No se me ocurre ninguna excusa para la existencia de estas reseñas, pero eso es algo bueno. Si un libro es bueno no hay que matarse buscando excusas para decirlo, es bueno y punto. Hoy vamos a hablar de Brian Janchez, editor de Ediciones Noviembre, fanático del básket y el animé, profesor y, principalmente, historietista. Estos libros llegaron a mis manos en la última feria Dibujados y definitivamente no van a ser los últimos con los que me haga del autor. ¿Por qué es esto? Veamos:
“El permiso” (Ediciones Noviembre, 2017)

La portada rosa con lo que yo pensé era una pizza (era una tarta) no te prepara para esta historia de bebés robados, enfermedades terminales y relaciones familiares como mínimo tensas. “El permiso” te agarra muy desprevenido, te hace creer que la cosa va a ir para un lado y pega volantazos emocionales muy bruscos. Hay una cosa que hace el autor a nivel gráfico, que es no dibujarle la boca a los personajes que no expresan lo que sienten. Esto te pone incómodo y en esta obra funciona a la perfección. No hay globos de pensamiento nunca, solo somos testigos de lo que pasa exactamente como si estuviéramos ahí, como ya dije, incómodos.
Al final, cuando se revela cuál es el permiso del título, te agarra de sorpresa. Te da un escalofrío y te hace querer volver a leer todo de nuevo, porque las pistas estuvieron siempre en las viñetas, pero no en los globos de diálogo. No había bocas para dar el permiso hasta que las hay.
“Tutorial para pilotear un ROBOT GIGANTE y salvar al mundo (y otras historias)” (Ediciones Noviembre, 2018)

Premio al mejor título de libro de la historia. Además de haberse publicado en el blog de Janchez, estas historias de robots gigantes también salieron en la Revista Kamandi y la primera participó del catálogo/muestrario de artistas argentinos “Dis-Tinta”. En sus páginas desgraciadamente no está el tutorial que promete el título, pero sí hay cuatro historietas muy interesantes que comparten el hilo conductor de los Mechas, aunque si uno espera una de acción va a salir decepcionado. Mentira, porque las historias están tan buenas que es imposible no quedarte manija.
La primera, “El robot gigante del rabino”, va de un mecha judío manejado por un rabino de barrio, pero el robot podría bien ser una fiambrera porque es lo menos importante en la historia. Esa tendencia va a repetirse el resto del libro. No, lo importante acá es la relación entre el rabino y el che-pibe que contrata para que lo ayude en el negocio. Es una historia muy íntima de dos hombres que no pueden ser abiertos con lo que sienten y se conectan a partir de manejar un robotazo.
La que le sigue es “La bruja de la luna que quería conquistar el mundo”, que es básicamente una profundización de Rita, la villana de los Power Rangers, aunque en la historia no se llame así y sus orígenes sean circunstancialmente diferentes. Mientras alienígenas y robots interconectados luchan por el destino de la Tierra, la reina de la luna intenta reconectarse con su familia terrestre. Puntos por el final inesperado.
“Vacaciones en las termas del robot gigante” arranca con ese título que parece un chiste y te deja toda la historia pensando “¿y cuándo aparece el robot?” para ser solo un elemento del ambiente aparentemente sin importancia, aunque plantea todo un universo que no se desarrolla nunca, pero eso es lo que verdaderamente no importa. Lo que sí importa es la pareja protagonista que se va de vacaciones a estas termas y de a poco va perdiendo todos los cimientos de su relación. Sin spoilear mucho, al final creo que esta es en la que el robot afecta más a la historia porque termina siendo una metáfora del mayor miedo de sus protagonistas: ser un pedazo de metal olvidado en la tierra.
La historia final le da nombre al libro y al principio pensé que era Evangelion apropiada por el autor, pero la verdad podría ser cualquier animé de mechas: un estudiante de secundaria es seleccionado para pilotear al robot gigante que salve a mundo de los aliens que aparecen convenientemente uno por semana. Lo interesante es cómo afecta ser piloto del Eva-01 a un pibe argentino promedio. Es bastante triste porque en ocho páginas el concepto tan ridículo te hace olvidar que son solo pendejos los personajes y que hay cosas como la amistad que son más importantes que salvar al mundo.
“La mejor de mis ex novias” (Ediciones Noviembre, 2018)

El título ya nos dice que va de corazones rotos. Es bastante pesada la cosa, pero si venís de una ruptura complicada directamente aléjate porque lo que hace Brian Janchez acá es demoledor. No hay mucha historia, solo una anacrónica visión del final de una relación y lo que viene después. Acá va un comentario que sirve para todas las obras del autor: me gusta cómo plantea masculinidades y feminidades disidentes. Los hombres lloran, son inseguros tienen mambos, mientras que las mujeres se alejan de roles de género, sexualidades o la necesidad de un tipo para resolver sus vidas.
Pero volviendo a este libro, originalmente fue publicado también en la Revista Kamandi. Después de eso no hay mucho más que agregar. El título te hace pensar en comedia romántica de Telefé, pero Janchez entiende que pensar que alguien fue “la mejor de tus ex novias” implica que tuviste algo bueno y lo perdiste, y esa puede ser la peor sensación del mundo.
BONUS: “La hija del carpintero”

Podía dejarla para otra nota pero me habría parecido un delito no incluirla. “La hija del carpintero” actualmente solo existe como una serie web recientemente concluida en el blog de Brian y en la Kamandi, y debe ser uno de sus mejores trabajos a la fecha. El tema con las historietas de Janchez es que con ese estilo de líneas simples, composiciones sin complicaciones, diálogos directos, sin una viñeta innecesaria, te hace creer que las historias van a ser algo simple, pero a las pocas páginas te pega un jab inesperado que te obliga a parar, volver a leer a ver si leíste bien, recuperarte y ahí retomar la lectura.
En “La hija del carpintero” somos testigos de la vida de Berta, la segunda hija de una familia judía de carpinteros que quiere dedicarse al oficio familiar pero no la dejan por ser mujer. A partir de esa convicción irresuelta vemos el resto de su vida y de todos los que están a su alrededor. Es un drama familiar y romántico bastante intenso, con algunos giros, pero siempre anclado en el realismo de sus personajes.
En síntesis, creo que ahí está la verdadera maravilla de las historias de Janchez: pueden tratarse de alienígenas, superhéroes o carpinteros, pueden ser de acción, románticas o dramáticas, pero siempre están ancladas a la realidad. Sus personajes son cualquier tía, cualquier conocido, cualquier amigo del trabajo, y el autor encuentra en la cotidianidad lugar para contar historias atrapantes en 36 páginas o menos.