Alias Grace: La novela
Llamamos novelas de tesis a aquellas que parecen escritas para mostrar a través de la ficción el funcionamiento de una teoría (filosófica, política, psicológica etc.) que ya ha sido desarrollada en los ensayos y textos académicos pertinentes. Así, la mayoría de las novelas del naturalismo proponían una observación cuasi-científica de los personajes para demostrar la validez del determinismo social. “La nausea”, “El extranjero” o “La peste” hicieron lo mismo con el existencialismo. De hecho, casi no hubo corriente de pensamiento hegemónica que no tuviera algunos autores literarios que transplantaran sus preceptos a la ficción.
“Alias Grace”, la novela de Margaret Atwood fue publicada en 1996 y se basa en los asesinatos y la investigación posterior que ocurrieron realmente en Canadá en 1843. La misma es una problematización sobre los mecanismos de control y castigo en los primeros tiempos de la modernidad, siendo uno de sus elementos más relevantes la figura del alienista que es consultado para brindar su opinión “experta” en un proceso judicial. Con esto en mente, podemos afirmar que establece una intertextualidad evidente con la obra de Michel Foucault.
De hecho, cada tema principal o secundario de la novela es una de las problemáticas desarrolladas por el enorme filósofo francés: el conflicto de clases, el rol de la mujer, el papel de la medicina y la religión en los procesos judiciales, la definición social de cordura y demencia, el concepto de sexualidad y los tabúes que acarrea… Todos temas centrales en la bibliografía foucaultiana muy de moda en los noventas.
Con todos estos elementos tan interesantes ¿Podía ser mala esta adaptación de “Alias Grace”? Claro que sí. De hecho, yo me esperaba un bodrio intragable que mezclara partes iguales de psicoanálisis y pseudo-feminismo victimizante. Afortunadamente, el resultado no podía estar más lejos de mis expectativas iniciales.
Los actores
La dupla protagónica (Sarah Gadon y Edward Holcroft) sostiene un duelo interpretativo de singular belleza a lo largo de los seis episodios.
Ella en su rol de paciente construye un personaje que por momentos parece inexpresivo pero que, en realidad, se halla sujeto al férreo condicionamiento que la sociedad de la época le imponía a las mujeres de su condición. Es un gran logro de la actriz y de la serie en general que podamos ver debajo de esa rígida máscara de corrección. Grace no es indiferente a nada de lo que está pasando. De hecho, es profundamente consciente de que, al igual que Sherezade (la analogía se establece en la propia trama) su vida depende de la historia que está contando. Por eso tiene que tener muy claro lo que su interlocutor quiere escuchar, lo que ella le quiere contar y, sobre todo, lo que debe callar.
Él es una especie de Capitán América (muy parecido a Chris Evans) pero inglés y narigón. Un buenazo que llega con todas las herramientas de las que lo dota su conocimiento “científico” pero que constantemente se descubre a sí mismo convertido en un lector ingenuo de la historia que ella va construyendo.
Más allá del cuestionamiento feroz que la serie representa para el psicoanálisis, la actuación tanto de Gadon como de Holcroft es una delicia que se disfruta por sí misma.
La dirección
Una buena novela, una buena adaptación, actuaciones remarcables… ¿Se puede pedir más? Sí, y la serie nos lo da. La dirección, la producción y la fotografía son excelentes. ¡Ojo! No es una superproducción ni podría serlo porque la historia es de una gran economía de escenarios y personajes, pero es una obra que visualmente se disfruta en cada toma.
La dirección de Mary Harron (quien supiera deslumbrarnos allá por el 2000 con su “Psicópata americano” para luego desaparecer sin mayores explicaciones) es una maldita belleza. De una sobriedad y un amor por los detalles visuales que enamoran a cualquier amante del cine. De hecho, hay que considerar que la austeridad del texto original que antes mencionábamos podría significar un desafío a la hora de plasmarlo en un formato atractivo desde el punto de vista de la imagen. Si es así, hay que decir que la dirección de Harron pasa esa prueba con sobresaliente. Para aportar un ejemplo: si en cada episodio se va a realizar el interrogatorio en la misma sala de costura, les aseguro que la producción se encarga de que en cada toma veamos esa habitación desde un ángulo diferente, con una luz distinta y descubriendo alguna cosita que no habíamos visto antes.
Es más, el cuidado y, sobre todo, la atención a cada detalle visual, me hizo sospechar que Cronomberg (que hace de pastor protestante en la serie) había metido mano en la dirección. Si es así… David, sé que estás leyendo esto… mandame un texto que yo no le cuento a nadie.
Un párrafo aparte se lo merece el capítulo de la sesión de hipnosis. No puedo analizar mucho sin adelantar elementos importantes del argumento pero debo decir que es el climax perfecto de la serie. La incertidumbre (que trasciende la ambigüedad porque hay más de dos opciones en juego) entre lo científico, lo sobrenatural y el fraude hacen que todos los elementos remarcables de la serie –actuación, dirección y guion- confluyan en ese punto y nos exploten en la cara dejándonos confundidos y asombrados pero también conmovidos ante la belleza de esta auténtica obra de arte. Tengo que decir que montones de películas con mucha más producción y sus buenas dos horas de duración, no logran lo que “Alias Grace” en este único episodio.
Consideraciones finales
Esta es la parte en la que habitualmente digo las fallas de la serie o la película que estoy analizando pero esta vez, lo tengo difícil.
Solo por ponerme exageradamente quisquilloso y tener alguna objeción para plantear diré que en un momento (justamente en el episodio que acabo de elogiar), me resultó confusa la motivación del personaje de Jeremiah. Si le busco la vuelta, se la encuentro pero me quedó como un pequeñísimo cabo suelto en una obra que, por lo demás, es perfecta.
En resumen: la vas a disfrutar si te gusta Foucault, y si nunca lo leíste, probablemente la vas a disfrutar más.
Cinco estrellas absolutas. Corran a verla.