“Tres al hilo” es una columna en la que elegimos un autor o autora de historieta nacional, seleccionamos tres de sus obras (las mejores, las más novedosas, las que tenemos a mano…) y las reseñamos. Porque sí, porque pinta. Porque siempre vale la pena recomendar buena historieta de autor. Hoy le toca al rosarino Renzo Podestá, el de la tilde en la “á”.

(BANG)KOK
Este lo conocí por el capítulo de “Los fanzines en la historieta argentina (1972-2014)” del Libro de Fanzines (Tren en Movimiento, 2018) desarrollado por Julián Blas Oubiña Castro y Roberto Barreiro. Allí hay un pequeño comentario de Renzo referido a la editorial Llantodemudo, donde originalmente se publicó esta historieta en 2006. Me llamó la atención la anécdota que cuenta respecto a la producción de “(Bang)kok”:
“(…) La hice precisamente envuelto en un frenesí que duró exactamente veintiún días. (…) La hice sin guion ni boceto previo, en hojitas A5 (a escala real) porque quería demostrar(me) que podía ser posible algo así”.
Esa declaración de pasión desenfrenada por la historieta de alguien con la reputación de Podestá fue lo único que necesité para convencerme de que necesitaba ese libro, que finalmente conseguí en la edición de Rabdomantes publicada en 2015. El producto final es todo eso que uno esperaría de una historieta hecha en un “frenesí” y más.
Me explayo. Esta historia subtitulada “60 maneras de escapar de una ciudad” se centra en un opresivo y oscuro mundo futurista, donde se desarrollan unas cuatro o cinco tramas paralelas que inevitablemente confluyen a medida que nos acercamos al clímax. La cosa va de una sociedad donde se valora más la “productividad” que la vida misma, y nuestros protagonistas son, justamente, los “cero-productivos”, por lo que toda esta ciudad llena de cables y caños que cuelgan de todos lados y se extienden al infinito está en su contra. Ellos intentan sobrevivir lo mejor que pueden aferrándose a las pocas cosas reales que conservan en sus vidas, pero cuando se aparecen en sueños los fantasmas de grandes literatos de antaño, comienza una desesperada carrera por escapar.
No voy a mentir: esta historieta es bastante confusa. No es apta para lecturas ligeras, por encima. Requiere concentración, tiempo y posibles relecturas, pero el resultado vale mucho la pena. Además, acá adentro está la genial e icónica frase “mi nombre es Borges y soy un viejo puto”, que en sí misma hace valer cualquier inversión.
Hay una esencia muy densa que se respira en las páginas de “(Bang)kok” de opresión, de sentir que la sociedad juzga e intenta descartar a todos los que no son “productivos” (como los dibujantes, como los historietistas). La necesidad de salir de ahí, de sumergirse, dar “el salto” a un pozo sin fondo esperando una vida mejor del otro lado. El cómic habla de “60 formas de escapar” pero narrativamente solo muestra una. El verdadero escape son las 60 páginas que dibujó Renzo, esperando, asumo, escapar de la idea misma de ser un Cero-Productivo.

WARPAINT
Inspiradísimo por Frank Miller y sus trescientos espartanos, acá Renzo nos trae una historieta sobre la Guerra, con mayúsculas. Un guerrero de esos de espada y carne sale a matarse con otros y pasa exactamente lo que se supone que pase, en unas espectaculares páginas cinemáticas con tintas breccianas de pura matanza, desmembramiento y sangre en las que Renzo alcanza casi su mejor estilo.
Editado en 2016 por La Noise, "Warpaint", aunque parezca un cómic sobre tipos que se matan unos a otros, es en realidad una aventura introspectiva y abstracta sobre la naturaleza misma de la guerra, sobre qué clase de personas son las que deciden ser guerreros, sobre qué pasa con sus almas cuando mueren. El concepto me recordó mucho a “The Light & Darkness War”, ese cómic bélico horrible de Tom Veicht y Cam Kennedy, pero Renzo hace bien todo lo que Veicht hizo mal, y entiende los atractivos narrativos y visuales de la guerra sin caer en alegorías o romanticismos innecesarios.
El consenso general dice que lo único malo de "Warpaint" es que se termina muy rápido, y el dinero que uno invirtió (y el tiempo que le tomó al autor producirlo) se sienten algo minimizados, pero nunca desperdiciados. A todo el mundo le vendría bien tener, entre tanto súper héroe en la biblioteca, 80 páginas de la “guerra de pintura” de Podestá, aunque el único color sea el negro.

EL ANEURISMA DEL CHICO PUNK (VOL. 1 Y 2)
Sí, súper obvio. Si antes dije que “Warpaint” casi alcanza el mejor estilo de Podestá es porque es en “El aneurisma…” el autor llega a una cima impensada e inagotable, y no parece tener intenciones de bajar. Todavía no nos dimos cuenta, pero tenemos en nuestras manos un clásico instantáneo del cual vamos a seguir hablando dentro de diez, veinte, treinta años. Con esto hay que meter a los lectores novatos en el vicio nada sano de la historieta de autor. Las palabras no alcanzan, pero vamos a hacer un intento.
Después de la mejor escena de apertura de la historieta argentina, conocemos a No, Chica Sucia, Ringo y Lima, cuatro punks que hacen bardo, chupan, y tienen el extraño curro de robar libros. Y cuando la historia parece que va a ir de sus desopilantes vivencias, la historia toma un extraño giro sobrenatural bastante violento y las cosas pasan de piñas y joda a apocalipsis, mitología y genocidio. Y, también, piñas y joda.
Originalmente los primeros capítulos de “El aneurisma…” se publicaron online y luego fueron recopilados por Dead Pop, pero esa edición queda opacada por el laburo hermoso de Big Sur (la misma alianza editorial responsable de la versión definitiva de “Almer”) que reeditó ese primer volumen en 2018 a la par que publicaron la esperadísima continuación. Los dos libros son muy atractivos a nivel diseño, estética, material, lo que quieras. Eso sí, andá a buscar donde meter dos gordos libros apaisados y petisos. La verdad está para frentearlos en la biblioteca y ahorrarnos quilombos, si al final esto vamos a querer tenerlo bien expuesto.
El mayor atractivo de la magnum opus de Renzo es, subjetivamente, los personajes. La historieta argentina, hoy en día, tiende más a ser “plot-driven” que “character-driven”. Ya lo dijo Lautaro Oritz en el editorial del segundo número de la nueva Fierro: “lo que hoy importa es el hilo y el laberinto, no ya los personajes”. Renzo le demuestra que se equivoca, pero tiene la ventaja de contar con 250 páginas de primer volumen para demostrarlo. Nolasco y compañía son tridimensionales, tienen sus propios arcos de personaje que atraviesan cada uno por su lado y son todos atractivos narrativamente. La lectura se vuelve inmersiva y el lector quiere saber qué va a pasarles en la siguiente página porque le importan. Estos pibes TE IMPORTAN, y no recuerdo una historieta nacional con la que me pasara eso en mucho tiempo.
Solo hay dos cosas que no le puedo perdonar a Renzo Podestá: la primera es que en el volumen dos se manda como 50 páginas sin entintado, solo lápices, sin razón aparente (al menos ninguna que mi cerebro atrofiado por las viñetas pueda reconocer). La segunda es que ese segundo volumen termina con un cliffhanger incluso más grande que el del primer libro, y que con la evidencia de los tiempos del autor para sacar esta saga, voy a tener que esperar al 2023 para ver como siguen las peripecias cataclísmicas de los chicos punk. Eso seguramente requiera una releída, así que olvídense, no dije nada. Para escribir esta nota tuve que ponerme a hojear “El aneurisma…” y, sinceramente, me enganché releyendo. La corto acá.