de un país con un alto grado de alfabetización y desarrollo industrial –características que ninguno de esos países realmente poseía, ni el “sponsor” extranjero- en nombre de la “civilización” no deja de ser llamativo. Esa óptica revisionista de la historia es la que usa para posicionarse Fiszman sin prurito alguno; y revisionista es un término capcioso, teniendo en cuenta que el jefe mayor del Ejército en ese momento de la Argentina –presidente, bah- era Bartolomé Mitre, fundador de un diario llamado La Nación.

Los diez capítulos siguen un lógico orden cronológico de los sucesos, incluyendo lo inmediatamente anterior y posterior; si bien el autor documenta con el mayor rigor histórico posible Nuda… no es un comic histórico en el sentido tradicional del asunto; tampoco sigue una ilación estricta, dedicando cada episodio a iluminar diversas aristas de la contienda. A la reconsideración de la historia Fiszman le suma (como en su anterior, también lanzado por Tren… y altamente recomendable libro Barro y Sangre) una voluntad por adentrarse en el sufrimiento y el sentir de esa carne de cañón obligada a empuñar los fusiles -de allí el nombre del libro, un concepto que el filósofo Giorgio Agamben toma del derecho romano para referirse al status legal de aquellos que no es delito matar-
Aquí quienes disponen de las vidas ajenas son retratados sin piedad alguna -en todo plano-
La derecha es caracterizada por su vaciamiento discursivo (“traer la civilización” arrasando a un pueblo mucho más desarrollado que el suyo) y en el rotulado -a cargo del propio Fiszman- su habla está representada con una letra minúscula imprenta que pretende ser elegante –en contraposición a la imprenta mayúscula del resto del pueblo- pero se enmaraña torpemente. Para la representación gráfica de los, em, próceres locales como Mitre, Roca y Sarmiento el que fuera alumno de Alberto Breccia tampoco se guarda nada y da luz a remolinos faciales desencajados, a veces de una revulsión que harían sonrojar a popes de la pintura expresionista como James Ensor. Urquiza, el caudillo federal que termina traicionando a sus bases del Litoral que pretendían defender al Paraguay, la saca un poco más barata y sólo se lleva un rictus de expresión muerta.

Dicho esto, el verdadero fuerte visual de Nuda Vida está cuando Fiszman da rienda suelta a su espátula y disgrega los óleos: así hablemos de estallidos de paisajes naturales o de la disolución de los cuerpos en la masacre. Como el diálogo no es solo con la propia historia de la nación, sino también con la tradición cultural del arte, hay copertenencias con artistas de distintas eras y latitudes: imposible no mentar a Cándido Lopez y su serie de pinturas sobre esa guerra, la cita a Delacroix en la página final, ecos del Max Beckmann más salvaje y una predominancia de rojos y marrones en la orgía de mutilaciones que rememoran a otro grande de la pintura argentina que tematizara sobre la violencia marcando a fuego el devenir histórico nacional -hablamos, claro, de Carlos Alonso y en particular de su serie El ganado y lo perdido- Es un conjunto visual fuerte y cohesivo que abarca todos los flancos, desde el conceptual-semántico (Mitre hablando desde el balcón con una tapa de La Nación detrás en collage) hasta el dominio de las herramientas figurativas más estrictamente académicas (como ilumina la lumbre del fuego a los soldados: el diablo está en los detalles).
Vale la pena destacar la calidad de la edición de Tren…tanto por la calidad de la reproducción y su papel, como por los sendos prólogos a cargo de José María Gutiérrez y Judith Gociol y un índice bibliográfico que el autor ofrece de referencia.

Las obras artísticas que dialogan con coyunturas históricas específicas nunca se quedan calladas: si lo que describen es una injusticia, en tiempos (no tan in)justos oficiarán de memento; en épocas de iniquidad cobrarán un espesor extra. Nuda Vida cobró valor agregado en el contexto de los episodios impredecibles de la actualidad, pero en valores estrictamente estéticos amerita una recomendación a ciegas.
