Mi Buenos Aires querido
Resulta al menos curioso que la primera novela gráfica de Santiago Sánchez Kutika y Diego Rey, guionista y dibujante respectivamente de “Roberto Arlt, Cronista Criminal”, nos cuente una historia embrionaria de uno de los escritores más relevantes e influyentes de nuestro país y sobre todo de nuestra Capital Federal.
En este libro recién editado por Hotel de las Ideas (cooperativa de trabajo fundada por ambos autores junto a otros compañeros) se cuentan los días previos al pasaje de Roberto Arlt hacia la profesión de escritor (de libros), cuando realizaba crónica policial para el diario Crítica. Si bien el argumento tiene la cuestión profesional como eje central, mientras que suceden estas transformaciones vocacionales el tipo tiene una vida en la que tiene las experiencias personales de cualquiera y que (a pesar del paso del tiempo) camina las mismas veredas que cualquier que anda por “el centro”. Cabe detenerse en este punto, para destacar que las esquinas y los edificios que dibuja Diego Rey son cuadros de época y de identidad. Aunque el edificio de Avda. de Mayo 1333, al que se muda el diario en uno de los capítulos, sigue con la fachada idéntica (hoy ocupado por la Policía Federal).

Porque si hay algo que realmente destaca en esta historieta, es su avasallante porteñidad. Los ambientes clásicos de la identidad clásica de Buenos Aires están presentes en cada página. El edificio céntrico que recuerda al centro de Madrid, las esquinas pretendidamente parisinas, los bares como punto de encuentro para beber pero también para discutir de los temas tanto triviales como trascendentes de nuestras vidas, con mucho grito tano o gallego, y los tristemente emblemáticos prostíbulos judíos. La paleta de colores es tan aplastante como un viaje en taxi un día de tránsito y lluvia.
El personaje histórico retratado es importante, pero (casi como una frase hecha) la verdadera protagonista de esta historia es Buenos Aires, con sus costumbres y miserias. A mí me encantan las historias con los escenarios como centro de la acción, no solamente el piso sobre el que los actores se deslizan.
Velorios
Las escenas de los velatorios, nos hacen pensar en cómo se fue construyendo el del propio protagonista. Siendo que este tropo está presente desde el excelentísimo prólogo de Claudia Román, que nos encausa a entender todo lo que este libro tiene para ofrecernos.
Recomiendo la lectura del prólogo y su uso como herramienta de interpretación de esta historieta, porque la narrativa es tan descomprimida que un lector embalado se puede terminar las poco más de cien páginas en apenas un ratito. No sería una buena idea, hay que detenerse en los trasfondos y detalles. En gran parte el texto de Román nos ayuda, pero también sería interesante leer los trabajos de Capdevilla, Masotta y Piglia que ella cita en sus “Notas”.

Tal vez sea el momento adecuado para puntualizar sobre las pocas cosas que no me gustaron tanto en esta obra, y que pasan sobre esa descompresión mencionada en el párrafo anterior. Me da la sensación que el resultado final tiene menos texto del que esperaba encontrarme, sobre todo tratándose de la época de labor de crónica policial del personaje principal que es uno de los más célebres escritores de nuestro país. Del mismo modo, algunas secuencias de viñetas mudas me dan la sensación que no aportan tanto como otras páginas, haciendo que los capítulos de similar cantidad de páginas tengan densidades demasiado disímiles.
Yugarla y quedarla
Sin dudas otros de los elementos que atraviesa esta historia son la muerte y el trabajo. El primero, absolutamente atado a los velatorios del párrafo anterior. Pero también está en conflicto con el trabajo para nuestro protagonista. Claro que, tratándose de las andanzas de un periodista de policiales, duplica los encuentros con esa circunstancia final de la vida.
Durante muchas de las páginas, la muerte y el trabajo se repiten constantemente. Pero no todo es atestiguar la muerte ajena. También está la vida de Roberto Arlt, que pasa por un momento aparentemente bisagra, y que el inteligente argumento que plantea Sánchez Kutika, nos abre recién la ventana de esa intimidad sobre las páginas finales. Porque cuando termina el día, el hombre que es Arlt, se sienta en su casa y se realiza.

Muchos de los muchachos de la redacción de Crítica, tienen una vocación vinculada a su trabajo en el diario pero no necesariamente están trabajando de aquella que más los mueve. Estoy convencido que esa es la lección que me deja este libro: dejarse llevar por la pasión de un trabajo que posiblemente no llene los bolsillos, pero también hay que saber encontrar ese motor en nuestra labor cotidiana.
Es el trabajo como concepto de realización entonces, otro de los tropos fundamentales de esta historieta que hace mucho que más que contarnos sobre un período de la vida de un gran personaje de la cultura argentina y porteña.
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Letras como un Cross a la mandíbula y que los eunucos bufen! Revolucionario desde las orillas sin lugar a dudas mi antihéroe favorito 👏👏👏