Y llegamos a la tercera parte de esta serie de notas. Primero, perdón por la demora, pero las Doce Casas no pueden permitirse tomarse con liviandad. Esta tercer saga es el punto alto, el clímax, el mejor momento de toda la andadura de Saint Seiya en toda su historia. Sin dar vueltas, la Saga de Las Doce Casas es el mejor arco de todo Saint Seiya (y desafió a debatirlo a cualquiera que piense que no es así). Tal es su nivel que más de un fan no se enojaría si esta saga constituyera el final de la historia. La Saga de las Doce Casas es el final del primer libro, de la primera gran historia, el libro del Santuario. Ya tenemos todos los conceptos explicados (¿todos?) y a los jugadores desparramados por el tablero. Pero no quiero dar muchas vueltas con introducciones, vamos al grano.
Les dejo primero, ya que pasó mucho tiempo, los links para que puedan leer o releer las dos primeras partes de esta serie de notas:
- Saint Seiya - Parte 1: La Saga del Torneo Galáctico
- Saint Seiya - Parte 2: La Saga de los Santos de Plata
El comienzo de la Saga de las 12 Casas
Prácticamente no hay una separación entre el comienzo del tercer arco y el final del segundo (La Saga de los Santos de Plata). La Saga de las Doce casas arranca en el capítulo 29 del manga (Tomo 8) y termina en el 45 (Tomo 13). Ya sabemos que el Santuario es el verdadero enemigo, y los Santos de Bronce ya están en conocimiento que Saori es la reencarnación de la diosa Athena, a quién se supone deben proteger.
Durante el arco anterior nos fueron revelando poco a poco las capas del misterio: el Patriarca, líder del Santuario y los caballeros, representante de Athena en la Tierra, es quién viene elucubrando entre las sombras desde hace mucho tiempo. Conocimos el suceso que lo cambió todo: el intento de asesinato de la bebé Athena por parte del Patriarca, trece años atrás, impedido por Aiolos, caballero dorado de Sagitario. Aiolos se llevó a Saori/Athena y la entregó al millonario japonés Mitsumasa Kido, quién la crió como su nieta y entrenó niños huérfanos que se convirtieron en caballeros de bronce y hoy son quienes protegen a Athena. Los últimos capítulos del arco previo nos venían mostrando uno tras otro caballero dorado, a la vez que nos presentaban nuevos conceptos: la batalla de los 1000 días entre dos caballeros dorados, el séptimo sentido, la velocidad de la luz alcanzada por éstos santos, entre otros. Cada uno de ellos cobrará relevancia a lo largo del nuevo arco.
Con todo este escenario planteado, los santos de bronce y Saori deciden poner fin a los enfrentamientos y llevar la batalla al propio Santuario. En las primeras viñetas, Masami Kurumada aprovecha lo mejor que sabe hacer: seguir desarrollando conceptos y revelando capas de su gran cosmología, una a una. Así nos enteramos más detalles sobre el Santuario y el conflicto que se venía asomando acerca del Patriarca. Por primera vez nos explican que podría tratarse de un individuo con varias facetas y planta la sospecha: quién se oculta debajo del manto del Patriarca podría ser un Caballero de Oro. Si bien este misterio venía cayendo gota a gota durante el anterior arco, en este momento Kurumada tira toda la carne al asador. Y si bien el Patriarca es un personaje que viene desarrollándose poco a poco, una especie de Darth Vader en la primer trilogía de Star Wars (la que importa), quedan pocos misterios sobre él en este punto. Sumar su posición como santo dorado intenta distraer la suspicacia del lector, pero no termina de lograrlo. En este momento de la lectura, contando sólo con la información que nos brinda el relato, puede resultar pobre como nuevo misterio, pero luego de acabar de leer, cualquier centímetro de duda quedó relegado. El Patriarca, el gran villano, se convierte al final de esta historia en el personaje más importante y mejor logrado.
Otro detalle, es en este punto donde aprendemos una verdad de perogrullo a esta altura: los caballeros dorados son doce. El dato nuevo es que estos doce caballeros se encuentran protegiendo doce casas, una tras otra, las cuales forman el único camino posible para llegar al Patriarca. El objetivo es claro: vencerlos a todos y enfrentarse al villano. Sin embargo (y si esto no era suficiente aliciente), al llegar son recibidos por un caballero de plata, Ptolemy de Sagitta (Flecha), quien los ataca y logra clavar una flecha en el pecho de Saori. Ptolemy es vencido en segundos (recordándonos que los santos de bronce protagonistas ya son más poderosos que cualquier caballero de plata), pero antes de morir, explica que el Patriarca es la única persona capaz de extraer la flecha del pecho de Saori y que sólo quedan 12 horas para extraerla antes que nuestro personaje-macguffin preferido termine de morir. El último ingrediente: un reloj que funciona de cuenta final. Ya están todos los ingredientes y los condimentos en la olla. Vayamos a prender el fuego y luego a degustar el guiso.

El clímax de la Historia, las batallas contra los Santos de Oro
El nudo, el quid, el desarrollo de todo esta historia arranca en el capítulo siguiente, con los santos de bronce entrando en las 12 casas. Y empezando por la primera, Aries, protegida por Mü, el santo de Jamir, a quién ya conocíamos de los arcos previos. El encuentro con Mü sirve para estrenar nuevas armaduras (con el artilugio de la reparación que ya habíamos visto previamente) y para que éste nos enseñe un poco más sobre el poder de los Santos de Oro y ese nuevo concepto: el séptimo sentido. Y luego la primer batalla: Aldebarán de Tauro. Seiya se levanta para mostrarse como protagonista. Si bien este es el primer enfrentamiento, el autor lo usa más como otra introducción que como un momento de acción y golpes. Y uno tras otro, los santos de bronce se enfrentarán a los de oro en cada una de las casas, siempre en batallas uno a uno (y nunca algo distinto, a pesar de lo monótono que suena) pero Kurumada aprovecha cada batalla para caracterizar a los personajes, inclusive a los contrincantes de turno. No se limita a ponerlos como meros obstáculos a vencer (como si fue con los caballeros de plata previamente) sino que les confiere una personalidad a cada uno, muchas veces un trasfondo e incluso varias capas, haciéndolos tridimensionales (incluso a los más básicos, como Aldebarán y Deathmask).

Capítulo a capítulo vamos aprendiendo de los santos dorados, su pasado, su presente y sus motivaciones. Las batallas también no se limitan a ser intercambios de golpes, sino que cada una tiene un encanto particular. Por ejemplo, la Casa de Géminis nos muestra a un caballero misterioso con técnicas que se despegan de todo lo visto anteriormente, y nos abre la puerta de nuevas incógnitas: ¿será éste santo de Géminis quien se oculta tras el manto del Patriarca? (spoiler alert: sí, y ya queda bastante claro en este temprano enfrentamiento, a pesar de los intentos del narrador en no ser determinante).
Presenciamos la desaparición de Hyoga, uno de los eventos más trágicos de la saga, con su caída frente a quién fuera su maestro, Camus de Acuario, en la casa de Libra. También tenemos la revancha entre Shiryu y Deathmask de Cáncer, el primer santo dorado con verdadera maldad que conocemos, y algo nuevo que hasta el momento no habíamos presenciado: una armadura abandonando a su portador. Y a Shiryu recuperando su vista, sin más explicación que aquella que refiere al cosmos (un adecuado deux ex machina recurrente para Kurumada). Tenemos el nuevo enfrentamiento entre Aiolia y Seiya, que completa la línea argumental iniciada hacia el final del anterior arco y termina abruptamente con el sacrificio de Cassios, el primer rival de Seiya. El regreso de Ikki llega en el meridiano de la historia, cuando llega el momento de enfrentar a quien nos mostraron como el más poderoso de todos los posibles rivales: Shaka de Virgo. El duelo entre Ikki y Shaka se destaca por encima de todos los demás, no sólo por su épica, sino también por la profundidad de los diálogos y la cantidad de conceptos que utiliza Kurumada para darle un universo propio al santo dorado (principalmente tomados del Budismo y el Hinduísmo, el reikismo tibetano y japonés, y mezclados con la Mitología Griega base de toda la historia). También es uno de los momentos donde nos olvidamos de las deficiencias de Masami para dibujar cuerpos humanos y nos deleitamos con el arte que le mete a los fondos y a las composiciones. Luego de este momento de epicidad, tenemos otro más profundo e intimista, donde en la desprotegida Casa de Libra encontramos a un congelado Hyoga, y gracias a un momento explicativo acerca de la armadura de Libra, su liberación. Y luego ESE momento que tanta polémica ha traído a la serie y se ha usado para caracterizar a los personajes y sus lazos fraternales, en el que Shun usa el calor de su cuerpo para salvar de la hipotermia a Hyoga. Nos sobreviene la primer batalla de Hyoga, contra Milo de Escorpio, unos segundos para darle un poco triunfal regreso a aquellos caballeros de bronce que no veíamos desde el primer arco (y prácticamente no volveremos a ver, más que como relleno, en el futuro). Somos testigos del regreso de la armadura de Sagitario (aquella tan importante en el primer arco) y del testamento de Aiolos, seguido de otra revelación: Shura, santo de Capricornio, fue quién asesino al Santo de Sagitario (que como ya sabemos, no lo hizo muy bien, ya que éste sobrevivió lo suficiente para entregar a la bebé Saori a Mitsumasa Kido). Las últimas tres casas representan tres sacrificios, esperados a esta altura de la historia: Shiryu para derrotar a Shura, Hyoga para vencer a su maestro, Camus y Shun, desplegando por primera vez su verdadera fuerza contra el último de los santos de oro, Afrodita de Piscis. Y por fin llegamos al refugio del Patriarca (luego de atravesar un campo de rosas envenenadas, se ve que Kurumada no se decidió en darle tanto poder a Afrodita, o necesitaba estirar la trama por algunas páginas más), pero sólo nos queda Seiya para combatirlo. Y la revelación (no tan reveladora): el Patriarca es el Santo de Oro de Géminis.

El desenlace
La gran pelea final. El enfrentamiento con el Patriarca. Ya conocemos su identidad: Saga, el caído en desgracia caballero dorado de Géminis. Kurumada en estos últimos capítulos no se extiende demasiado. La pelea, las piñas, no son demasiado extensas como en otros momentos de la historia. Saga demuestra ser un contrincante importante, pero la aparición de Ikki, salvado a último minuto por el propio Shaka luego de ser vencido, ayuda a extender un poco más el enfrentamiento. El autor aprovecha estos momentos para despejar las dudas que podían haber quedado sobre la naturaleza dual del villano, dándole motivos, dándole vueltas. Es verdad que casi no quedaba nada por revelar, pero el mangaka recurre a una estrategia muy inteligente: en lugar de revelar todo como pensamientos y flashbacks, aprovecha para volver a los santos dorados, y son ellos (en especial Mü) quienes poco a poco reconstruyen la verdad oculta. Esto a su vez ayuda a entenderlos como personajes, a que el lector puedo empatizar y considerar que estos supuestos grandes defensores de Athena pueden ser contrincantes honorables, poderosos, y a la vez haber sido engañados por este gran villano. Porque Saga ES el gran villano. Es la mente detrás de todo y el más poderoso, el final boss del videojuego. Nunca más Kurumada logró construir un villano de tales características. E incluso lo sigue construyendo hasta el mismísimo último arco. Saga se suicida. Y Athena es salvada. Pero los santos de bronce no sobreviven (o al menos, eso entendemos). Este es el final de la historia. Como intentó hacerla el autor. Pero no. Al final, una página reza: "Capítulo Uno: El Santuario. Fin". El final, pero no el final. Como les dije al principio, si a esta altura hubiera terminado todo, me iría satisfecho. Pero todo siguió, porque el éxito de Saint Seiya, sobre todo en el medio audiovisual, era enorme. Y ningún autor que se precie lo hubiera dejado ahí. No digo que lo que continuó fuera malo, pero jamás estuvo a la altura de este increíble arco (ojo, sí se acercó -ya hablaremos de la Saga de Hades-). Lo que la historia nos deja es que el destino, lo predestinado, lo que está "escrito en las estrellas", tan presente al comienzo de la historia, no es tal. El universo de Saint Seiya arranca con un escenario donde hay paradigmas establecidos, y los caballeros de bronce vinieron a romperlos. Por capricho del autor con sus personajes protagónicos, tal vez, o por inteligencia narrativa, esta es la idea que prevalece (si me lo preguntan dos veces, voto por la primera opción, pero ya le vengo pegando muchos palos a Kurumada).

La adaptación al animé
Si digo que la adaptación de este arco es mala no sería muy honesto. La adaptación es mucho mejor que en toda la etapa previa. Es probable que la gente de Toei se diera cuenta de la calidad de la historia que se estaba contando, y prefirieron interferir lo menos posible. Durante toda esta saga, la más larga de la serie, abarca nada menos que 33 episodios, incluso más que la previa (relleno incluído). Y a diferencia de ésta, el relleno es considerablemente menor. El breve comienzo y el importante desarrollo son prácticamente idénticos, sólo el desenlace tiene cambios bastante menores. La mayor parte de las diferencias tienen que ver con el manejo del ruido argumental que ya se había metido en capítulos previos. Y donde más se padece esto es en lo referido a Saga. El misterio del Patriarca queda muy desdibujado y extremadamente confuso, ya que en el relleno de Toei se había avanzado bastante en darle una personalidad a este personaje que no se condice con lo que tenía pensado Kurumada. Y esto también afecta considerablemente a la percepción que otros personajes tienen de él. Se vuelve más complicado entender las motivaciones y el engaño sobre los caballeros dorados debido a lo innecesariamente rebuscado que termina siendo la historia del Patriarca. La gran revelación, que no era tan grande en el manga, lo es menos en el animé, donde cada segundo de relleno atenta contra el misterio. Además, se agrega más emotividad a los momentos finales de la historia, fruto de la necesidad de estirar, que funcionan haciendo completamente lo contrario: restando emotividad. Otros agregados conflictivos tienen que ver con personajes que vienen a cubrir huecos: Jaki enfrentándose a Marin, las pruebas de Aiolos en la casa de Sagitario, el regreso de Phaetón, los discípulos de Shaka (¿discípulos de Shaka? a quién se le podría haber ocurrido) que vienen a suplantar los sucesos de la historia extra introducida por Kurumada (que funciona como preludio a la batalla entre Ikki y el santo de Virgo), entre otros detalles, son introducciones para corregir o estirar la trama. Y ESE momento entre Shun y Hyoga, que antes mencionamos, es más físicamente cercano en el animé, probablemente por iniciativa de Toei. Nunca hubo otras intenciones de parte de Kurumada.

Hablemos un poco de la animación. Durante esta saga se produce un salto de calidad en la animación que es especialmente notorio, ocurre a la altura de la Casa de Leo y va creciendo de a poco hasta el final. Antes de eso, los diseños eran más robustos y se van estilizando poco a poco, con movimientos cada vez más suaves y dinámicos. La batalla entre Seiya y Aiolia sirve para notarlo ya que puede compararse con la ocurrida durante el arco anterior, y narrativamente ambas profundizan en el concepto de la velocidad de la luz alcanzada por los santos dorados, lo que seguramente influyo a la hora de la animación. Se puede decir que la estética propia de Kurumada, que todavía se apreciaba hasta ese momento, va dejando paso a una transformación paulatina en la estética de Shingo Araki, quien rediseñara a los personajes. Para la próxima saga, entramos por completo en el mundo Araki. Sobre el doblaje al español no podemos decir muchas cosas buenas. No mejora, e incluso por momentos empeora. E incluso ayuda a confundir muchísimo más los argumentos. Todavía podemos ver gente que busca al "caballero de Junini" (una horrible lectura de "Santo de Geminis"). Donde especialmente hace ruido es en lo referido al Patriarca, contribuyendo aún más a las complicaciones que dio este personaje. Un caso a destacar surge alrededor de Shaka. Alternativamente se refiere a este personaje como "el más cercano a Dios", "el más cercano a ser un Dios", "el más cercano al Gran Maestro", "el más cercano al Patriarca", etc. Cada denominación tiene un sentido distinto, pero en el original es una sola: Kami ni Chikai Otoko (神に近い男), "el hombre más cercano a un dios".

Otro punto para tocar en la nostalgia sobre esta saga es su emisión en Argentina. Debido a la forma en que se compraban las series, por paquetes de episodios, los espectadores de esos años veíamos los capítulos una y otra vez hasta llegar al mismo punto, esperando encontrarnos algo nuevo al día siguiente y muchas veces decepcionándonos, pero volviendo a ver todo desde el principio y renovando esa esperanza. Varios de estos puntos de retorno ocurrieron durante la Saga de las Doce Casas: luego de la batalla en Geminis y al final del rescate de Hyoga en la Casa de Libra, por ejemplo. El último de estos puntos fue en el capítulo 65 en Magic Kids, lo que quiere decir que el punto de inflexión estaba dado por la primera parte de la batalla entre Shura y Shiryu en la casa de Capricornio, llegando casi al final de la historia. Así, todo el arco de las Doce Casas duró mucho tiempo en la mente del público de la época. No conoceríamos el final hasta muchísimo tiempo después.
Los muñecos de Bandai
Aprovecho esta saga para referirme al más importante merchandising surgido de la franquicia. Las primeras figuras articuladas producidas por Bandai. Sí, Bandai, la mente diabólica (junto a Toei Animation) detrás de la conquista japonesa en occidente. La enorme juguetera produjo figuras de muy buena calidad, las cuales constituían en muñecos con varios puntos de articulación acompañados de armaduras formadas por diferentes piezas, la mayoría de ellas metálicas. Esto iba en sintonía con lo que era una de las marcas más importantes de la historia, las propias armaduras. Al igual que en los diagramas con los que Kurumada acompañaba al manga, las armaduras podían disponerse sobre el muñeco o formando un "tótem" del signo que protegía a cada caballero. Si bien eran figuras muy poco dinámicas, pesadas, con aspecto torpe y robótico, lograron una fascinación enorme en el público. Los diseños de Kurumada, transformados por Araki, fueron respetados al detalle. Cada una de las figuras venía en una caja rectangular, incluída en un soporte de telgopor con las piezas separadas. El arte de la caja era memorable, con la imagen publicitaria de cada personaje y la contratapa mostrando una escena de la serie utilizando los muñecos. La primera tanda incluía a los cinco protagonistas de bronce portando los diseños originales del animé, luego fue acompañado por los caballeros dorados. Un detalle a destacar: como no había ningún diseño de Dohko joven, el arte de tapa del muñeco de Libra muestra un aspecto que no aparece en ningún otro lado. A esta serie se la conoce como "Saint Cloth Series" o simplemente Vintage, y arrancó en 1987 en Japón. En la primera parte de esta serie de notas comentábamos que el animé de Saint Seiya llegó a la Argentina por un arreglo entre Dekko, importadora de Bandai en América del Sur, con la señal de televisión pública local. La intención era invadir el mercado de jugueterías con estas figuras que venían siendo furor en Francia y España. Dekko distribuía en el país los sobrantes del mercado brasileño, que a su vez eran sobrantes de Europa, Hong Kong y Japón. En principio sólo pudieron verse en las estanterías algunos caballeros dorados, luego todos ellos. En una segunda tanda aparecieron los caballeros de bronce en su segunda versión (con los diseños que toman a partir de la Saga de Asgard), acompañados por algunos santos de Poseidón y finalmente tuvieron lugar los guerros de Asgard y la figura de Marin. Así, los fans de esa época pudieron conocer a Afrodita, Camus o Shura incluso antes de verlo en el animé de aquellos tiempos. Algunas figuras jamás llegaron al mercado local, como la primera serie de los caballeros de bronce, los caballeros negros (éstos nunca se distribuyeron fuera de Asia), los caballeros de acero (por suerte...) o los especiales como el Patriarca y la primera versión de Sagitario. Los precios eran muy elevados en principio, con cada figura a 50 pesos argentinos del momento (lo que equivalía a 50 dólares en tiempos del 1 a 1). Pero fueron un boom comercial y las figuras pirata no tardaron en aparecer. Los precios fueron bajando a lo largo del tiempo, primero a 40, luego a 35 y finalmente las últimas figuras se veían a alrededor de 25 pesos para cuando el éxito de la serie había decrecido.

Puntos altos y bajos de esta saga
Puntos altos
- La estructura. La construcción de la historia que Kurumada desarrolla durante este arco es increíble. Las batallas, a pesar de parecer repetitivas en el papel, resultan un in crescendo importante, permitiendo interacciones y diálogos muy interesantes. Cada antagonista está muy bien ubicado, dando lugar a momentos importantes, y permitiendo revelaciones y sucesos entrelazados cada vez más logrados. Por ejemplo, la desaparición de Hyoga casi al principio, su rescate en el meridiano de la historia, los sucesos posteriores a éste. Incluso la batalla entre Ikki y Shaka, planteada justo en el punto medio de la historia, no hace deslucir a ningún otro enfrentamiento. También están bien ubicadas las implicaciones de los últimos caballeros dorados en la trama, como el vínculo entre Afrodita y el maestro de Shun, la última lección de Camus o el papel de Shura en la muerte de Aiolos. En conjunto, la forma en que se estructura la historia hace que cada batalla esté igualmente equilibrada, haciendo que ninguna sobre o quede deslucida frente a las otras (quizás el caso de Afrodita sea el único que no cumpla con esto, pero más adelante me explicaré).
- La cantidad de momentos. La Saga de las Doce Casas está plagada de momentos impactantes. A enumerar algunos: Seiya cortando el cuerno de Aldebarán, Hyoga perdiéndose en la otra dimensión en la Casa de Geminis, Shiryu volviendo a ver, Aiolia recuperando la conciencia al asesinar a Cassios, Shaka abriendo los ojos, Ikki sacrificándose para derrotar a Shaka, el rescate de Hyoga en Libra, la última aguja escarlata de Milo, el testamento de Aiolos, el sacrificio de Shiryu frente a Shura, la última lección de Camus, Shun desplegando su verdadero poder contra Afrodita, Athena siendo salvada y el suicidio de Saga. Y todavía podemos rescatar algunos mas. El autor se encargó que cada batalla tenga sus momentos destacables, y se nota.
- La madurez alcanzada por los personajes. Esta saga representa un importante crecimiento para todos los personajes principales. A lo largo de su desarrollo aprenden, se tropiezan, caen y se vuelven a levantar, tanto física como metafóricamente. Ninguno de los implicados termina la historia de la misma forma que la comienza. Y esto se nota tanto en el manga como en el animé. Tres de los cuatro protagonistas (Seiya, Shiryu e Ikki) arrancan al principio de todo como irreverentes, confrontativos, contestatarios, haciendo que incluso sea difícil distinguir sus personalidades en los comienzos. Al finalizar este arco todos toman caminos separados en cuanto a personalidad, cambiando o torciendo eso que podíamos suponer al principio. También adquieren una madurez significativa en lo referente a sus papeles y sus destinos.
- Los propios caballeros dorados y sus personalidades bien diferenciadas. Como vengo destacando, cada uno de los santos dorados posee características propias, tanto en lo físico como en sus personalidades. Tenemos en Mü al pacífico e inteligente, que lee las cosas más allá de lo que ven los ojos. Al gigante sensible y poderoso en Aldebarán. El despiadado sin escrúpulos, que desvió su camino, en Deathmask. El más poderoso, ejemplo a seguir por los demás, perseguido por el karma familiar, representado por Aiolia. El imperecedero y tranquilo Shaka. El analítico pero impulsivo, que constituye Milo. El orgulloso por sobre todas las cosas como se muestra Shura. El maestro anteponiendo a su aprendiz que vemos en Camus. Y el vanidoso y sádico mostrado con Afrodita. Y Saga, del que venimos hablando hace rato. Cada uno de los caballeros dorados son personajes a destacar, que trascienden esta historia. Podemos agregar también que a casi todos los personajes se le confiere un trasfondo, a unos más que otros (como Aiolia, Shaka o Shura), pero que no quedará acá sino que se explotará a futuro.
- Shaka de Virgo versus Ikki de Fénix. Entre batallas importantes, la que se da entre estos dos personajes destaca por sobre todo. No sólo porque la construcción de Shaka destaca, sino que todo su trasfondo conjugando la cosmogonía del budismo y el hinduísmo con la propia mitología de Saint Seiya termina dando lugar a una batalla que va más allá de las piñas. Porque este enfrentamiento casi que no presenta machaca, es un gran diálogo entre ambos personajes, cada uno con filosofías distintas, cada uno con pensamientos contrapuestos. Shaka es presentado desde el comienzo como el mayor obstáculo a vencer en la historia y estaba claro que Kurumada no se iba a ir por el camino fácil. Todo el enfrentamiento también funciona para hacer avanzar a los personajes y dar más contexto al lector para ayudarlo la naturaleza de la fuerza y el cosmos en este mundo. Ikki termina la batalla consagrándose como un ídolo de la hinchada.
- La ambigüedad de Saga como villano. De esto venimos hablando hace rato. Saga es el gran villano. Y no por su maldad o su inteligencia, si no mas bién por su ambigüedad, su dualidad. Esperar que el caballero de Geminis tenga dos caras parece obvio, pero Kurumada hizo que a pesar de ello sea interesante, y que esa dualidad vaya mucho más allá de la mera doble personalidad. Aplauso para el villano, aplauso para el mangaka.
- La historia tejida por detrás. Esto lo venimos destacando desde la primer nota, pero no por eso vamos a dejar de mencionarlo. Ya a esta altura quedan pocas capas del gran misterio que envuelve al Patriarca, pero siguen siendo importantes. Pulgar para arriba.
- Las mejoras en los diseños de las armaduras doradas por Shingo Araki. Los diseños de Kurumada para las armaduras de los caballeros dorados están entre sus mejores trabajos. Destaca esa mixtura de alta clase, estilo medieval mezclando occidente y oriente, pero conservando la impronta del universo de Saint Seiya. Y así y todo, Shingo Araki supo mejorarlos. Los volvió más nobles incluso, y más estilizados.
- El desarrollo de las fuerzas de los caballeros. Como en todo shonen de peleas, la fuerza de cada oponente en batalla toma un lugar importante en la historia. Durante este arco, la narrativa avanza explicando esa fuerza. Desde el momento en que Mü nos habla del cosmos y el séptimo sentido, Aldebarán de la combinación de defensa y ataque, Aiolia de la velocidad de la luz, Camus del cero absoluto, vamos armando toda una conjunción de conceptos alrededor de los caballeros dorados, y de los de bronce que los enfrentan. Derrotar al enemigo pasa a convertirse en autosuperarse, aprender y aumentar sus propias capacidades.
Puntos bajos
- La revelación de la identidad del Patriarca. Ya hablamos de ésto, el Patriarca tiene una identidad oculta, desde el comienzo de esta historia, pero la gran revelación no lo es tanto, ya que prácticamente todas las cartas están dadas vuelta sobre la mesa. Ésto hace que el misterio no resulte tan misterioso. Cuando comprendemos que es un caballero dorado, no termina de ser tan impactante, ya lo habíamos deducido (o nos lo habían echado en cara, de alguna manera). Como salvedad, Kurumada lleva la revelación a un diálogo entre los santos dorados, explicando que son ellos quienes lo descubren a esa altura (siendo practicamente los últimos en darse cuenta), lo que ayuda a comprender un poco como fueron engañados y porque no reaccionaron antes.
- Lo difícil que es encajar todo el desarrollo en doce horas. La cantidad de momentos y la estructura de los acontecimientos están entre los puntos altos de la saga. Sin embargo, hacerlos encajar en tan sólo doce horas, es muy forzado. Esto hace que muchos acontecimientos duren en tiempo absoluto mucho menos de lo que el lector supone por el desarrollo relativo. Por ejemplo, Hyoga estuvo encerrado en el ataúd de hielo perpetuo de Camus entre tres y cuatro horas. Y tenía que durar para siempre.
- Los problemas de continuidad plantados por el animé. El animé arrastra una parvada grande de relleno desde la saga anterior, el cual introdujo varios problemas de continuidad. Algunos ya los comentamos más arriba. Casos como el del Patriarca y su personalidad afectan de manera importante a la historia, complicando la trama alrededor del personaje. Otros, como la introducción del Caballero de Cristal como maestro de Hyoga, hacen que sea necesario agregar conceptos forzados que terminan sacándole peso a la trama (eso del "maestro de mi maestro" no tiene la misma fuerza que en el manga). Muchos de las modificaciones son barridas bajo la alfombra a esta altura.
- El olvido de los personajes secundarios. Los personajes secundarios vienen siendo relegados desde el arco anterior, como pasa con la gente del orfanato, los otros caballeros de bronce o los que aparecen en el Santuario. Esto sucede tanto en el manga como en el animé. Incluso el Santuario, a esta altura, parece un lugar prácticamente vacío. Hay pequeños intentos de solucionar este tema, como el regreso efímero de los santos de bronce relegados para proteger a Saori, pero quedan en un suspiro dentro de toda la historia.
- Afrodita de Piscis como último contrincante. Si bien a mí me gusta bastante la batalla entre Shun y Afrodita, y éste último personaje me parece muy interesante (pese a que los fans suelen no quererlo). Sin embargo la batalla y el peligro que representa el caballero de Piscis hace parecer a este como un contricante menor (más allá de todo lo que mencioné sobre los caballeros dorados en general). Es probable que Kurumada haya querido dejar a Saga como gran contrincante final y, por eso, haya hecho que la batalla con Afrodita no sea tan grande como uno esperaría. Pero Saga venía construyéndose hace rato y Afrodita es el último santo dorado en aparecer, por lo que quedó poco espacio y tiempo para su desarrollo.
Nos vemos en la próxima parte de esta serie de notas, cuando viajemos a las frías tierras del norte, para acompañar a Hyoga a enfrentarse a los caballeros azules. O a los dioses guerreros de Asgard. O a Dolbare. O a Hylda de Polaris. O a Alexer. Toda la confusión de "la Saga de Asgard" en la próxima parte.
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Excelente saga de notas de caballeros del zoodíaco. Denle más difusión! Espero la siguiente, cuando empiezan o se intensifican los problemas y confusiones entre manga y anime.