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Oyasumi Punpun: Anotaciones (Parte 2)

Tanabata, supercuerdas y darumas

Oyasumi Punpun: Anotaciones (Parte 2)

Seguimos con este extenso análisis en tres partes de Oyasumi Punpun de Inio Asano. Ya hicimos un repaso general de la trama y de las formas que adquiere su protagonista en la primera parte. Sin mucho más que agregar excepto el recordatorio de que este análisis está lleno de SPOILERS, continuamos.

“Siempre, eternamente, estará nublado en Tanabata”

La fiesta del Tanabata es un elemento que se empieza a mencionar mucho en la quinta parte del manga (específicamente a partir del tomo 11, capítulo #111). Esta “festividad de las estrellas” originalmente se celebraba en el séptimo día del séptimo mes del calendario lunisolar japonés (y en algunas regiones se sigue haciendo así) pero por lo general se adapta al calendario gregoriano y se festeja el 7 de julio. Es ocasión de grandes festivales y trae consigo la costumbre de escribir deseos en tanzaku (tiras de papel) y colgarlos de ramas de bambú.

Como la mayoría de las festividades japonesas, el Tanabata está basado en una leyenda, en este caso la ya mencionada “La princesa y el pastor”. La versión japonesa cuenta que Orihime era una princesa muy talentosa en las artes textiles. Su padre, el Rey Celestial, admiraba sus trabajos, pero la princesa estaba triste porque si solo tejía todo el día nunca iba a enamorarse. El padre escucha sus lamentos y la compromete con un pastor, Hikoboshi. Una vez felizmente casados, ambos empiezan a descuidar sus trabajos, por lo que el Rey Celestial decide separarlos, cada uno de un lado de la Vía Láctea. Ante las lágrimas de Orihime, su padre se apiada de los amantes y accede a que se vean el séptimo día del séptimo mes cada año. Surge otro problema: no había puente que conecte a la pareja, pero se resuelve cuando las grullas deciden formar un puente para que Orihime pueda pasar al otro lado. Siempre que no llueva, los amantes podrán verse cada año.

La versión original de la leyenda es ligeramente distinta. En ella el Rey crea la Vía Láctea para separar a los amantes, y la lluvia de Qi Xi (la versión china del Tanabata) en este caso es algo positivo: son las lágrimas de felicidad de la princesa al reencontrarse con su enamorado.

Si Punpun es Hikoboshi entonces Aiko es Orihime. El paralelismo con la historia del manga es bastante interesante: Punpun y Aiko cumplen el lugar de amantes distanciados que al final vuelven a encontrarse. Al igual que Orihime, Aiko es explotada laboralmente por su madre. También se cumple lo de que ambos dejen todo para estar juntos (aunque en su caso es por estar a la fuga). Otro paralelismo, más abstracto, es la presencia de la Vía Láctea como elemento narrativo en ambas historias (la que ven de niños, el cuadro de Sachi). Incluso, en una noche lluviosa de verano (#126) Aiko se queja diciendo “Qué triste que siempre estén separados”.

Seis días antes de Tanabata, Aiko se suicida. Es un día exageradamente soleado, lo que transmite una atmósfera contradictoria, tanto por la idea mitológica del buen tiempo como felicidad para amantes como por lo anticlimático de la situación. Aunque no llega a poder colgarlo del bambú, el deseo de Aiko es “que nunca me olvides”, como si se tratara de las últimas palabras de Orihime a Hikoboshi antes de ser separados por la Vía Láctea. Como si la vida misma fuera la Vía Láctea y los amantes estuvieran uno de cada lado. Continuando con esa metáfora, es justamente el séptimo día del séptimo mes, bajo una lluvia de estrellas y un cielo perfectamente despejado que Punpun se tira bajo la Vía Láctea a morir y concluir perfectamente el mito… por suerte para nosotros y por desgracia para Punpun, Asano no es tan piadoso.

“Sería un final demasiado perfecto. Cierra todo demasiado bien. Vivir es más difícil que morir, así que pensé en el peor y más doloroso final para Punpun

No, Punpun no muere. El deseo de Aiko tampoco se cumple, porque al año de su suicidio Punpun intenta recordarla y ya no está seguro de poder visualizar su rostro ni escuchar su voz. Avanza, sigue adelante y se despide, tal vez para siempre. No sé si es intencional, pero cuando hablan de deseos en el #120, Punpun le dice que su deseo sería que no hubiera más estrellas fugaces, anulando de alguna forma el deseo de Aiko (¿o quizás no se cumple porque muere antes del Tanabata?).

La leyenda de Orihime y Hikoboshi, por cierto, existe como explicación mitológica de un fenómeno natural: el triángulo de verano, famosa constelación que se luce, justamente, en los meses del verano japonés. Vega (Orihime) y Altair (Hikoboshi) están una a cada lado de la Vía Láctea, y se unen en constelación en el triángulo cuando se unen a Deneb. Aparece entonces otro elemento revolucionario: el folclore japonés asimila la constelación a la leyenda pero nunca incluye a Deneb en la historia, cosa que Asano sí hace. Asimilando y renovando la mitología introduce a Sachi como Deneb, jugando con la dualidad entre la constelación y la idea de un “triángulo amoroso”. Desde el principio estaba planteado para que fuese así, y para no olvidárselo, el autor deja en el capítulo #1 una pista muy clara: el papá de Punpun le regala un telescopio y le muestra el triángulo de verano.

“Puse eso ahí para que, al releer, recordara que se supone que “Punpunsería un triángulo amoroso”

Punpun observa con Aiko, en su infancia, ese imposible cielo estrellado, pero de adolescente lo recupera al ver la obra de Sachi. Cuando se enamora de ella, el manga es muy claro en mostrarnos el triángulo completarse en el firmamento, al tiempo que Punpun sale de su propio triángulo, el tetraedro en el que protegía su corazón. Al final es Deneb, Sachi, quien salva a Punpun de una solitaria muerte y un posible reencuentro con Aiko, al otro lado del firmamento.

Y ya que hablamos de constelaciones y cielos estrellados, vale la pena mencionar que los elementos astronómicos son una constante en todo el manga. La Vía Láctea se repite constantemente en los recuerdos de Punpun, Aiko y Sachi, que la recrea en su arte. Las estrellas fugaces siempre que aparecen enmarcan cambios en la vida de Punpun (para peor). Esto se origina de la anécdota de que cuando Punpun era niño (antes del principio del manga) su amigo Watanabe le dijo que había atrapado una estrella fugaz, y una noche de lluvia de estrellas ambos salieron a cazar estrellas y Watanabe fue atropellado por una motocicleta. Según Punpunpapá, a partir de entonces comenzaron los problemas de antisocialidad de su hijo, producto de la culpa por el accidente de su amigo y la impotencia de no haber podido defenderlo de las burlas de los que decían que atrapar una estrella fugaz era imposible. En retrospectiva eso explica la emoción que tiene el protagonista al “descubrir” el Planeta Punpun, acaso una estrella que tal vez podría conquistar.

“¡Buenas vibraciones!”

¿Qué es todo eso de las ondas armónicas, los registros akásicos, la teoría de supercuerdas y las buenas vibraciones? ¿Qué mierda pasa en la historia de Pegasus? Esas son dudas muy comunes en lecturas primerizas de la obra, y con buena razón. En un manga que arranca enfocado en un personaje específico, que se abra una ramificación gigante a un “spin-off” sobre un loco que habla sinsentidos y aparentemente no afecta en nada a la historia principal es, como mínimo, confuso. Esto suele llevar a que se demerite la historia de la Orquesta Pegasus, que se lo tome como un personaje demente con una frase pegadiza y que no se lo relacione con la historia de Punpun, Aiko y Sachi. Sin embargo, Pegasus no es ni más ni menos que el co-protagonista de un manga dividido en dos ejes:

“Mientras que la historia de Punpun y Aiko es un homenaje a las comedias románticas, la Orquesta Pegasus es un homenaje a los mangas shonen

Mientras nos preguntamos que tiene de “comedia romántica” la historia de Aiko y Punpun, resalto que esa idea de parodia shonen es algo común en el manga, sobre todo en su meta-texto, donde un chiste recurrente de Asano es fingir que Punpun es un manga sobre peleas típico (en las cartas falsas al final del tomo 5, los adelantos al final del tomo 6, la portada bajo la sobrecubierta del tomo 8 y la página de “historia y personajes” del tomo 12). Analicemos (y ya que estamos, aclaremos) parte por parte la historia de la Orquesta Pegasus.

Toshiki Hoshikawa aparece por primera vez en medio de la historia flashback de Yuuichi como un vagabundo “vendedor de sueños”, mientras que el meta-texto lo llama un “espíritu del barrio”. Desde que era joven, Toshiki soñaba con las melodías del universo y las traducía en visiones del futuro utilizando la “teoría de supercuerdas”. Acá tenemos que agarrarnos de la suspensión del descreimiento y no buscarle la quinta pata al gato, porque la teoría de supercuerdas que tanto se menciona es una teoría científica aún en desarrollo increíblemente compleja (googléenlo, incluye la unificación de todas las fuerzas del universo y unas 10 dimensiones) y ni en pedo un adolescente japonés del siglo XX puede “aplicar” la teoría a una melodía que se acuerda de un sueño. Pero no voy a ser yo el que se queje de que el manga no es realista, así que para simplificar solo hace falta decir que la teoría de supercuerdas plantea que toda la materia del universo está formada por “cuerdas” en constante vibración y que, según la frecuencia de la vibración, define las características físicas de dicha materia (no es tan así y está híper resumido, vuelvo a aclarar). La melodía que Toshiki escuchaba en sus sueños, entonces, se traduce en predicciones del futuro que, según Wada, siempre se cumplen. Sus visiones, traducidas a una escala musical podrían grabarse en un “enorme disco musical” que haga sonar las melodías del universo, y ese disco, ese registro del pasado, presente y futuro es lo que Pegasus llama “los registros akásicos”.

¿Vamos bien hasta ahora? Seguimos entonces. Cuando estaba en secundaria, Toshiki empezó a escuchar una melodía que sonaba inestable, por lo que debía “volver a armonizar el universo”. “Nosotros, los guerreros mágicos, somos capaces de corregir los sonidos discordantes de los registros akásicos mediante la estabilidad apabullante de un tetraedro regular”. Así es, es el caso que ya mencionamos, el supuestamente famoso “triángulo de Sagamihara”, cuando Toshiki hizo que unos estudiantes de secundaria formaran una pirámide de pupitres en el patio de una escuela. Esa fue la primera vez que escuchó una perturbación de los registros.

La siguiente perturbación se da cuando, un día (anunciado en el capítulo #54), Toshiki empezó a escuchar una extraña melodía. Traducida a partitura con las supercuerdas (“que estoy investigando por mi cuenta”...) revelaban que el fin del mundo sería el 7 de Julio cinco años después de la tercera parte del manga (o sea, la parte 5). Para evitar que se produzca “el gran desastre”, Toshiki empieza a reunir a sus guerreros mágicos, las Doce Escalas (en clara parodia de los apóstoles de Jesús, incluso tiene una pseudo “última cena” el #98, lo que a su vez nos adelanta que uno de ellos, Wada, va a “traicionarlo”).

En los mangas de Asano, sobre todo los más modernos, normalmente los personajes funcionan como voceros de ideas sociales, filosóficas o políticas que el autor tiene en mente en ese momento. Pegasus es, según su propio autor, el escape para sus pensamientos acerca de la sociedad envueltos en una figura infantilmente humanitaria. En el año 2011 sucede el terremoto y tsunami en la región de Touhoku y Asano, ni lento ni perezoso, introduce el evento en su manga.

“Después del desastre todos se estaban quejando y yo solo pensaba “¡el mundo nunca va a ser mejor que esto!”, así que supongo que tenía que liberar tensiones”

Según Pegasus, el terremoto fue parte de una reacción en cadena de los sonidos discordantes en los registros akásicos. Esta consecuencia física en el mundo real lo lleva a postularse como gobernador en el capítulo #90.

Pero volvamos al “gran desastre”. En el capítulo #119 Wada le dice a Seki que se trata de “perturbaciones vibratorias” que van a destruir toda la música interpretada hasta ahora y traer la “desesperación prometida”. La forma que va a tener esa desesperación, según Pegasus, es la de un Daruma de ojos saltones (incluso, al comienzo del #111, Pegasus le muestra a Shimizu una visión del mundo siendo destruido por el Daruma). ¿Y ese Daruma de dónde salió? En el capítulo #56, Punpun tiene un ataque de estrés cuando se combinan varias frustraciones juntas (la muerte de su abuelo, su mamá humillándolo en público, frustración sexual, que nadie le haya avisado que su tío había vuelto a la ciudad y se había casado con Midori, la presencia misma de Midori que finge que nunca lo violó e intenta “comprarlo” con un regalo vacío) y explota revoleando el Daruma recién obsequiado. Cuando éste rebota contra el suelo el manga nos sugiere que se eleva hacia los cielos ante la mirada de Punpunmamá, Shimizu y el propio Toshiki que dice las ominosas palabras “¡va a venir!”. Al principio del capítulo #57, a partir de la melodía del cosmos, Pegasus obtiene el presagio de que será ese Daruma el que destruya al mundo.

“No iré muy descaminado si digo que nos va a caer encima un muñeco Daruma tuerto de un ojo saltón” (#92)

Para evitar “el gran desastre”, Toshiki propone introducir en los registros una nueva melodía que armonice los sonidos discordantes, y “esa melodía se parece mucho a Tsubasa wo Kudasai”. Hacemos un paréntesis para hablar de esa canción infantil, compuesta en 1970 y que se convirtió en un himno popular japonés con los años. En 1998 fue la canción oficial de la selección oficial de fútbol japonesa en la Copa Mundial de ese año (lo cual tiene una carga emocional enorme porque fue la primera vez que Japón llegó al Mundial, gracias a los Supercampeones según la leyenda urbana) y se convirtió en hinchada. Los fans del animé conocemos este tema principalmente por Evangelion (y la perturbadora escena apocalíptica de Rebuild of Evangelion 2.0, donde suena el cover de Megumi Hayashibara, la voz de Rei Ayanami). A partir de las revelaciones de Pegasus la canción cobra un rol fundamental en el manga, pero ya la veníamos escuchando desde el capítulo #3, cuando los nenes de primaria la cantaban en clase de música, y después en el #22, cuando un deprimido Punpun en sus vacaciones escucha al coro (y a Aiko) cantar la canción y desea solo salir volando por la ventana y flotar hacia el cielo (en una surrealista escena que prácticamente fue hecha para ser animada).

La orquesta de Pegasus, entonces, durante cinco años interpreta en un coro de armónicas la melodía de Tsubasa wo Kudasai esperando salvar al mundo, pero no pueden cambiar la visión del “gran desastre”. Según él la culpa es de “el Punto Negro”, una entidad oscura que obstaculiza sus intentos de salvación de la Tierra. ¿Qué es el Punto Negro? En el capítulo #118, Pegasus forma tres teorías al respecto: “Primera hipótesis: el Punto Negro no es fijo, va saltando de persona a persona; Segunda hipótesis: el Punto Negro nunca ha existido, era una imaginación mía para justificar mis acciones; Tercera hipótesis: todos somos Puntos Negros”. Las acciones de Toshiki previas al final del manga empiezan a apuntar hacia una de estas tres posibilidades: Pegasus empieza a aparecer en casas y sueños ajenos al sentir la presencia del Punto Negro en civiles al azar, pero lo más llamativo es que en el #98 se materializa en un sueño de Punpun para invitarlo a que se una a las Doce Escalas pero se retira asustado, no sin antes avisarle que está siendo acechado por una “presencia oscura”. Esa presencia no es otra cosa que Dios. Si el Punto Negro es Dios, y Dios representa los pensamientos más oscuros de Punpun, entonces es muy deducible que el Punto Negro sea todos esos sentimientos de odio (propio y ajeno) y tristeza en cada persona. No somos todos Puntos Negros pero todos podemos tener al Punto Negro dentro nuestro. Esta teoría tiene lógica si se suscribe al discurso típico de Pegasus del amor y los “amantes” y luchar contra el odio. Además termina de cerrar cuando nace Soara, el hijo de Yuuichi, que con apenas minutos de existencia en este mundo ya tiene, en su ojo, un pequeño Dios, danto a entender que todos tienen potencial de sufrir en este mundo. Todos podemos ser Puntos Negros.

En el capítulo #133 Pegasus finalmente descubre la verdad y afirma: “Me he percatado… ahora sé que el Punto Negro es un ser demoníaco que anida en las dudas del corazón humano… y lo he superado."

En el capítulo #98 Pegasus consigue aliar al último miembro de las Doce Escalas, el “Negro” al que apoda “Weekly Big Comic Spirits” (la revista en la que se publicada Oyasumi Punpun en esa época) y comienzan los planes para el “festival”, refiriéndose tanto al Tanabata como a sus planes para derrotar al Daruma. Este plan se reduce a un simple suicidio en masa, según Toshiki para convertirse en “existencias espirituales” y grabar la armonía directamente en los registros akásicos. El día del Tanabata empiezan a surgir dudas entre los miembros de las Doce Escalas, escenario que Wada predecía que podía suceder, así que él se encarga de prender fuego el ex edificio de Cosmo que funcionaba como sitio del sacrificio con todos ellos adentro. Seki logra salvar a Shimizu, pero Toshiki y otros tres mueren. Su sacrificio, sin embargo, los acerca al Daruma, y Pegasus le juega una partida de “Pop-up Pirate” (ese juego donde metés espadas en un barril y pierde el que hace saltar al pirata) con un “Dios” de Cosmo en lugar del pirata. Pegasus le gana y el Daruma estalla en un millón de pequeños Dioses, que caen a la Tierra como una lluvia de estrellas fugaces. Las buenas vibraciones, finalmente, logran salvar al mundo.

“Voy a pensar en más estupideces de lo habitual”

Un aspecto que me parece fascinante de Oyasumi Punpun es cómo incluso los personajes más intrascendentes son desarrollados o se conectan con la trama principal de alguna forma, una especie de declaración de principios el autor de que todos son el protagonista de su propia historia, y que nadie es más importante que los demás. A su vez le sirve a Asano para expresar esas ideas o puntos de vista hasta contradictorios que no le puede dar a los protagonistas. Esto lleva a que en los trece tomos de la serie se expresen muchas filosofías distintas y todas son interesantes de explorar.

La más compleja, por supuesto, es la de Punpun. Sus angustias y pensamientos más oscuros se representan por Dios, este tipo con afro con cara de fotografía cuyo equivalente en la vida real permanece en el misterio (aunque en internet a veces se afirma que debe ser un amigo cercano de Asano, lo que para mí tendría más sentido es que sea un cómico del prime-time japonés y que por eso Punpun lo asocie con el “Dios” que le instruyó su tío desde una edad temprana). La exploración de su visión del mundo es, justamente, la trama de todo el manga, así que no me detengo mucho en este tema. Aprovecho esta parte para señalar lo curioso de que el cantito para invocar a Dios que le enseñó su tío eventualmente resulta que él lo escucho de la misteriosa chica sin nombre de su flashback. Las vueltas que da la vida.

Yuuichi, el tío de Punpun, tiene su propia forma de ver la vida (y su propio “Dios”, un Beatle). Después del episodio en el cual casi tiene relaciones con una menor de edad y luego la obliga a verlo cogerse a su novia (y después resulta que ella quería usarlo para asesinar a su madre) Yuuichi cayó en un estado de apatía y siente que no puede ser feliz porque tiene pecados por los cuales pagar. Constantemente sabotea su propia felicidad y en más de una ocasión intenta suicidarse (la primera vez lo salva Midori, la segunda es convencido por un taxista). Finalmente le diagnostican depresión crónica y, medicado y en reposo, puede replantearse su forma de ver el mundo. En el capítulo #69 conversa con Punpun y le expresa que, para él, cada uno es libre de hacer lo que desee en la vida siempre que se haga responsable y acepte las consecuencias sin culpar a nadie más. El único objetivo real es aprovechar al máximo la vida (“¡¿estará tu vida ardiendo en ese momento?!”). Si se es fiel a uno mismo, el mundo puede ser cambiado.

Lo de Pegasus ya lo explicamos, pero su filosofía se basa en la de su padre, Piroshiki Hoshikawa, el fundador de la secta Cosmo. Su versión de “Dios” es el monigote que adoraban los de Cosmo (la portada del tomo 9). Según él, el universo es una melodía que representa el pasado, presente y futuro en los registros akásicos. El mundo está unido gracias al amor y es éste el que va a salvar al mundo. Sin embargo, en el capítulo #133 revela una contracara de esta filosofía (podríamos decir que su propio “Punto Negro”) al aceptar que sus convicciones son un acto de fe en la humanidad, porque si no confiara en los “amantes” entonces tendría que matarlos a todos.

Seki, uno de los personajes con más protagonismo de la serie, se toma las cosas con más calma. Él solo quiere tener una vida tranquila en la que poder decidir qué hacer en cada momento sin que nadie lo obligue y sin pensar mucho en el futuro. Los capítulos #52 al #54 son una gran exploración de su filosofía y los límites a los que llega, cuando le pagan para asesinar a alguien pero no lo hace solo porque el día le parece demasiado apacible como para arruinarlo con un asesinato. Por supuesto que la interpretación más obvia es que todos esos divagues filosóficos son solo una excusa para acobardarse y ser linyera toda su vida, pero eso no sería tan divertido. “Yo, mientras pueda vivir pasándola bien, me conformo”.

Wada, el mejor amigo de Toshiki, es un profesor de matemáticas cuya filosofía es el realismo, la pureza comprobable de los números. Puede aceptar que Pegasus vea el futuro y lo admira y ama como a un Dios, pero no cree que tenga el poder para vencer al mal. Sus dos posturas se chocan y la única salida posible que encuentra es la de la traición. Si Pegasus no puede ver el futuro más allá del “gran desastre” entonces Wada tiene que asegurarse de que se cumpla ALGÚN “gran desastre” en el que Pegasus muera, cumpliendo así la profecía y la falta de registros akásicos posteriores al Tanabata. Su lema es “lo absoluto”, y tiene una interpretación distinta de los registros akásicos, la de una escala numérica. “Este mundo no es más que una mera parte de pi, en infinita expansión decimal”. En el capítulo #119 afirma que quiere que Toshiki se convierta en un Dios, pero lo dice con el “Dios” de Punpun en los ojos, lo cual nos adelanta su traición por doble vía (la primera es que tiene un “Dios” dintinto al de Toshiki, la segunda es que ese “Dios” es la representación del Punto Negro, los pensamientos oscuros).

Komatsu, el amigo de primaria y secundaria baja de Punpun, empieza a jugar bádminton junto al protagonista pero descubre su talento natural y se convierte en una estrella del deporte. Cuando Punpun, que sabe que su contrincante sufre de una lesión en la pierna, le pide que no sea muy duro en el partido, Komatsu le explica su visión del mundo basada en la supervivencia del más apto. Para él, la vida es una lucha de todos contra todos y el pacifismo no es más que una “religión de los perdedores”. “El que no quiera competir con nadie, que se vaya a una isla desierta”.

Incluso un personaje tan poco importante y con poco screentime como Saotome, el exmarido de Sachi, tiene lugar para expresar su filosofía. Según él, la vida es una carrera en la que se gana o se pierde según el esfuerzo, una especie de meritocracia donde hay que romperse el lomo y ser inteligente para ser realmente feliz. Me parece sobre todo muy interesante cuando juzga que los que no se esfuerzan crean sus propios conceptos engreídos artificiales para sentir que llegaron a una meta y que la sociedad no les dice nada porque es “amable con los débiles”.

Y por supuesto no podemos no mencionar a Shimizu y su Dios Caca, una visión bizarra de una nave voladora y un Dios con cara de sorete que se adaptan a lo que lo haga sentir acompañado, en su caso la religión de Pegasus. Al final es esa nave la que lleva a Toshiki al espacio para enfrentarse al Daruma.

Nos vemos en la última parte de este análisis extenso en los temas de Oyasumi Punpun, en donde vamos a dedicar unos cuantos párrafos para hablar de Darumas, sueños premonitorios, teorías conspirativas y reflexiones profundas sobre el final de la serie y qué significa todo esto.

¡Buenas vibraciones!

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Escrito por:
Matias Mir
"El especialista"
Matias Mir
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