Siguen las reediciones de obras aparecidas originalmente en el mítico blog Historietas Reales que tanto le ha dado a la historieta argentina. Claro que para 2009 cuando se serializó Valizas, el blog ya había evolucionado más allá de sus orígenes autobiográficos y albergaba multiplicidad de estilos y proyectos de diversa índole. También es cierto que durante esos años, algunos de sus autores habían alcanzado el favor del público y (dentro de lo que cabe a un mercado tan pequeño) cierto nivel de consagración que prácticamente aseguraba que sus obras contaran prontamente con una edición física.
Tal es el caso de la dupla de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara que ya habían comenzado su exitosa colaboración artística con Cena con amigos y la igualmente exitosa colaboración editorial de los dos sellos que integran: Loco Rabia y Grupo Belerofonte.
No obstante, esta segunda obra del equipo creativo no correría la misma suerte de las otras ya que Cena con amigos pasó casi inmediatamente al papel y fue uno de los primeros títulos en el catálogo de Loco Rabia, e incluso la tercera serie de la dupla en HR, La Comunidad, tuvo su edición física en 2013.
Valizas, en cambio, solo se publicó en Uruguay y permaneció inédita en Argentina hasta el actual rescate de Historieteca. Más adelante veremos por qué.
¿Quiénes?
Sin dudas, uno de los grandes aciertos de este libro sean los personajes. A Santullo y Vergara le alcanzan un par de viñetas y un puñado de palabras para lograr la caracterización suficiente que nos permita empatizar con los hombres y mujeres que van pasando por la escena. Queda la sensación de que hay mucho más detrás de cada uno pero lo que llegamos a ver, nos alcanza para meternos en sus vidas y emocionarnos con sus conflictos.
Ulises es un pescador viudo que cría solo a su hijo. Habla poco y sus palabras son duras como él. La conexión con el mar, la barca y la barbita helénica que le dibuja Marcos acentúan la referencia (toda la obra está atravesada de referencias a la cultura greco-latina) al héroe clásico del que toma el nombre.
Penélope, su hermana, se fue del pueblo para vivir su militancia política en Montevideo. La pareja de esta dupla de hermanos, invierte los roles de los personajes de la épica griega. Acá es Ulises el que se queda en el hogar mientras Penélope realiza su periplo heroico del que regresa al cabo de siete años.
Heráclito Meneses, el viejo cuidador del faro. Toma el nombre del filósofo griego y narra diferentes historias antiguas en las que aparecen faros (o señales con la misma función) desde el Coloso de Rodas, Hero y Leandro, las columnas de Hércules o el faro de Alejandría. Imperdible la escena en la que el personaje recrea, reformula y resignifica el comienzo de la, por entonces recién estrenada, Bastardos sin Gloria. No digo más.
¿Dónde? ¿Cuándo?
Valizas se ambienta en el pueblo uruguayo homónimo situado en el Departamento de Rocha. No obstante, desde la contratapa, el guionista nos advierte que ese pueblo, así como ellos lo representaron, no existe.
El marco espacial en Valizas es apenas una cabañita cerca de la costa en la que Ulises convive con su pequeño hijo Felipe, la escuela a la que asiste el nene y el faro que atiende Meneses. La ambientación es, citando de nuevo a Santullo:
“Un escenario prácticamente teatral donde la situación se desarrolla. Y donde los personajes se encuentran para intercambiar sus historias. Sus vidas.”
Pero, si bien este espacio casi vacío tiene una sencillez cercana a lo onírico, hay algo que liga fuertemente el relato con la realidad: el contexto histórico.
1974. Una dictadura cívico-militar que, a pesar de contar con sus propias características, no deja de tener fuertes puntos de contacto con la nuestra y con las otras que en la misma época proliferaron en toda Latinoamérica bajo el ala de los Estados Unidos y su Plan Cóndor: golpe de estado, suspensión de la Constitución, prohibición de los partidos políticos, censura a los medios de comunicación, persecusiónes, torturas y desapariciones de opositores al régimen.
Es hasta cierto punto comprensible que la ambientación uruguaya de la obra haya generado ciertas dudas entre los editores locales y por eso se demorara tanto su publicación física en Argentina. No obstante, no resulta ningún impedimento para sumergirse en el relato. Cuando Penélope dice que muchos de sus compañeros ya cayeron, que cree que están todos quemados y tiene que esconderse para que no la encuentren los milicos... cualquier lector argentino comprende exactamente de qué se está hablando porque es (con una diferencia de escala) lo mismo que nos tocó vivir acá.
¿Cómo?
La reciente edición de Historieteca mantiene el formato apaisado, con fondos y tintas color sepia tal como se serializara en Historietas Reales. Se agradece la utilización de papel ilustración de gran calidad que permite disfrutar las sutilezas de un color tan especial.
El trazo de Vergara mantiene mucho de la espontaneidad del lápiz y algunas viñetas parecen ni siquiera haber sido entintadas.
En algunos cuadros, se resaltan digitalmente ciertas luces que aclaran el sepia omnipresente. En otras partes, cuando se quiere alcanzar una mayor oscuridad, la saturación del color se aproxima al negro pero sin alcanzarlo.
Podríamos decir que, al menos visualmente, este libro rehuye los blancos y negros excepto en los globos de texto y las letras.
Cabe destacar la maestría con la que el artista marca el cambio de tono narrativo en los relatos que cuenta el guardián del faro, encontrando el estilo que cuadra a la perfección con cada una de las historias. Ahí se rompe el registro de la realidad cotidiana y puede irrumpir lo épico y lo trágico, por lo que el sepia puede ceder su protagonismo a fondos más claros (el coloso de Rodas y el faro de Alejandría) o mucho más oscuros (las impactantes páginas de Alcides que, a mi juicio, son las mejores del tomo). Mención especial para el cuento de Hero y Lisandro que como lo narra Felipe, tratando de recordar como se lo contó don Heráclito, conserva los personajes dibujados al estilo helenístico pero los fondos tienen la simpleza del trazo infantil.
En resumen: el segundo libro de bandera uruguaya que nos trae Historieteca (el primero fue Los últimos días del Graf Spee) es una obra conmovedora y totalmente recomendable, ya que sus planteos tienen una profunda humanidad que los hacen universales. Por eso trasciende todo localismo y se puede disfrutar por igual de ambos lados del charco o en cualquier lugar del mundo.