Historieta Argentina

SuperHumor de La Urraca

Bancando la historieta en plena dictadura

SuperHumor

Agosto de 1980. Argentina atraviesa su más sangrienta dictadura militar. Dentro del terror y la censura imperante, la revista Humor (o Hum®) se alza como uno de los pocos valuartes críticos al gobierno de facto y alcanza de esta manera algunos de sus momentos de mayor popularidad y ventas. En ese contexto, Andrés Cascioli, director de Ediciones de La Urraca, se anima a darse un gusto que venía deseando desde hacía tiempo: publicar una revista de historietas. La revista llevará como título SuperHumor (o SuperHum®) porque eso le permite traccionar lectores de su hermana mayor y asegura un piso de público.

Buena parte de las características que definirán a la nueva publicación dependerán de esa estrecha relación con el buque insignia de la editorial. De hecho, los primeros cuatro números serán bimestrales y llevarán la leyenda “Suplemento mayor de Humor” remarcando la relación entre ambas publicaciones. Pero el vínculo no se terminaba allí, ya en la portada del primer número comienza la historieta: “Vida y obra de Adolfo Cruz Gamarra Hitler” de Alfredo Grondona White, uno de los inamovibles de Humor, y coloca en primer lugar el nombre de Alejandro Dolina con “El reparto de sueños en el barrio de Flores” una de sus famosas Crónicas del Ángel Gris.

En total, esa primera tapa anuncia tres historietas y dos cuentos (el otro es “Vida y muerte de Dios” de James Ballard), y en el interior, entre sus cien páginas hay veintidós de puro texto repartidas entre cuentos, críticas y entrevistas.

La tercera conexión con el lector de Humor se buscaba a través, justamente, del humor político ya que a la mencionada “Vida y obra de Adolfo Cruz Gamarra Hitler” se le sumaba “Bosquivia” de Carlos Trillo, Guillermo Saccomanno y Tabaré, “Boogie el aceitoso” (el más político de los personajes de Fontanarrosa) y, a partir del número cuatro, “Yirólamo” del veterano Eduardo Ferro.

Algunos problemas metodológicos

En esta parte del artículo, yo tendría que reseñar brevemente algunas de las principales series publicadas pero surgen dos problemas: El primero es que SuperHumor no apostó fuerte por las series continuadas. Tal vez el director, consciente de lo arriesgado de la apuesta, prefirió que cada número presentara relatos unitarios que no dejaran al lector con una historia incompleta en caso de cierre. Había series pero formadas en casi todos los casos por capítulos autoconclusivos.
Recién en el número siete, con la llegada de “Merdichesky” se lee por primera vez el famoso “continuará”.

saccomanno trigo
"Gómez" de Saccomanno y Trigo

El segundo problema que surge es que muchísimos de los títulos que se publicaron en esta revista, ya los hemos reseñado. De Charlie Moon, habló Matías Mir, de Un Tal Daneri, hablamos cuando salió la última reedición, de Triste, Solitario y Final, en la nota de la Colección Maestros X Maestros, de El Último Recreo, cuando reseñamos la primera etapa de Fierro, de Buscavidas y El Husmeante, en la nota de la Colección Monográfico. De Enrique Breccia... ni hablar... prediqué hasta en las iglesias.

Claramente, son todas joyas pero, para evitar la repetición, en la siguiente selección de títulos, procuraré centrarme en las obras que hasta ahora no hemos mencionado.

Y nada mejor que empezar con una...

Apología de Alberto Dose

¿Por qué no hablamos más de Dose? Es una pregunta pero también una autocrítica. Creo que es la primera vez que lo menciono y se trata de un injusticia total.

Dose nació en Rosario en 1948, como tantos otros dibujantes, se dedicó a la publicidad y a la animación hasta que cayó en esto de la historieta. Empezó con un estilo muy elaborado y después desarrolló otro mucho más simple y dinámico. Experimentó con el entintado de líneas cortas y orgánicas, con la pincelada y la mancha, con los grises, las aguadas y el color directo. Vivió y trabajó en Argentina, después en Italia y finalmente en Estados Unidos. Acá dibujó páginas con todos los grandes guionistas de la época. Allá dibujó el último número de la prestigiosa antología Spider-Man's Tangled Web y el arco Flash: Ignition de Geoff Johns.

El caso es que las colaboraciones de Alberto Dose en SuperHumor fueron constantes desde su desembarco en el segundo número con “Julián Estrella: Camionero del espacio”. Julián, obviamente, conducía una carguero espacial pero escuchaba tangos, llevaba una calcomanía en la nave que decía “Cambio suegra por loro” y cada tanto le escribían “Lavame sucio”. La serie con guiones de Daniel Reynoso, recorría algunos tópicos de la ciencia ficción pero no siempre, porque muchas de las aventuras podían haber ocurrido en cualquier momento y lugar que habilitara una lectura fantástica. Julián conoce a un bicho cambiaformas que se convierte en una bella y bien dispuesta señorita, a un viejo que cambió su juventud por dinero, a la troupe de un circo decadente, a un vampiro con las orejas de Martínez de Hoz, a unos estereotípicos liliputienses... En ninguno de sus seis capítulos, el guion deslumbra demasiado. En los seis meses que salió la serie, nunca se la mencionó en tapa y solo una vez apareció el nombre de Dose. Lo que muestra que la injusticia que pesa sobre este artista viene de lejos ya que su dibujo (por entonces, fuertemente influido por Moebius y Lucho Olivera) levantaba muchísimo el nivel de la serie.

alberto dose
Portadillas de "Julián Estrella" y "Polución Nocturna"

A partir del número ocho comenzará “Polución Nocturna” con guiones de Carlos Trillo, combinando un guion a lo Den, un diseño de los personajes a lo Henga y una vuelta de tuerca enfermiza en el final, marca registrada del guionista. El estilo de Dose gana en claridad y fluidez incorporando mucho de Corben y algo de Wrightson. Como nota de color, cabe mencionar que fue la primera historieta argentina en mostrar una mujer totalmente desnuda por lo que la revista pudo ser distribuida pero no exhibida en los kioscos.
La dupla con Trillo seguirá dentro de SuperHumor con “Toh-Or”, parodia del bárbaro aventurero (que remite a Or-Grund local pero lo mismo podría ser un Conan), y en varias historias cortas posteriores.
En cada caso, Dose demostrará la ductilidad propia del publicista para adecuar su estilo a las necesidades del producto y obtener siempre un resultado notable aunque, en normas generales, se puede apreciar un camino hacia la síntesis que alcanzará en sus colaboraciones posteriores con Ricardo Barreiro: “El Cimarrón” y “Navarrito”. Pero eso excede los límites de SuperHumor y, por lo tanto de este artículo.

Falleció el 5 de marzo de 2016.
Yo vuelvo a mi pregunta inicial: ¿Por qué no hablamos más de Dose? Y la única respuesta que encuentro es que perteneció a una generación de dibujantes TAN brillantes que, lamentablemente, no llegamos a brindarle a todos el reconocimiento que se merecen.

“Sol de Noche” de Saccomanno y Patricia Breccia

Una serie del principio de los ochenta con una mujer protagonista y otra mujer dibujante. Hoy puede parecer habitual pero les aseguro que en ese momento era totalmente extraordinario.

Sol y su gato Barbieri son dos criaturas nocturnas. De allí el título de la serie.

Sol tiene muchos amigos y algunos amantes de cuyas historias es testigo y ocasional personaje secundario. Casi siempre, trata de ayudar a alguien. A veces puede, a veces no y, en la mayoría de los casos, el resultado no importa demasiado.

Todo esto le confiere a la obra dos características que pueden parecer opuestas: Un gran realismo (porque la vida real no suele estar llena de aventuras sino más bien de anécdotas mínimas e intrascendentes) y cierto vuelo poético dado, en parte, por la laxitud de la estructura narrativa.

Los guiones son de los más experimentales de Guillermo Saccomanno, alejado de esa zona de comfort que le proporcionan las convenciones de la novela negra. Recurre, eso sí, mucho a las referencias musicales que van desde el tango hasta el rock.

Sol de noche
El espectacular universo gráfico de Patricia Breccia

En cuanto a la parte gráfica, tenemos a una jovencísima Patricia Breccia de apenas veinticinco años, pero si tenemos en cuenta que empezó a publicar a los diecinueve, nos equivocaríamos al considerarla una novata.

Sus dibujos tienen un grafismo diferente a todo lo que se veía en esa época y diferente, incluso, al estilo que alcanzaría en obras posteriores.

Si antes dijimos que las historias generaban una sensación de realismo, cabe destacar que los dibujos llevan al lector hacia una dirección contraria, poniendo de manifiesto constantemente la artificialidad del hecho artístico. Tal vez, el diseño de la protagonista sea uno de los principales recursos para lograr este efecto. Asumimos que el cabello desmesurado de Sol es una gran masa de rulos pero, Patricia no dibuja rulos sino puntitos y pequeños círculos negros. Sol es una mujer deseable. Eso lo sabemos porque varios personajes de ambos sexos se la quieren llevar al cuarto pero Patricia no dibuja a una mujer bella según los estándares del cómic. Los fondos rara vez se detallan (pueden ser blancos, negros, tener alguna pincelada seca o trama mecánica) lo que aplana totalmente la escena y le confiere cierto aspecto de teatro de marionetas.

En resumen: una apuesta original y novedosa por donde se la mire, que asume la complicidad de un lector capaz de ir un paso más allá de la lectura superficial. Considero que buena parte de los aciertos de esta serie se verán llevados a su punto culminante en los capítulos que saldrán publicados en Fierro, tras el cierre de SuperHumor y en la próxima gran obra de la artista que es “Sin novedad en el frente”, pero eso no le resta mérito a estas primeras y desafiantes entregas de “Sol de noche”.

En 2012 fue recopilada por La Duendes en un tomo.

“Merdichesky” de Trillo y Altuna

En el primer número de SuperHumor, Trillo publicó la historia corta “Los héroes están cansados”, dibujada por el siempre brillante Cacho Mandrafina. La acompañaba un texto teórico que fue casi programático respecto a la obra posterior del guionista titulado “¿Qué pasa con la temática?”. En el mismo, a partir de la parodia de un cowboy, se planteaba el agotamiento del modelo heroico de nuestras historietas:

“Hace 123 episodios que Mortimer Cachondo hace lo mismo, con sus miradas aviesas, con sus ademanes rígidos, su astucia enorme y su velocidad inalcanzable. Digo yo: ¿No se cansa? ¿No se aburren estos héroes que son como empleados públicos condenados a la repetición incesante?”

Trillo propondrá romper con los esquemas repetidos hasta el hartazgo y buscar otros caminos... historias más cotidianas, que puedan prescindir del héroe, estar protagonizadas por un antihéroe o incluso por un perdedor nato. Esta propuesta significó una gran renovación para la historieta argentina aunque (mucho más rápido que el esquema anterior) también se agotó y cayó en la repetición y hasta en la auto-parodia. Pero eso ocurrirá después.

Fiel a esta idea, al término de “Charlie Moon” la dupla publicará “Merdichesky”, continuando con la ambientación yankee (magistralmente plasmada en los dibujos de Altuna) pero ahora en la Nueva York del presente.

Samuel Merdichesky es un policía norteamericano del Precinto 15 pero se encuentra en las antípodas de los canas duros tan de moda en la tele de aquella época. Es delgado, su aspecto es frágil, no intimida a nadie, en sus casi sesenta páginas, nunca disparó ni pegó una trompada. Pero (no se equivoque el lector) tampoco es un genio deductivo. Más bien es un tipo honesto pero un poco torpe y un poco cobarde que, tal vez, simplemente eligió la profesión equivocada.

merdichesky
Apología del perdedor en Merdichesky

El tono de la obra puede ubicarse a mitad de camino entre otros dos clásicos de la dupla: Las Puertitas del Señor López y El Loco Chávez. No es exactamente el perdedor total que es López, aunque su controladora idishe mame pueda resultar igual de frustrante y odiosa que la mujer del triste oficinista. Tampoco es el ganador total que es El Loco aunque la estructura de ir a la comisaría/redacción para que el jefe lo mande a una nueva misión y la hermosa mujer que eventualmente se liga recuerdan bastante a la estructura de la tira.

Hubo dos historias del personaje. Una de 46 páginas que, como mencionamos antes, fue la primera en serializarse en la revista, y otra de doce páginas ya con muchas minas en bolas y más cercana al erotismo que caracterizará la producción de Horacio Altuna después del destape.

Como Altuna era, con sobrados méritos, el dibujante más popular de la editorial, La Urraca recopiló esta obra (y todas las que pudo) en un álbum de formato enorme y con una hermosa portada de Carlos Nine. Lamentablemente, la edición más conseguible en la actualidad es la española de Planeta (2010) ya que no hay reediciones locales recientes.

“Los misterios de Ulises Boedo” de Trillo y Mandrafina

Según cuentan sus autores, este proyecto comenzó pensado para una tira diaria y es dos años anterior a la primera colaboración publicada por la dupla. Acá, Trillo se proponía incursionar en ese mundo mítico porteño que tan bien supieron plasmar Marechal, Borges y Bioy. De hecho, el título es una referencia obvia a Adán Buenoayres. Con catorce tiras dibujadas y el argumento para las próximas trece, se presentó en un diario... pero se la rechazaron. Nunca se reveló cuál era el diario para preservar la identidad del mamerto capaz de bajarle el pulgar a semejante joya.

Tras publicar varias historias unitarias en SuperHumor, Trillo y Mandrafina decidieron reflotar el proyecto transformándolo en una serie de capítulos con “continuará”. Ese cambio en el ritmo previsto del relato no satisfizo a ninguno de los dos autores quienes, tras seis entregas, decidieron darle un cierre que se nota apresurado y casi de compromiso.

La historia propone una Buenos Aires amenazada por una invasión, lo que, en nuestro mundillo remite inevitablemente a El Eternauta. Incluso, el primer ataque del invasor se da en la forma de una niebla que evoca la famosa nevada.

Pero ahí se terminan las similitudes porque la de “Los Misterios de Ulises Boedo” es una invasión invisible. Es la invasión de la rutina moderna y deshumanizante que va sacándole el misterio, la magia y la alegría a la ciudad y a las personas que la habitan. Ahí se definirán los dos bandos en conflicto: Por un lado, los caradeculo, los que asimilan el mandato del invasor y obligan a los demás a acatarlo; por el otro, el pequeño grupo de resistencia que se aglutina alrededor del misterioso Ulises Boedo.

Este conflicto, los bandos en pugna y el tono fantástico del relato, alude de manera muy clara a las Crónicas del Ángel Gris de Alejandro Dolina con sus Hombres Sensibles del barrio de Flores y sus Refutadores de Leyendas. No obstante, la presencia de personajes reales y ficticios (como Martín Fierro, Carlos Gardel, Hortensio Quijano o Arturo Jauretche) alineados del lado de la resistencia, explicita un poco más el mensaje ideológico del guion de Trillo y anticipa lo que años después será El Sueñero de Enrique Breccia, quien retoma el mismo planteo y también recurre a la alineación de los personajes históricos de uno y otro bando. Aunque, claramente, la obra de Churrique exacerba y hace totalmente transparente el tono político: El invasor invisible es el Gran Gusano Gringo y sus lacayos locales los Gorilas.

El título, que yo sepa, no se encuentra reeditado. Supongo que, en parte por el final abrupto y anticlimático y en parte porque, con el afán de que los personajes se noten porteños, dicen constantemente cosas como “fato”, “caído del catre”, “pastenaca”, “tuquipesto”, “nos la vamos a ver peluda” y otras expresiones que descolocarían a los lectores jóvenes.

Ulises Boedo
Hace años que me enamoré de la primera viñeta de esta tira. Mandrafina es glorioso

Lo que sí podemos recomendar para quienes quieran acercarse a la obra es el número 60 de Fierro segunda época, donde se reproducen las tiras originales, el plot y las ilustraciones que Trillo y Mandrafina habían preparado para presentar el proyecto en su formato de tira diaria.

Evolución y cierre

Vale remarcar que, aunque las tiras humorísticas no eran las que predominaban respecto del total de páginas, solían recibir el espacio privilegiado de la portada ya que se seguía apostando a que atrajera al público de Humor. Tengamos en cuenta que las primeras once portadas, en realidad son reproducciones de viñetas interiores o, directamente, los primeros cuadros de una historieta. De esas once, una le tocó a Boogie, dos a Gamarra Hitler y tres a “Bosquivia”. Pero esa tendencia se acentuará a partir del número doce, en el que Raúl Fortín se hace cargo de los dibujos de esta última serie y se convierte, prácticamente en el portadista oficial del segundo año, metiendo seis de las doce portadas siguientes. A partir de ese momento, ya con portadas en toda regla, el acercamiento estético a Humor será cada vez más acentuado. Particularmente, a partir del número dieciocho en el que (con la excusa de “Bosquivia”) se empiezan a representar caricaturas de personajes de actualidad transformados en animales. Hasta el número veintiuno, los pinceles de Fortín bestializarán al técnico de la selección César Luis Menotti y el relator deportivo José María Muñoz (se estaba jugando el mundial); presentarán al periodista Bernardo Neustad como un camaleón por sus opiniones políticas acomodaticias y al ministro de economía Martínez de Hoz como un buitre.

En los dos números siguientes, se hace cargo de las portadas el maestro Carlos Nine pero continúa con la misma tónica: “La Morsa II” toma la composición del cartel de Tiburón II pero hace referencia al episodio que determinó el cierre de Tía Vicenta cuando Landrú caricaturizó a Juan Carlos Onganía como una morsa. Álvaro Alsogaray, otro ministro de economía neoliberal de la dictadura y fundador de la UCeDe, como un cerdo, requiere menos explicaciones.

En este punto, el aspecto exterior de Humor y SuperHumor era indistinguible pero, a partir del mes siguiente, el proceso se llevará al extremo con la aparición de una nueva leyenda en portada: “Ahora con más Hum®” y el reemplazo de todos los títulos de historietas y autores por notas de política y actualidad.

Podría decirse que, si bien la revista ofreció desde el comienzo un material de lectura bastante hetereogéneo, a partir de ese punto, ya no puede considerarse una revista de historietas.

Tal vez no podía esperarse otra cosa y la guerra de Malvinas, los estertores finales de la dictadura y la transición a la democracia, proponían una cantidad de debates que fueron desplazando casi totalmente a los cómics. En los próximos dos años, SuperHumor acompañó todos los procesos que vivía la sociedad argentina: el debate por el Canal de Beagle, las elecciones del '83, el destape; se publicaron entrevistas a los excombatientes (recuérdese que la dictadura había dictaminado y orquestado un plan de silencio y ocultamiento de los soldados que regresaron de la guerra), a personalidades que volvieron del exilio y hasta a sobrevivientes de las detenciones clandestinas.

Por fin, en diciembre de 1984, SuperHumor puso su último número en la calle. Por dos razones puede considerarse que este cambio abrupto en el rumbo de la publicación representó un experimento imperfecto pero no fallido: Primero, porque nos dejó un buen puñado de grandes historietas y, en segundo lugar, porque desde septiembre de ese mismo año, el Tano Cascioli había vuelto a darse el gusto de publicar una revista de historietas en la que volvió a reunir a todos los grandes del staff.

Nada menos que Fierro.

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Escrito por:
Facundo Vazquez
Guía su vida por el bushido y la frase de Benjamin "Ustedes nunca vieron morir a un burro".
Facundo Vazquez
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